La tormenta se había convertido en una cortina de agua para quienes transitaban por las calles de Buenos Aires a esa hora. En las pizarras de la city, la cotización del dólar tipo vendedor alcanzaba los 23,40 pesos, en una escalada sin freno desde media mañana, tras un valor inicial de 22,30 pesos. Las tasas de las Lebac en el mercado secundario ya habían trepado al 45 por ciento y amenazaban seguir subiendo. A la una en punto, ocurrió lo anunciado pocos minutos antes: el presidente de la Nación, Mauricio Macri, aparecía en la pantalla de los canales de TV abierta y en los cables de noticias, parado frente a la tarima del Salón Blanco de la Casa Rosada, como si hablara frente a un público e invitados que no estaban, para leer un mensaje grabado que sólo se prolongaría por 160 segundos. “He decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para que nos otorgue una línea de apoyo financiero; hace minutos, hablé con Christine Lagarde, su directora, y nos confirmó que vamos a arrancar hoy mismo a trabajar en un acuerdo”, expuso, poco enfático, a ritmo lento, con rostro cansado, en la parte central del anuncio. El FMI está otra vez entre nosotros, al mando de la situación. El centro de decisión para enfrentar la crisis se mudó a Washington, sede del organismo internacional. Hacia allí viajó Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda, junto a parte de su equipo anoche mismo. Hoy se reunirá con funcionarios del Fondo para definir los primeros pasos. Para el gobierno, los tiempos son escasos, y se le vienen acortando cada vez más desde que se inició la actual corrida.
Acorralado por una crisis que, según funcionarios próximos al presidente, “no vio venir nadie”, Macri decidió junto a su núcleo más cercano recurrir a la última carta fuerte que le quedaba por jugar, antes de ir a un ajuste salvaje como le vienen reclamando desde los sectores más ortodoxos que se desentienden de los costos políticos (dejar correr el dólar hasta donde llegue, dejar que se traslade a precios el impacto libremente, recortar a filo de hacha el gasto, y recién después del desastre buscar “los nuevos equilibrios monetarios y fiscales” con lo que quede). En vez de eso, insostenible desde el punto de vista político, el gobierno optó por lo que podría denominarse un intento de crisis administrada: depositar en el FMI la responsabilidad tanto del respaldo financiero al programa económico, como la de hacer las recomendaciones sobre modificaciones al propio programa de gobierno. Incluídas entre estas últimas, probables ajustes presupuestarios (corte de gastos) y reformas pendientes (laboral e impositiva). En la coyuntura, la solución por vía del FMI resulta “la más política”. Curiosidades de la historia económica de este país.
La huida hacia el refugio del Fondo no es tan inesperada, si se tiene en cuenta la velocidad con que el Gobierno fue quemando instrumentos que no lograron detener la fuga de dólares. Entre el lunes 23 y el viernes 27 de abril el Banco Central vendió unos 4500 millones de dólares para detener la corrida, pero fue inútil. Tras el fin de semana largo, el miércoles 2 de mayo fue aliviado, pero el jueves 3 se volvió a disparar el dólar pasando por encima de subas de tasas e intervención del Central. El viernes 4 la autoridad monetaria elevó la apuesta: llevó la tasa de referencia al 40 por ciento anual. Las operaciones en la plaza cambiaria de lunes y martes, hasta el mediodía de ayer, mostraban que también había resultado inútil. La fuga en manada de los capitales especulativos que habían entrado tentados por altas tasas, más el pase de carteras financieras a dólares, se consumían las políticas defensivas del peso en cuestión de horas.
La crisis de divisas del país reconoce su origen en el fuerte desbalance cambiario que originó el actual programa económico: se importa por más de lo que se exporta, los exportadores no están obligados a entrar las divisas, se vuelven a pagar altos intereses por deuda en divisas, sigue la fuga de capitales hacia el exterior o a activos dolarizados, el turismo saliente es mayor al entrante, y la remisión de utilidades y dividendos al exterior se revitalizó después de varios años de estar neutralizada. El diagnóstico que ofreció ayer Macri es bien diferente:
“Durante los dos primeros años, hemos contado con un contexto mundial muy favorable. Pero eso hoy esta cambiando, las condiciones mundiales están cada día más complejas. Por varios factores: están subiendo las tasas de interés, está subiendo el petróleo, se han devaluado las monedas de países emergentes, entre otras variables que nosotros no manejamos”, enunció. Para, de inmediato, explicar que “el problema que tenemos es que somos de los países del mundo que más dependemos del financiamiento externo, producto del enorme gasto público que heredamos y que estamos ordenando”. Tal cuadro de situación, dijo luego Macri en su mensaje, es lo que llevó a recurrir, “de manera preventiva”, al Fondo Monetario Internacional en busca de apoyo financiero. “Esto nos va a permitir fortalecer este programa de crecimiento y desarrollo dándonos un mayor respaldo para enfrentar este nuevo escenario global y evitar crisis como las que hemos tenido en nuestra historia”, aseguró. Para luego rematar su breve mensaje en un tono ya característico en el formato discursivo de Cambiemos: “Esta decision la tomé pensando en el mejor interés de todos los argentinos, no mintiéndoles como tantas veces nos han hecho. Les digo a todos los argentinos, en especial a toda la dirigencia, que cumpliendo con los compromisos y alejándonos de la demagogia y de la mentira, estoy convencido que el camino que tomamos va a lograr un mejor futuro para todos”.
La decisión de que fuera, en persona, Mauricio Macri quien asumiera la responsabilidad de hacer el anuncio pretendía generar confianza. No está claro que lo haya logrado. Tras un primer retroceso, el dólar volvió a trepar sobre el final de la tarde, y a dos horas del discurso ya estaba cerca de los 23 pesos nuevamente. En el medio habló Nicolás Dujovne, supuestamente para aportar detalles del acuerdo que se buscaba con el Fondo. Lo único que informó es que viajaba a Washington ayer mismo. La intranquilidad del gobierno por cómo puede afectar la convulsión actual las perspectivas de crecimiento económico (el gobierno preveía un 3,5 al 4 por ciento para este año) e inflación (Dujovne ratificó ayer la meta del 15 por ciento para el año) está altamente justificada: son muy pocos los que le dan alguna chance a los pronósticos oficiales. Tampoco convence el argumento, a esta altura, de que los esfuerzos están apuntados a “salvaguardar el gradualismo”. Y la vuelta al recurso de culpar a la herencia recibida que utilizó ayer Macri, justamente para aludir al endeudamiento, fue interpretado hasta por personas y dirigentes muy extraños al kirchnerismo, de “francamente desafortunada”.
¿Qué espera el gobierno? Que el respaldo del FMI le devuelva confiabilidad al gobierno de parte de los agentes financieros. El problema es que ayer, más que nunca antes, el propio gobierno nacional se hizo cargo de reconocer su extrema vulnerabilidad. “Somos de los países del mundo que más dependemos del financiamiento externo”, en palabras del Presidente.
¿Qué pueden responder los agentes financieros? Las razones de fondo para la fuga siguen vigentes. Si el FMI aporta 30 mil millones de dólares en un “crédito flexible” puede estirar los plazos, pero no solucionar el problema. La cuestión inmediata es qué pasará el martes, cuando vencen Lebac por un valor equivalente al monto máximo del crédito del FMI. Hasta media hora antes del discurso de Macri, se hablaba ayer en el mercado de un piso de tasa del 50 por ciento como exigencia para renovar.
¿Qué puede pasar en el escenario político? El gobierno estará presionado por el Fondo para rechazar cualquier opción de alivio al tarifazo o cualquier otra forma de “subsidio”. Habrá más tensión política y confrontación social, previsiblemente.
¿Qué puede pasar con la economía? Los sectores productivos esperan que el gobierno no siga trasladándole una crisis que es “puramente monetaria”, dicen. A esta altura, visto el camino resuelto, es una súplica en el medio del océano.