Cometió el pecado de ayudar a los sumisos para que levantaran la voz. Nunca le van a perdonar ese atrevimiento consumado en la acción de construir 8.000 viviendas en su provincia. “Qué necesaria ha sido la aparición de esta Tupac Amaru mujer, a la que hoy descuartizan sin caballos, pero con un encarnizamiento mediático de similar potencia”, escribe Alicia Dujovne Ortiz en Milagro (Marea), excepcional libro sobre Milagro Sala que presentó en el stand del Grupo Octubre, acompañada por Luisa Valenzuela y Mempo Giardinelli. “No es necesario haberse especializado en el pasado de Jujuy para entender que el odio visceral de Gerardo Morales y de toda una capa social de la provincia hacia Milagro Sala hunde sus raíces en esa historia de la colonización. Durante siglos, cinco para ser más precisos, los sobrevivientes del incario se vieron condenados a servir, a callarse la boca y a esconder su propia cultura. En el siglo XVII, muchas mujeres que continuaban practicando las ceremonias ancestrales fueron quemadas como brujas (…). La bruja Milagro llegó más lejos –agrega la escritora–: no contenta con reivindicarse –reinventarse– como mujer indígena, se apoyó en una población de marginales, jóvenes desocupados a quienes el liberalismo salvaje de los años noventa, y sobre todo, la crisis de 2001, habían abandonado a su suerte”.
Dujovne Ortiz, como plantea Adolfo Pérez Esquivel en el prólogo, “va tejiendo el poncho de la vida de esa mujer indígena, que de niña tuvo que armarse de valor para enfrentar la violencia y la pobreza, pero que a fuerza de voluntad fue forjando su carácter y comprendiendo que el camino es la unidad y la dignidad del pueblo”. A pesar de la tormenta que se desató el martes por la noche, no había sillas donde sentarse en el stand del Grupo Octubre. Muchos mostraban los carteles con la cara de Milagro –presa política, detenida en enero de 2016– y de Graciela López, militante de la Tupac Amaru también encarcelada desde septiembre de 2016. Son representantes del Comité por la Libertad de Milagro Sala. También se veían imágenes con el rostro de Lula (Luiz Inácio Lula da Silva), el ex presidente de Brasil, preso desde hace poco más de un mes. Giardinelli destacó que Dujovne Ortiz no idealiza a la dirigente jujeña, sino que Milagro es el libro de una autora “que está conociendo a su personaje”. “Alicia indaga, recoge testimonios; hay entrevistas que no son complacientes y que van mostrando en sus pasiones y contradicciones la decisión y la fe de esta mujer, que es indígena, morocha, que es una hacedora y es tozuda como una mula”, explicó el escritor chaqueño y agregó que él no conoce personalmente a Milagro, pero que siente “el cariño natural y la solidaridad espontánea por todos los jodidos y jodidas de nuestra tierra”. “Lo más infame de todo es que no hubo juicio limpio –reflexionó el autor de La revolución en bicicleta–. Lo más fuerte es el emblema de una canallada política, ideológica, moral, racista, clasista, es decir todo lo peor de la condición humana en una sociedad contemporánea que como la nuestra había sido una sociedad democrática constructora de ciudadanía, aun con muchos errores que no hay que dejar de señalarlos. Pero aun con errores era una sociedad, hasta el 2015, en la que era posible creer en cambios positivos para las grandes mayorías”.
Valenzuela subrayó que el libro es “extraordinario”. “El personaje de Milagro, con esa riqueza, esa manera de hacer, esa pasión, ese impulso vital y casi incontenible que se va dibujando en el libro de Alicia, no podía menos que sembrar discordia y cuestionamientos”, afirmó la presidenta del Centro PEN Argentina. Dujovne Ortiz –que además de diversas novelas ha publicado biografías de María Elena Walsh, Diego Armando Maradona y Eva Perón– se describe en el libro como “la señora con la vértebra rota y la mochilita al hombro” que va a la cárcel de mujeres en Alto Comedero. “Esta cárcel infernal y totalmente injusta le trae el recuerdo de la Inquisición y dice que Milagro Sala es una bruja moderna. Y habla de Milagro como la Tupac Amaru mujer”, comentó la autora de Novela negra con argentinos, que leyó un fragmento medular del libro: “¿Cómo no comprender la irritación provocada por la indiecita de un metro cincuenta que, de buenas a primeras, implementando un ‘Estado paralelo’, hacía lo que el gobierno se olvidaba de hacer? Insoportable desafío, el de esta mujer que, rodeada de una multitud y en pleno centro de la ciudad, celebraba a la Pachamama, la diosa tierra; o mandaba a cortar las calles céntricas en reclamo de mejoras salariales; o, acto final de la tragedia, organizaba durante semanas un ‘acampe’ frente al Palacio de Gobierno: los ‘negros’ durmiendo, comiendo y arrojando cáscaras de banana bajo las propias barbas del señor gobernador. Invasión intolerable para la clase alta y para las clases medias, aterradas ante la perspectiva de ser confundidas con ese pueblo maloliente”.
Para entender a Milagro y a sus tupaqueros, hay que analizar la chispa de anarquismo que tienen. “Evita era muy anarquista. Yo tuve la suerte, cuando escribí la biografía en los 90, de encontrar vivos a los últimos viejos anarquistas que me confirmaron que Evita los había llamado y que la idea de la distribución directa de la riqueza, sin pasar por el papeleo burocrático, era muy anarquista”, recordó Dujovne Ortiz, que vive en Francia desde 1978. “Muchos de los cargos que se le han hecho a Milagro es por su desdén absoluto por el papeleo y la burocracia. Milagro vive en la urgencia. La necesidad significa vivir en otro tiempo. El maestro de Milagro Sala, Fernando Acosta, un sindicalista, me dijo: ‘yo me defino como un anarco-peronista’. Y yo le dije que me gusta más lo primero que lo segundo. Todos ellos son, sin saberlo, anarquistas, en el sentido de que están inventándose la vida día a día, sin pasar por la estructura estatal. Evita y Milagro son parecidas por la urgencia, y por no querer darle a los pobres cosas de pobres, como decía Evita. ‘Yo quiero darles cosas lujosas’. La frase permanente de Milagro era: ¿y por qué no?”. La autora del libro profundizó sobre la cuestión del odio racial hacia la dirigente jujeña. “Milagro trajo a la negrada al centro de la capital y los puso a comer en el restaurante donde hasta ese momento solo había comido el médico y el notario y eso era absolutamente insoportable. Un pobre no puede hace otra cosa que quedarse en la villa. Y encima los arrancó de las drogas al darles trabajo y devolverles la dignidad perdida. Al sistema le conviene que el pobre se quede en la droga inutilizado y no que tenga conciencia y que salga a luchar”, advirtió la autora de ¿Quién mató a Diego Duarte? Crónicas de la basura. Entonces llegó la primera ovación para la escritora.
Milagro se publicó también en Francia por Editions des Femmes, vieja y combativa editorial feminista. Desde entonces a Dujovne Ortiz la han invitado a universidades, escuelas secundarias y librerías. La escritora, que ahora vive en el campo, a dos horas de París, habló durante tres horas del libro en una escuela secundaria de Francia adonde asisten “los hijos de los viñateros que están llenos de plata”. Esos chicos le escribieron una carta a Milagro, que Dujovne leyó y entregó al Comité por la Libertad de Milagro Sala. Valenzuela observó que Dujovne Ortiz hace una comparación con Santa Teresa de Ávila y le pidió que ahondara en esta cuestión. “Santa Teresa era de familia judía por el padre, como yo, y cristiana por la madre. Tenía la astucia del converso de dar vuelta la dificultad y plantarse de frente. Si hubiera dicho lo que tenía que decir, la hubieran quemado viva. A Milagro sí la quemaron viva porque no tiene ninguna diplomacia; es una mujer con una fuerza directa y yo diría arrogante. Ha hecho todo lo posible para que la clase dominante la odie. Qué tal hacer en la plaza central de San Salvador de Jujuy, delante de la narizota de Morales y del obispo, no solo la fiesta de la Pachamama, sino también la fiesta del orgullo gay con los tupaqueros y tupaqueras. Las hizo todas, no tenía mucho sentido diplomático y probablemente esto es lo que más me gusta de ella”, reconoció y argumentó por qué no se reunió con el gobernador de la provincia de Jujuy. “Basta con abrir los diarios para saber lo que piensa; controla toda la prensa radial, escrita y televisiva porque los medios no tienen publicidad si no dicen pestes de Milagro Sala. Un día me siguió la policía y le pregunté a Raúl Noro, el marido de Milagro, si yo estaba delirando. Y me dijo: ‘querida, si siguieron a los de la ONU, ¿cómo no te van a seguir a vos que venís a la cárcel todos los días?’”.
Los tres escritores pidieron que algún representante del Comité por la Libertad comentara cómo está Milagro y el resto de los presos. “Milagro llevó al banquillo de los acusados a un cómplice del genocidio como Blaquier y eso es lo que el poder no le perdona. No le perdona su trabajo hacia los más pobres. No le perdona que la patria contratista se quedó sin trabajo durante toda la época que Milagro construyó viviendas. Esa es Milagro, por supuesto que es cabrona porque no se hace todo eso sino no sos bastante cabrona”, celebró una de las representantes del Comité. “Milagro no está presa en su casa, está en las afueras de la ciudad, custodiada en el medio de la nada por treinta gendarmes, y cada vez que la visitamos nos revisan como si fuéramos narcotraficantes que vamos a ver a una delincuente peligrosísima. Obviamente que está en mejores condiciones que en la cárcel del Alto Comedero porque no sufre el hostigamiento cotidiano. Milagro está muy atenta a la situación política del país. Hoy (por ayer) hizo circular un video en donde se manifestaba en contra del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional”, informó la representante del Comité y admitió que los otros presos –cuatro mujeres en el Alto Comedero y dos hombres en el penal de Gorriti– tienen la salud muy deteriorada: “Están presos porque es la forma que tiene el gobierno nacional y el del emperador Morales de mantener de rehenes a los sectores populares y que sea un ejemplo para todos aquellos que se quieren manifestar, para todos aquellos que luchan por una sociedad más justa”.