Este mes, Las12 cumple veinte años. La emoción de haber transitado este camino, primero como lectora, ahora como periodista, es enorme, porque algo que en esos primeros años parecía marginal fue atravesando capas de sentido hasta transformarse en lo que llamamos la marea feminista, una fuerza imparable que ya no tiene retorno y que no para de irradiar potencia. Algo de esa energía pudo palparse el domingo pasado en la Feria del Libro, cuando el stand de PáginaI12 (el único diario de tirada nacional que tiene un suplemento feminista y no “femenino” entre sus contenidos) se vistió de pañuelos verdes y las palabras se abrieron paso en el ruido ambiente como mantras de una lucha que nos tiene unidas y empoderadas. En estos veinte años pasó de todo, y cada una de los hitos que acompañamos fueron sumando granos de arena a la montaña a la que hoy le damos palmaditas para que se vuelva roca. No fue magia: hubo que pasar represiones en los Encuentros de Mujeres (que no cubre ningún medio hegemónico a excepción de este diario), agresiones de pedófilos, marchas de escasa convocatoria y esa amargura que provoca que una injusticia muy grande no sea abrazada masivamente y reciba el repudio de la sociedad. Porque Las12 le puso nombre, apellido y cara a los violentos que gozaban (y en muchísimos casos siguen gozando) de impunidad y problematizó la relación con el cuerpo, con el trabajo y con la salud reproductiva desde el primer momento, con plumas de peso, como las de Moira Soto, Sandra Russo, María Moreno…   Justamente de esta última fue la nota que leyó la actriz María Onetto, una de las convocadas para ponerle voz a nuestra historia, en una fiesta íntima que se volvió pequeña muchedumbre. “La marea feminista”, sobre el último 8 de marzo, celebra el pacto feminista de ya no dejarnos solas, de saltar una por todas, y de volver política nuestra causa. “Pero la alianza de las mujeres –digo ‘mujeres’ por razones operativas, entre otras razones porque muchas lesbianas no se consideren “mujeres”–, en primer orden, por sobre la conyugal, la laboral, la de la familia de origen, no como antagonismo sino como pedagogía anticapitalista y antipatriarcal, tejida en su trama local como oposición y crítica a la política del oficialismo, al politizar zonas que no eran consideradas políticas como el crimen mal llamado “interpersonal” y el acceso legal a la  interrupción del embarazo, luego de una decisión personal, transforman la idea de la política misma”, leyó Onetto a Moreno en una cadena que fue alternando máximas y deseos, y que no pudo eludir, porque ya forma parte de nuestra revolución, al 3 de junio de 2015 como bisagra en la movilización feminista. La náusea por el brutal femicidio de Chiara Paéz motorizó un cambio que nos partió al medio, por ver que cada una con la que nos cruzábamos en la marcha tenía en los ojos el dolor de todas las que ya no estaban, de todas las que sufrían, de las que callaban, de las que no eran ni siquiera escuchadas. Malena Pichot expresó esa transformación de los últimos años, aún de las que ya se auto enunciaban feministas como ella, en una convocatoria que Las12 le fue haciendo (en 2013 y 2014) para que mande un texto a nuestra “A la hoguera”, sección que nos recuerda que el orden patriarcal sigue vigente y por lo que en los ´60 se quemaron corpiños en pequeñas tribus improvisadas en las calles. “Yo ya sé que tipo de feminista soy, por el momento al menos, me di cuenta que en el corazón llevo a la feminista rapada, en tetas con el cuerpo pintado, con una birra en la mano y una molotv en la otra. Esa mostra veo yo en el espejo. Esa mostra no es estratega, es verdad. Esa mostra está prendiendo fuego un tacho de basura y preparando la hoguera para tirar toda la mierda, por eso agradezco eternamente a las mujeres de este suplemento, quienes vieron en mi a esa mostra antes que yo.”

RIVAS, PEKER Y PICHOT. LUCIANA DIJO “YO NO TENGO PATRÓN NI MARIDO PERO SOY DE LAS12”

Erica Rivas leyó a Marta Dillon y se quebró con el relato “La polera azul”, o esa metáfora de la verdad que se busca en los retazos de lo que queda cuando el horror arrasa. Aunque el bullicio seguía, porque la Feria no para y cada espacio tapa el sonido del otro, una astilla de silencio se impuso para darle lugar a esa emoción compartida, tan largamente acompañada por Las12 desde sus inicios, donde ya Marta narraba la desaparición de su madre en la última dictadura, y con la de su madre la de lxs 30 mil, y que fue, entre otras, herida donde su escritura hizo pie y tomó aire para seguir adelante. “Cristina contó dónde estuvo, cómo el lugar ahora se veía pequeño y antes, cuando estaba chupada, grande. “Es que era yo la que me sentía chiquita.” Contó también cómo se sacaban los piojos, dónde los quemaban, los ruidos que escuchaban, los olores inolvidables. Y contó, también, cuando la mayoría se retiraba, que en un banco que ya no está estuvo con mi mamá mientras ella se quitaba las mangas y el cuello de una polera para aguantar el calor que empezaba a apretar. ¿Te acordás de qué color era esa polera? “Claro, azul”, dijo y yo grité: ¡La encontré! Y las dos nos abrazamos tan largamente como pudimos”.

risas de erica rivas, maruja bustamante, María onetto y maría inés aldaburu en un alto de las lecturas.

Actrices amigas, gente a la que Las12 acompañó en su carrera desde el principio: “Creo que en Las12 me hicieron mi primera nota” dijo Maruja Bustamante y leyó a Roxana Sandá en uno de los tantos artículos que en más de 1000 números visibilizaron la transfobia. María Inés Aldaburu leyó “La lengua de las locas”, un artículo en el que Dillon habla de “las locas” que somos, tema largamente debatido en estas páginas durante estas dos décadas. “La lengua de la loca no tiene ninguna infalibilidad de base, pero cómo se desgarran vestiduras cuando la mueve. Y cómo se la castiga cuando hiere”. 

Entre Luciana Peker, Roxana Sandá, quien escribe y Dillon nos leímos entre nosotras. En un ritual que, por único, va ser inolvidable. Nosotras nos leemos entre nosotras, pero siempre en el silencio de la redacción, al filo del cierre, muchas veces con la presión de un mecanismo que nos pide que resignemos erratas por deadlines. Pero nunca en voz alta. Nunca frente al público. Nunca con aplausos. Y algo de esa ceremonia fue nuestra fiesta, nuestro pequeño momento de complicidad que a veces se pierde en la bruma del trabajo y la rapidez del medio. Y otro empujón para seguir haciendo crecer el verdadero pogo más grande del mundo, el nuestro, feminista y popular. Por veinte años más.