A fines del mes pasado, conforme ocurre cada primavera (europea) desde 1985, recibió la región de Hyères, en plena Costa Azul, a una legión de diseñadores y diseñadoras consagradas y modistas en ascenso, para celebrar el Festival de Hyères, que premia a jóvenes promesas del mundillo de la moda. Lxs presentes, agradecidxs: por el estilo relajado, tan alejado de los códigos remilgados de París, y por la incitante sucesión de picnics, exposiciones, showrooms, desfiles, conferencias; los intercambios de ideas y, claro, de tarjetas. Finalmente, como aseguran especialistas en tema, “a este pueblito en la Costa Azul peregrinan los popes de la industria en busca de figuras emergentes del diseño”, y al unísono decretan: “Los creadores del mañana tienen un presente, y es el Festival de Hyères”. Hyères es, después de todo, una distendida mina de oro (que no solo premia a la moda, dicho sea de paso, hace lo propio con accesorios y fotografía). Vale decir que, de cientos y cientos de diseñadores preseleccionados, solo 10 finalistas exponen su trabajo frente a un panel de profesionales; un jurado con tan, tan buen ojo que antaño ha catapultado a personajes que se han convertido en sonado éxito: el dúo holandés Viktor&Rolf, la francesa Stéphanie Coudert, el portugués Felipe Oliveira Baptista, el danés Henrik Vibskov… Que el Grand Prix fashion implique modesta suma (el laurel mayor es de 15 mil euros) poco importa; cualquier finalista tiene llegada garantizada a las más reputadas marcas. Basta, sin más, echar un vistazo a la lista de sponsors, que incluye firmas como Chanel, LVMH, Chloe, Swarovski, Galeries Lafayette, entre otras; cuyos representantes se hacen presentes para cazar talentos que puedan sumar a sus filas.
Cierto es que, en esta edición (la número 33), rica en diversas propuestas, el prestigioso jurado-integrado por los modistos Haider Ackermann y Delfina Delettrez Fendi, la actriz Tilda Swinton, el artista Lou Doillon, el historiador especializado en moda Farid Chenoune- coronó en primera posición al dúo de diseñadores holandeses Rushemy Botter y Lisi Herrebrugh, que conquistaron con su colección Fishor Fish, inspirada en el look tradicional de los pescadores del Caribe, un guiño a su herencia (él es de Curazao, ella de República Dominicana), amén de trajes gender fluid en colores brillantes y estampados floreados, complementados con juguetes inflables y redes de malla de plástico, símbolo de la contaminación de los océanos.
Pero cierto es también que relució otra pepita dorada: Ester Manas, de 25 años, oriunda de Toulouse, que se salió de la vaina con una propuesta ready-to-wear, prêt-à-porter, intitulada Big Again: pilchas que rechazan el límite impuesto por los talles pequeños de la industria, que reconcilian la diversidad femenina con las prendas, que celebran la belleza de la carne en todas sus formas, que subrayan muy especialmente el poder de las curvas. Un contundente statement para el que la muchacha reclutó a modelos no profesionales que, empoderadas, desfilaron con pisada fuerte sobre la pasarela mientras sonaba alto y claro el tema Run The World (Girls), de Beyoncé. Tanto encantaron, de hecho, los diseños de Manas, que tuvo Ester merecida recompensa: el Prix Galeries Lafayette, premio que involucra la creación de una colección cápsula para las susodichas tiendas y que estará a la venta en abril del año próximo.
A partir de distintos estampados, materiales de colores contrastantes, diversas texturas, donde conviven desde tules en capas hasta telas impermeables, sus prototipos buscan enfatizar las siluetas, nunca taparlas, acentuando características personales -elasticidad, brillo,”imperfecciones”-, amén de exaltar cada belleza particular. “Quiero vestir a todas las mujeres con un mismo concepto, con el mismo amor”, se despacha la veinteañera, y sobre el proceso de concepción de Big Again, explica: “En vez de agrandar las proporciones de moldes pensados para cuerpos filiformes (solución que rara vez funciona porque olvida todos los detalles de un cuerpo con más redondez), decidí trabajar directamente sobre cuerpos curvilíneos: generando patrones, rompiendo las líneas sin exagerarlas, creando un diálogo verdadero con muchachas verdaderas que no se ajustan al estereotipo de maniquí. Preguntando además a mis modelos: ¿Qué partes de tu cuerpo querés mostrar? ¿Tal o cual prenda te hace sentir sexy y, a la vez, armada para el mundo exterior? Pensé en cómo lograr que una mujer se sintiera segura sin esconderse. Aunque algunas partes de sus cuerpos estén expuestas, quiero que mis chicas estén a gusto con sí mismas y protegidas. Que se sientan orgullosas, libres y audaces, independientemente de la forma de su cuerpo; es por eso que mi línea va del tamaño 34 al 50”. “Todas tenemos el derecho de soñar y vestir lo que queramos. La moda puede y debe satisfacernos a todas”, agrega Manas, egresada de la Universidad La Cambre, reputada escuela de arte y diseño de Bélgica. Como destaca Les Inrocks Francia: “La delgadez es más sobre obediencia que sobre belleza femenina, tal cual anotó Naomi Wolf en su libro El mito de la belleza. Y Ester Manas nos alienta a ser desobedientes”.