Eran los años 90 en Nogoyá, Entre Ríos, y había una chica que volaba en el parque con la pelota pegada a sus pies descalzos. Y justo sobresalía entre tantos chicos que no podían pararla. Pasaron 27 años y luego de luchar contra toda crítica, Soledad Jaimes fue la primera mujer en obtener la Bola de Prata, un premio que se entrega desde 1970 en el fútbol brasileño y que ganaron jugadores de renombre mundial como Zico, Rogerio Ceni, Ronaldinho o Neymar, entre otros.
En Brasil logró lo que no iba a poder en la Argentina: jugar al fútbol y dedicarse plenamente al deporte en el que podía destacarse. La delantera fue transferida este año al Dalian Quanjian de China, pero no logra disfrutarlo plenamente y es que sus compañeras del seleccionado argentino no corren con su misma fortuna. En realidad tienen que remarla como ella lo hizo en sus primeros años de carrera. Sole quiere estar cerca de su familia, pero por la escasez de recursos en el fútbol argentino sigue sin volver al país y eligió irse a más de 20.000 kilómetros. Es que es imposible pensar de otra manera, semejante desafío está directamente relacionado con poder seguir ayudando económicamente a su familia.
“El fútbol femenino en Argentina está quedado. No les dan bola a las chicas y ellas precisan que cambie el fútbol, necesitan una ayuda. Nos juntamos siete días antes de la Copa América (Argentina finalizó tercera y jugará el repechaje para ir al Mundial de Francia 2019), pero equipos como Brasil ya contaban con una larga preparación. Me parte el corazón venir a mí país y vivir cosas increíbles. Usar ropa que ya usaron cincuenta mil chicas, que está quemada, que ya tiene olor cuando te lo ponés… Decís estoy en la Selección Argentina, eso duele”, cuenta la delantera con tonada portuguesa, que forjó su talento en un parquecito de Nogoyá y que nunca se olvida de uno de sus hermanos, quien falleció en uno de los golpes más duros de su vida.
– ¿Cuál es tú hogar?
– Juego en China, estuve viviendo en Brasil, pero mi casa es Entre Ríos. Brasil se transformó en mi nuevo hogar porque allí te permiten aprender y trabajar con el fútbol, con el deporte. Es muy bueno estar allá porque el atleta tiene mucho espacio. Algunas veces extraño y pienso hace cuántos años hace que estoy afuera. No me puedo quejar porque gracias a ello consigo sustentar a mi familia y hoy puedo vivir del deporte, algo muy difícil en el fútbol femenino. Todo lo que pasé lo volvería a pasar porque valió la pena. No me reprocho nada, pasé momentos difíciles, pero nunca desistí. Siempre dije que si Dios me colocó acá es por algo.
– ¿Cómo era jugar en Nogoyá?
– Siempre jugué con chicos. El fútbol femenino siempre fue bastante criticado, pero nunca me afectó, jamás me puso mal que me digan ‘marimacho’. Siempre existió eso, pero amaba tanto hacer lo que hago, que para mí era normal lo que me decían.
– ¿Qué se siente ser la futbolista de una familia de siete hermanos?
– Mis hermanos me odiaban (risas). Íbamos al parquecito y todos me elegían a mí y a ellos no los quería nadie. Me decían “machona andá para casa”. No querían ni que vaya al parque, yo amaba ir. Yo estaba primera. Ni era la dueña de la pelota, pero estaba siempre ahí. Mi infancia fue la etapa más linda de mi vida. No sé a quién salí jugadora.
–¿Cómo fue tu infancia?
–Mi mamá tuvo que criar a siete hermanos sola. Toda mi vida jugué descalza y creo que eso me ayudó a llegar a ser profesional. Siempre fui consciente de que mi mamá no me podía dar algo y yo me sentía mal porque sabía que ella quería. Nunca tuve torta, nunca recibí un regalo, pero hoy elegiría la misma infancia que tuve. No tuve nada, pero el parquecito donde jugaba a la pelota siempre estaba ahí. Incluso, hoy sigo jugando ahí. Mis vacaciones son siempre en Nogoyá, con mi mamá. El momento que tengo libre es con mi vieja.
–¿Cuál fue el momento más difícil que te tocó vivir?
–Me sentí muy mal cuando falleció mi hermano. Saber que tu hermano no está es muy duro. Él estaba sufriendo, estaba pasando un mal momento, pero el resto de mi familia nunca me permitió bajar los brazos. Siempre le agradezco a Dios por lo que viví y sé que cuento con mi hermano desde el cielo.
–¿Cómo es ser Argentina y haber brillado en Brasil?
–Nunca desistí. Jugué con jugadores de selección y aprendí lo que ellas me decían. Sabes que te vas a competir con gente que es superior. Siempre fui enfocada en quedarme con un puesto. He estado sin jugar, he llorado cuando llegaba a casa, pero nunca se me pasó por la cabeza rendirme. Entrenaba más duro y me esforzaba cada vez más. Fui encontrando la felicidad en el fútbol, desde que jugaba en el parquecito hasta hoy. Miraba jugar a Marta y nunca me animé a decir que quería llegar a su nivel. Siempre trabajé para llegar en donde estoy ahora. Lloré cuando gané la Bola de Prata. Era la primera extranjera, la primera mujer. Nunca en mi vida pensé que iba a lograr eso. Uno trabaja, trata de ayudar al equipo y bueno, somos todos felices. Trabajar, trabajar y trabajar, que todo viene.
Jugó en Boca y en River. Disputó Copas Libertadores y siempre supo de las diferencias del fútbol argentino y el brasileño. El sueño de Sole es jugar en los Juegos Olímpicos. Argentina no logró la clasificación a Tokio 2020, pero tuvo la oportunidad de hacerlo con la camiseta de la Selección de Brasil. Ella rechazó el ofrecimiento en más de una oportunidad porque ama Argentina, pero pide que ayuden a sus compañeras a crecer. En septiembre de 2017, las jugadoras de la Selección hicieron pública una carta a la Comisión de fútbol femenino de AFA, en la que denunciaban una falta total de recursos y a lo largo de la Copa América de Chile también mostraron su justificado descontento.
“Siempre hago el Topo Gigio, pero el contexto en el gol contra Bolivia era otro. Fue para que nos escuchen un poco a las chicas de la selección femenina, por eso luego también lo hicimos todas. No les dan bola a las chicas, ellas precisan de una ayuda. Merecen respeto y que las traten bien. Yo me voy a mi club y voy a estar bien, pero las chicas se merecen un mejor trato”, asegura la delantera de la Selección Argentina.
–¿Sentís presión al jugar con la Selección?
–No, lo tomo como una obligación. Yo no siento nervios, no me siento mal. Siento el mayor orgulloso de representar a mí país. Cuando escucho el himno se me aprieta el corazón. Soy tan feliz en lo que hago que no siento nervios. Dejé a toda mi familia por esto, lo hago por amor y por sentimiento.
–¿Te da pena lo que sucede con el seleccionado argentino?
–A mí me duele todo eso. Estamos tratando cambiar de adentro para afuera porque de afuera no viene nada. Queremos ser escuchadas, cosas mínimas por lo menos. La Selección Argentina me parte el corazón, discutimos, pedimos cosas mínimas. Hay muchas de las chicas que dejan su trabajo para venir y estar acá. Están perdiendo cosas, realizan un gran esfuerzo. Llegan cansadas, mal comidas, pero siempre entrenan. Esas cosas en la Selección no pueden suceder. Hay veces que nos dan ropa XL, somos mujeres, estamos representando a nuestro país. Da mucha tristeza. Ojalá que cambie y que les den más oportunidades a las chicas, que no tengan tantas preocupaciones. No pedimos fortunas, pedimos que nos respeten y que nos cuiden. Yo voy a la Selección porque quiero que cambie algo, quiero que las chicas reciban una ayuda en serio, que puedan ayudar a sus familias. Me podrán decir que estoy bien en China, pero no, yo quiero estar cerca de mi familia, yo me siento mal por mis compañeras porque yo ya viví eso. Merecen ser escuchadas y precisan ser ayudadas.
–¿Hay tanta diferencia con una selección como Brasil?
–Argentina tiene un plantel increíble, pero no se puede sobresalir porque no tenemos una estructura. Si tuviésemos apoyo creo que nos podemos acercar a Brasil. Cuando fui a jugar la primera Copa Libertadores tenía miedo de jugar con equipos brasileños. Era la realidad, eran totalmente superioras a nosotras. En la Selección siempre estuvimos atrás de Brasil, pero hoy estamos solas. Nosotros reclamamos y la respuesta no viene. No se arregla nada y alguna vez aceptamos lo que nos proponen, pero no es lo que pedimos. Tiene que cambiar eso, así no se puede mejorar. Con una buena estructura les podemos competir de igual a igual.
–¿Cómo es jugar en China, un país en constante crecimiento futbolístico? ¿Se te dificultó con el idioma?
–En China físicamente son superiores a todas. Son muy rápidas. El primer entrenamiento quedé toda acalambrada. Juegan muy rápido y entrenan mucho. Es un fútbol muy competitivo. El fútbol es universal, en la pretemporada no tenía traductor. Me quedaba atrás de una ‘chinita’ y hacía el mismo ejercicio. Yo siempre con una sonrisa en el rostro. Hago lo que me gusta y soy feliz. No importa el idioma, la comida, nada. Yo soy feliz jugando al fútbol.
–¿Qué les aconsejás a las chicas que quieran jugar al fútbol y no se animan?
–Creo que la humildad te lleva a todos lados. Si sos humilde y respetás a las personas vas a tener ayuda de todos lados. Nunca bajes los brazos, no hay que desistir. Quien desiste es porque no lo intenta. Tropezar vas a tropezar varias veces. El límite es lo que vos te propones en tu vida. Me gustaría dirigir a mujeres en un futuro. Fui a la Selección porque amo representar a mi país, pero sí puedo aportar y transmitirles algo a las chicas ya me siento feliz. Si les hablo a diez y dos me escuchan, ya me siento bien. Me gustaría seguir luchando por el fútbol femenino.