El tercer disco de Carlo Seminara es Tango ia Candombes (BlueRoom Producciones), y está tan amorosamente realizado que puede mixturar densidad histórica y felicidad musical. Rasgos que se anudan cuando de asumir la deriva de los esclavos y sus músicas se trata. "Hay mucho involucramiento, para mí hacer un disco es un proceso costoso, un quilombo, ¡si encima no lo vas a disfrutar!", dice entre risas a Rosario/12, de cara a la presentación que esta noche, a las 21.30, el percusionista realizará en Complejo Cultural Atlas (Mitre 645) junto a La Barricada del Ritmo: Julián Venegas (guitarra y voz), Alejandro Bluhn (piano, teclados, acordeón), Mariano Sayago (bajo y contrabajo).
-‑En el candombe, angustia y alegría se confunden.
-‑Siento que Latinoamérica tiene eso en su raíz. La música que estoy escuchando, sobre todo las que tienen matriz afro ‑pero imagino que también sucede con la de los pueblos originarios‑, cuentan esa angustia debido a la esclavitud. Tienen siempre ese pesar, ese lamento, pero cantado desde un lugar de alegría, para aprovechar el momento de reunión, que eran pocos, para poder compartir. Eran personas que habían sido despojadas de su entorno, su lugar, sus familias, a las que se les había prohibido hablar su lengua, torturadas, maltratadas, violadas, ultrajadas. Es loco pensar en eso, tal vez no mucha gente toca un tambor o música latinoamericana y lo piensa. Ante todas esas adversidades, supieron mantener su cultura en los pocos vericuetos que les quedaban, para juntarse a expresar y bailar y cantar. Si uno lo dimensiona, ése era el momento donde volvían a recuperar su identidad. Porque estaban totalmente despojados de cualquier elemento que pudiera identificarlos, eran convertidos en cosas, allí volvían a ser quienes realmente eran. Así que tocar el tambor es toda una responsabilidad.
"Latinoamérica tiene en su raíz la angustia debido a la esclavitud y eso se cuenta en las músicas".
-‑¿Y cómo te fuiste metiendo en ese conflicto?
-‑Se fue dando. Primero me empezó a tirar la música, probé con el bajo, luego el bandoneón, después vi a alguien tocando el yembe y descubrí la música afrocubana. Empecé a estudiarla, a involucrarme, pero como sucede con cualquier otro instrumento. En el 2002 tuve la posibilidad de viajar a La Habana y creo que ahí fue donde me hizo un clic, porque ves lo que significa un tambor para la comunidad, el rol que tiene el tamborero, que se convierte en una persona de jerarquía, porque el tambor es el medio por medio del cual se pueden comunicar con los espíritus, con las deidades. El tambor es muchísimo más que una madera con un parche. Ahí empecé a estudiar la parte musicológica, porque si te querés meter en los ritmos, en la manera de tocar, tenés que entender que el tambor está ligado al canto, a la danza, a una funcionalidad; te obliga a estudiar y leer sobre los contextos históricos, sociales, culturales. Desde hace varios años empecé a leer sobre el culto a San Baltasar, que tiene lugar en el Río de la Plata, el litoral, el noreste y Paraguay. Las cofradías de San Baltasar fueron fundadas por la corona española y la Iglesia, y fueron la herramienta que se les dio a la población africana y afrodescendiente para preservar su cultura. Así aparecen el candombe uruguayo, porteño, correntino, la charanda, el chamamé con tambora; yo soy docente en el Profesorado de música, y el que recién entra se queda sorprendido porque tiene que leer y escribir sobre esos contextos. Tal vez se imaginan que van a ir solamente a golpear un tambor, pero tienen que terminar leyendo también, poniendo en debate esto, que nos toca en todos los aspectos, porque siempre terminás hablando de política. La historia de la música que nos venden no tiene nada que ver con la historia de la música en Latinoamérica, y lo que nos venden como música universal es la música de un determinado momento de Europa, mientras nos hacen creer que no se puede tocar músicas de otro lugar. Como cuando se dice que si a vos te gusta la música cubana, eso es algo que no se estudia porque se lo lleva en la sangre, pero para tocar un vals vienés no hace falta llevarlo en la sangre, lo puede tocar cualquiera (risas).
-‑Justamente, en el disco recordás y resucitás musicalmente a la "Asociación Coral Carnavalesca Negros Santafesinos", de la que no existe registro.
-‑La historia de los negros santafesinos es conmovedora y somos varios los que tenemos la esperanza de que aparezca en algún momento alguna grabación. Creo que ahí encontré un lugar desde donde hacer música; yo no soy antropólogo o musicólogo, soy músico, pero la manera en que vivo todo esto me lleva a contar esa otra historia. Entre el primer y segundo disco me encontré con que podía aportar un grano de arena en esta difusión. Muchas veces las personas que difunden estas otras historias no tienen llegada al mismo público, se quedan demasiado en la academia, a veces por recelo, pero encontré que yo podía aportar desde este lugar y me empecé a encontrar a mí mismo allí. En este disco pude finalmente plasmarlo más claramente.
Tango ia Candombes es también un disco‑libro, de encuadernado artesanal, un trabajo que se condice con lo que el artista refiere, con 36 páginas escritas de su puño y letra. Lo afroargentino se asume y reparte en 12 canciones que transitan por el chamamé, la milonga, la samba de roda, la chamarrita, la cumbia y el funk, apenas algunos de los muchos ritmos a revisar. Una experiencia que es un punto de encuentro y de validación de lo que importa y no debe olvidarse; tal como refiere Seminara: "Hace poco el propio presidente dijo que todos los argentinos descendemos de los europeos; cuando uno escucha eso dimensionás por qué hay que hacer este trabajo, si esta persona lo está diciendo es porque hay muchos que piensan como él. Si nos aceptáramos y dejáramos de mirar a Europa, qué distinta sería la realidad".