Desde Santa Fe
Fueron dos gritos. Y los dos, cuando la presidenta del Tribunal Oral de Santa Fe María Ivón Vella anunció la condena a los comandantes de Gendarmería que dirigieron la cárcel de Coronda durante la dictadura: Adolfo Kushidonchi a 22 años de prisión y Juan Angel Domínguez a 17 años por "tormentos agravados" a 38 perseguidos políticos y la muerte de dos de ellos, Luis Alberto Hormaeche y Raúl San Martín. Eran gritos de la calle ocupada por los sobrevivientes de aquel régimen del terror, el mismo que Kushidonchi anunciaba a sus prisioneros: "De acá van a salir locos o muertos". Pero no eran gritos de alegría o peligro. Era un alivio colectivo, una reparación por los sufrimientos que atravesaron centenares de cuerpos, muros del penal y años de democracia. "Venimos acá a dejar nuestros dolores", dijo uno de los ex presos políticos, Francisco Klaric, en la mejor síntesis de un martirio de 40 años que terminó ayer. El fin de la impunidad. Y ellos estaban allí para escuchar el veredicto del juicio. "Condenar a los comandantes de Gendarmería en los años negros, duros y oprobiosos de Coronda no es poca cosa, es algo extraordinario que sentará un precedente muy importante en la Argentina. Ya no están impunes", planteó su compañero Ricardo Peirone, ex intendente de Rafaela.
Los abogados querellantes Lucila Puyol y Guillermo Munné habían solicitado cadena perpetua para los acusados y el fiscal Martín Suárez Faisal 25 años de prisión para uno y 22 para el otro. El Tribunal los condenó a 22 años a Kushidonchi y a 17 a Domínguez, tres años menos de lo que pidió el Ministerio Público, que cumplirán en su domicilio, uno en Moreno, provincia de Buenos Aires y el otro en Salta. Los fundamentos del fallo se conocerán el 6 de junio, a las 18.30.
A media mañana, la jueza Vella les ofreció la posibilidad de decir las últimas palabras. Kushidonchi se escudó en el silencio. Domínguez en la Iglesia Católica y en su compromiso con los Cursillos de Cristiandad. "Cursillitas también eran el dictador Juan Carlos Onganía y el genocida Danilo Sambueli, condenado por torturas y violaciones en la Base Aérea de Reconquista", dijo Munné después de la audiencia.
La lectura del veredicto se siguió por pantallas de TV en las puertas del Tribunal. Por la cárcel de Coronda pasaron más de 1.100 presos políticos entre 1975 y 1979, el juicio se limitó a sólo 38 detenidos, así que ayer muchos de ellos y sus familias se convocaron desde toda la provincia. En la pequeña multitud estaban el presidente del PJ Ricardo Olivera, las diputadas Silvina Frana y Patricia Chialvo, el secretario de Derechos Humanos de la provincia Marcelo Trucco y sus dos subsecretarios Publio Molinas y Ramón Verón, entre otros. "Esta es una reivindicación de los compañeros que sufrieron tantas injusticias. La historia siempre triunfa", dijo Olivera. Chialvo coincidió que la sentencia es simbólica. "La dictadura no fue sólo militar sino también cívica. Hay una parte de justicia que se cumplió, pero falta otra, así que hay mucho trabajo por hacer".
El ex diputado Orlando Barquín era uno de los más emocionados. "Es conmovedor" estel avance de la "justicia y la memoria de todos aquellos que quedaron en el camino". Su compañero de celda Francisco Klaric interpretó el veredicto como la sanación de "nuestros dolores". "Y una enseñanza a los jóvenes. Coronda fue un campo de exterminio, pero también un lugar de resistencia. Es la demostración que el amor es más fuerte que el odio. Por eso estamos acá. No nos han vencido".
"La justicia llega por la movilización popular" y los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, fieles a la consigna que en la Argentina no se violan los derechos humanos", dijo Francisco Sobrero. "Más allá de la relación política de este momento, esta sentencia también una señal para todos los sátrapas que hoy cometen tropelías en perjuicio del pueblo argentino, que tengan presentes que mañana o dentro de 40 años también se los va a juzgar", advirtió.
El ex concejal Nicolás Piazza valoró la condena a Kushidonchi y Domínguez. "Pero hay muchos más que tendrán que rendir cuentas ante la justicia. Es un mensaje para aquellos que fueron "capangas"en la cárcel o "informantes" de la dictadura afuera, que sepan que la justicia en algún momento llega".
Entre cánticos y abrazos, Lucila Puyol no dejaba de llorar. "Es que escuchar los testimonios de la cárcel de Coronda fue desgarrador, como operaba la maquinaria del terror, la amenaza de Kushidonchi que sólo iban a salir "locos o muertos".