Tengo 39 años soy transgénero, hace 13 años que trabajo en Sistemas y es la primera vez que tengo que exponer públicamente algo de mi vida. 

Estudié informática en La Plata, mi familia de origen son inmigrantes peruanos. Empecé mi transición en 2004, cuando ya recibida me vine a vivir a la Ciudad de Buenos Aires. Dejar la casa familiar me permitió transicionar con mayor libertad. Fue un proceso que hice desde cero porque cuando llegué a Capital yo a duras penas conocía la palabra “transgénero”. En ese momento no había al alcance de los jóvenes tanta información disponible como ahora. 

A mi transición la hice en una empresa en la que trabajé de 2004 a 2008, hasta que me obligaron a renunciar por la discriminación que sufría. Entonces quedé desempleada. Fueron años de no saber qué pasaría al día siguiente. Dos años de rechazos en entrevistas laborales, de explicarles por teléfono lo que sabés hacer, que cumplís con todos los requisitos y que esté todo bien hasta que te ven en persona. En 2010 entré a trabajar en una de las empresas top del mercado como programadora, luego de golpear muchas puertas, llegué a Hewlett-Packard Argentina, donde me aceptaron con mi nombre en un momento en el que ni existía la Ley de Identidad de Género. Por supuesto hubo situaciones incómodas con compañeros, una mirada general que te está marcando que si bien aparentemente está todo bien, nunca van a ser tus amigos. Por ejemplo, me invitaban a almorzar siempre que fuera en grupo. No obstante, el trato era aceptable, me dieron la licencia para mi operación de reasignación de género. Me dieron trabajos remotos y así pasé los dos meses de licencia. Luego volví a reinsertarme en la empresa. Insisto: tenía casilla de correo y recibo de sueldo con mi nombre autopercibido. Todavía no había podido cambiar mi DNI por ser extranjera. Pero igualmente mi empleador respetaba mi nombre. 

A principios de 2015 recibo una propuesta de IBM. Me prometieron el oro y el moro: además de un mejor sueldo, decían que había políticas de género, que era una empresa friendly. Cambio de empleador y comienza mi pesadilla. Lo de friendly era puro marketing. Así termino en un proyecto remoto trabajando la mayoría de los días desde casa. Y todo va relativamente bien hasta que a mediados de este año se empieza a correr la bola de los despidos. En octubre uno de los gerentes comienza a decirme que el proyecto en el que estaba trabajando se terminaba para mí. El primero de diciembre me dan de baja mi usuario de red. Y el gerente me confirma que habían prescindido de mis servicios. El telegrama me lo habían mandado a una antigua dirección y lo decía todo: despido sin causa. 

No estoy diciendo que tengo las pruebas de que “me despidieron por “trans”, si digo que sufrí toda suerte de maltratos, humillaciones mientras trabajaba. Y que una persona trans desempleada y en la calle corre peligro de muerte. Cualquiera de mis compañeras de Sistemas que no son trans saben que si las despiden, es probable que en unos meses encuentren otra cosa. Para mí todo es muchísimo más difícil. Lo fue estudiar, lo fue lidiar con mi familia, lo fue la transición, lo fue conseguir trabajo en blanco. No sé cuándo volveré a tener otro trabajo. A esto se le suma una gran hipocresía. IBM hace chapa con que tiene políticas inclusivas, con que le da trabajo a gente como yo. En IBM de Medio Oriente, por ejemplo, donde las minorías sexuales son perseguidas, hacen gala de varios slogans inclusivos y de que protegen a sus empleados LGBT. Empecé esta carta diciendo que es la primera vez que me veo obliga a exponer públicamente algo de mi vida. Estoy asesorada por un abogado. Pero sé que si no difundo mi situación, tengo pocas chances de ganarle un juicio un monstruo de este tipo. 

Ana Laura Salazar