Más de 7500 millones de dólares de las reservas del Banco Central fueron sacrificados para financiar la fuga de capitales. Los dólares vienen en forma de deuda y vuelven en camiones blindados al exterior. Su fugaz paso por el país lo único que deja es la deuda con todo su peso. 

Los ministros fuerzan una mueca de tranquilidad, aseguran que no hay mayores costos. Un conocimiento básico de economía, de historia argentina y ver los datos macroeconómicos actuales indican lo contrario. La primera consecuencia será el traslado a precios, principalmente un nuevo encarecimiento de la energía y los alimentos. Ambos sectores toman sus precios del mercado internacional por desregulaciones de este gobierno como la quita de retenciones y la liberalización del precio de los combustibles. Los salarios cada vez valen menos.

Por otro lado, la conferencia de prensa dada, de urgencia, por los ministros Nicolás Dujovne y Luis Caputo es muy esclarecedora en dos sentidos. En primer lugar, muestra otra consecuencia de este cimbronazo económico. La devaluación implica que el Estado va a necesitar más pesos para pagar los intereses en dólares de la deuda. Por ese motivo los ministros se comprometieron a aumentar el ajuste estatal, reduciendo la meta fiscal primaria de este año de 3,2 a 2,7 por ciento del PIB. La variable de ajuste será en este caso la inversión en obra pública. 

En segundo lugar, desnuda, para quien todavía no lo tenía claro, a qué intereses responde el gobierno de Macri. El presidente tomó la corrida cambiaria como un mensaje del capital financiero. La respuesta para darle tranquilidad a los especuladores no tardó en llegar, la recaudación tributaria ya no se malgastará en obra pública o subsidios a la energía, sino que se utilizará para pagar intereses de deuda. Por lo menos hasta que llegue el 2019 y las elecciones, el gobierno argentino se olvida de los argentinos, por lo menos de aquellos que no viven de la especulación financiera.

El gobierno y sus representantes mediáticos intentan argumentar que las causas fueron hechos puntuales como la suba de intereses de la FED (banca central estadounidense) y el impuesto a las Lebac en manos de extranjeros. Es probable que esto haya disparado la corrida, sin embargo, lo relevante es explicar porque el modelo económico es tan frágil ante shocks externos negativos. La corrida es grave y afecta directamente, pero no es el problema, es el síntoma de una política económica a la deriva. Dicha política se caracteriza por llevar a cabo un “ajuste caótico”, ineficaz para los problemas que intenta solucionar y con consecuencias gravísimas. El último mes es un ejemplo claro, al no lograr reducir la inflación mediante ajuste fiscal y la suba de la tasa de interés durante dos años, el gobierno se enteró por la fuerza de la incidencia del dólar en los precios. A contramano de su visión inicial, decidió regular su precio. Visto aisladamente, el tipo de cambio puede funcionar como ancla para los precios. En combinación con una de las primeras medidas macristas, y quizá la más festejada en materia económica, que fue la eliminación de regulaciones para la compra de divisas, tiempos mínimos de estadía en el país de los capitales y controles sobre el giro de utilidades de las empresas al exterior, el resultado es distinto. La combinación de desregulación cambiaria, alta inflación y un dólar barato, fruto de una improvisación del modelo, sentaron el contexto para una corrida. Sólo faltaba prender la mecha.

De forma caótica y con altísimos costos buscan frenar la corrida. Primero vendieron 6000 millones de dólares por debajo de 21 pesos, un pésimo negocio si después iban a devaluar. Luego subieron la tasa de interés de las Lebac al 40 por ciento, es decir que siguen inflando una burbuja especulativa que ya supera largamente el billón de pesos. Esta burbuja es un peligro latente para la economía argentina. Frente a un riesgo de devaluación irán masivamente a comprar dólares y no alcanzaría el total de las reservas actuales para contenerlos. Por eso el gobierno decidió aumentarles su rendimiento ante la última corrida. Sin embargo, subirles los intereses no es una solución, sino que es agrandar el problema y patearlo para adelante. Finalmente, el gobierno acudió al auxilio financiero del Fondo Monetario Internacional. 

Ninguna de las medidas tomadas está dirigida a la principal causa que vuelve a este modelo inestable y propicio a las corridas cambiarias. Este modelo no genera dólares de forma genuina. Existe un déficit récord de la balanza comercial, las inversiones extranjeras están destinadas a la especulación financiera y hay una constante fuga de capitales. El problema no es la corrida, es el modelo.

* Economista UNGS.