Glam & cócteles

Pablo Mehanna

“Soy el cliente que pasó del otro lado de la barra”, se define Luis Redondo, al que varios conocen por su seudónimo en las redes, @ultraredondo. Hijo del actor uruguayo Andrés Redondo (el del recordado Híperhumor), fue por dos décadas habitué de barras porteñas hasta que empezó tímidamente a meterse en el rubro. Quedó finalista con un cóctel a base de singnani (un aguardiente boliviano) en un concurso de bebidas, organizó el ciclo “Veladas paquetas” junto al bartender clásico Ariel Lombán y trabajó algunas noches por semana en 878. Hasta que, hace dos años, dejó su trabajo en Marketing en una empresa  y se dedicó a armar su propio bar. Su bar perfecto. 

El lugar, abierto hace un mes en una calle tranquila de Villa Crespo, se llama Kinky; un local angosto con brillos, lentejuelas y una gran barra de 14 metros. Cada detalle, desde la ambientación (a cargo del arquitecto Franco Antolini, diseñador también de Verne y Suspiria Resplandoris) a la oferta de cócteles, está muy pensado. “Las rayas plateadas de la barra están inspiradas en un un traje de Bowie de los años 70. El rosa chicle y el verde son por la tapa de London Calling, de The Clash”, cuenta Redondo. Son homenajes sutiles, solo para clientes atentos, que jamás caen en el caricatura. “Es un bar de coctelería, donde se escucha la música que siempre me gustó”. 

La barra está bien provista de whisky y de gin (incluye varias joyitas, consultar), con una carta de tragos breve y tentadora: 14 recetas, ocho de la casa y ocho covers (cócteles creados por bartenders amigos). Los clásicos conocidos no están listados, pero se piden aparte. Spiders from Mars, con su terminación de purpurina violeta, es uno de los más pedidos: lleva Campari, Aperol, limón, Cointreau, almíbar de jengibre y ciboulette ($180). Rebel Rebel, más fuerte, es otro recomendado, a base de bourbon Wild Turkey, Cinzano 1757 Extra Dry y Drambuie ($200). Pero hay más, todo servido con maestría y en impecable cristalería. Para acompañar, apenas un par de tentempiés: empanadas y “las mejores papas fritas de paquete”. Que suba la música: el glam rock tiene un nuevo reducto en Buenos Aires. 

Kinky queda en Vera 662. Teléfono: 2141-2756. Horario de atención: martes a sábados de 21 al cierre. 


Insert coin

Pablo Mehanna

Una taberna galáctica, con brillos y neón, repleto de Arcades clásicos. “Un bar que parece sacado de una película de los años 80, como esos que aparecen de fondo en Robocop”, cuenta Santiago Idelson, uno de los cinco socios que están detrás de El Destello, bar que abrió hace poco más de un mes en Palermo y prendió enseguida, incluso entre los veinteañeros, aquellos que jamás mataron noches largas de verano, llenas de ansiedad, metidos adentro de los fichines. Un éxito que tal vez se debe a que, si bien el fuerte es la cerveza artesanal, en El Destello lograron darle a esta bebida una refrescada de concepto, tan repetido ya de chapas, óxido y lamparitas industriales. Por fin algo diferente. 

El local es pequeño y tiene la nave violeta de Space Invaders en neón colgando del techo. En el centro hay algunas mesas comunales y a los lados se ubican los once arcades restaurados. Están todos, los más recordados: el Double Dragon, el Pacman, el Wonder Boy! Con la compra de cada cerveza, se reciben dos fichas para pasar el rato.  

En la gastronomía metió mano un amigo de la casa, nada menos que el súper conocido cocinero Lele Cristóbal. Hay chipá con sriracha, sándwich veggie, un pancho alemán y el sándwich de pollo McFly Gallina. Los precios son muy amigables, entre los $100 y los $175. Hay ocho variedades de cerveza (Kaleff, $70 en happy hour), también sidra, el vermut de Café San Juan y algunos tragos como Negroni o Aperol. 

Con los ochentas de nuevo en el candelero -a partir de sucesos como la serie Stranger Things-, El Destello quiere brillar, y no solo por sus neones. “Más allá de la estética, buscamos que mantenga la función social del bar. Que la gente venga, vuelva, que sea un lugar de encuentro. Hay algunos que ya vinieron como ocho veces desde que abrimos “, termina Santiago. Los que nacieron en los 70 y principios de 80, lo saben muy bien: una vez que empezás a jugar en un fichín, ya no podés parar. Y más aún con una rica cerveza en mano. 

El Destello queda en Gascón 1460. Teléfono: 4863-7073. Horario de atención: martes a domingos de 18 a 24; viernes y sábados de 18 a 2. 


La elegancia de siempre

Pablo Mehanna

Hablar de Chabrés es hablar de Oscar Chabrés, el gran barman clásico, de esos que quedan muy pocos, menos que los dedos de una mano. Un barman que funcionó como generación bisagra, entre los grandes nombres de 1950 (la generación dorada de la coctelería argentina) y los actuales nacidos al calor del año 2000. Basta con mirar su currículum: Oscar estuvo veinte años en la barra del hotel Claridge (algunos de ellos, aprendiendo de la mano del famoso bartender Eugenio Gallo), diez más en un bar propio de la calle Maipú y ahora acaba de mudarse a un espacio nuevo, que parece hecho a su medida, al Chabrés de traje negro, camisa siempre blanca y movimientos suaves y elegantes. 

Madera oscura, una barra con fondo vidriado, un primer piso con sillones. En suma, un lugar precioso, donde este bartender se encuentra en su hábitat natural. Acompañado de la encantadora Paola Zaragoza y de Leandro -discípulo e hijo de su actual pareja- el trío prepara clásicos inoxidables, entre ellos un Old Fashioned y un Negroni perfectos. Y suma sus cócteles de autor ($180, todos acompañados de algún canapé de aires vintage), que van desde el “Vigoroso” (gin, absenta, jengibre, lima, azúcar) hasta el frutal “Eclipse empedrado” (frutilla, naranja, lima, vodka, arándano, champagne) o el potente “My Friends” (whisky, Triple Sec, Punt e Mes, Martini Bianco). No se preocupen los indecisos: la barra sabe escuchar y guiar. 

El nuevo Chabrés está ubicado en una zona inmejorable de la ciudad porteña, en ese Retiro más señorial y mejor cuidado, a metros de la Plaza San Martín, sobre Marcelo T. de Alvear. Y como todo bar amigo, sigue abierto cuando la mayoría de lugares de la zona ya cerró. Algunas noches incluso no apagan la luz hasta las tardías cinco y media de la mañana. Mientras, enfrente, el hotel Plaza, otro clásico porteño, hoy cerrado por remodelaciones, lo custodia como un viejo e imperturbable elefante dormido. 

Chabrés Bar queda en Marcelo T. de Alvear 554. Teléfono: 5479-7378. Horario de atención: lunes a sábados de 15 al cierre.