Hay libros que establecen una relación particular con el lector. Viaje alrededor de mi cráneo, del húngaro Frigyes Karinthy es uno de ellos. Relación particular porque no sabemos bien qué estamos leyendo hasta que nos damos cuenta de que llegamos a la página sesenta y el libro no nos suelta. La particularidad también se da porque el libro sobrenada una hibridez, una indefinición genérica: es novela, es autobiografía, es crónica periodística de un mal físico que progresa, indefinición que solo apenas formulada se deja de lado ya que la velocidad del libro y la sucesión de hechos con los que nos embosca Karinthy, primero jocosos, luego cada vez más grave nos llevan hasta el final. El relato establece una inmediatez con la realidad del lector que, página tras página, se hace cargo de las tribulaciones del protagonista-autor. Esta cercanía de lectura con las circunstancias de Viaje… casi de voyeur fue la causa de que lo asociara a otro libro que me impresionó mucho cuando lo leí: Autobiografía psíquica, de Hermann Broch, de 1942, muy cercanos los dos en la fecha de escritura. Ambos son libros autobiográficos, confesión, la llama Broch, aunque lo autobiográfico refiera en los dos casos al contenido, la forma elegida por los dos escritores son subgéneros; la de Broch, la carta; la de Karinthy, columnas de un diario. La de Broch es una confesión privada que se hace pública al hacerse libro; la de Karinthy, la crónica pública de una enfermedad, el incidente más privado de una vida. Los dos libros cumplen la primera de las condiciones del pacto autobiográfico, según el canónico Lejeune: autor y personajes son el mismo; no cumplen la segunda condición: el relato cronológico de una existencia. Y en esto último reside su simetría: ambos escritores abordan una circunstancia determinante de sus vidas. Un fragmento de tal intensidad biográfica que ilumina sus existencias en totalidad y las resignifica retrospectivamente. La carta de Broch, es la decisión del narrador de sincerarse con dos mujeres, a quienes envía el manuscrito, acerca de los motivos profundos, psíquicos, arcaicos de su infidelidad. Trata entonces del interior, de los vericuetos y coartadas de la mente. En el de Frigyes Karinthy, escritor, periodista y dramaturgo húngaro, amigo de Sàndor Marai, va al exterior: un hombre que comienza descubriendo, sobresaltado por el desconcierto primero, y acosado por el temor después, que tiene un tumor cerebral y debe someterse a una operación de cráneo. Relato que se abre a toda la comunidad de Budapest, ya que la historia va apareciendo publicada por el autor en las tres columnas semanales que llevaba Karinthy en la prensa local y desde las cuales, cuando llega el momento, los lectores seguirían las peripecias de la operación.
De prosa más liviana y rápida, más amble con el lector, Karinthy nos introduce, con un tono casi picaresco, casi costumbrista, en el ghetto literario de Budapest. Empieza el relato de una forma engañosamente liviana. El protagonista, escritor y periodista muy querido y reconocido en la Budapest de los años ‘30, casado con una psiquíatra, con un hijo, humorista sarcástico, que escribe e ironiza sobre usos y costumbres de sus contemporáneos, habitués de sus columnas sobre la vida literaria y teatral de Budapest, está por tomar un café en el Café Central, lugar de cita del mundo cultural de la ciudad. La escena resume un dilema irónico del protagonista: no sabe si escribir un ensayo sobre la situación del hombre en la vida contemporánea o una comedia reidera en tres actos que le permitirá vivir cómodamente mientras escribe el ensayo. Satisfecho, se decide por la comedia reidera. Y mientras toma su acostumbrado café de las cinco, lo sobresalta un rugir de trenes que pasan en por la calle inmediata, en pleno centro de Budapest. Otro día, el espejo de ese mismo bar se comporta de manera extraña y lo refleja distorsionado mientras escucha pasar los trenes. La complicidad que el estilo de Karinthy provoca, hace suponer que son las manifestaciones naturales de alguien con afición a algún tipo de droga o al alcohol. Pero estos datos de superficie, tratados con distracción y aparente frivolidad, no demoran en abrirnos paso a una realidad terrible a la que se teme no solo nombrar, sino siquiera tocar con el pensamiento: son las manifestaciones alucinógenas de un tumor cerebral.
El de Karinthy es un viaje hacia la pura materialidad quirúrgica de una intervención, y a todos los pormenores de las estrategias distractivas de lo que, en principio, no se quiere ver o se descifra de otro modo, más benévolo; el relato de un caso clínico. De allí en más, emergiendo por debajo del texto late, todo el tiempo, la fascinación que produce el miedo a la muerte. Las maniobras del protagonista para no hacerse cargo, al comienzo, de esta realidad que lo pone frente a su muerte propia van enlazando escenas domésticas, encuentros con amigos y lances callejeros que nos pintan una ciudad, casi una aldea, por donde circula el mundo cultural húngaro. Y es en ese ámbito también donde la dispersión de la noticia va cobrando una densidad que arrastra al protagonista y al relato mismo.
La historia ocurre en 1936 lo que da cuenta de que no era precisamente una intervención habitual abrir el cráneo y quitar un tumor. Solo un norteamericano y un sueco la practicaban en el mundo. Mediante una colecta de los amigos la operación puede llevarse a cabo. Dice Karinthy en la conmovedora última página: “Hacía tiempo que yo no esperaba nada. Agradezco, por eso, a mis amigos húngaros que no me dejaron perecer”. Y más abajo, las últimas líneas del libro: “Nos embarcamos mañana en el Britannia, a las seis y media, para volver a Hungría. El horizonte se abre ancho ante mí. Esta travesía será, a la edad de cuarenta y nueve años, mi primer viaje por mar”.
Este era Karinthy, amigo de Sandor Márai de quien dice Juan Forn en el prólogo: “No había autor más popular en Budapest en los años 20 y 30: escribía tres columnas semanales, divertía y se divertía por igual, de todo sabía y de todo opinaba: pregonaba el esperanto aunque se negaba a aprender una sola palabra en ese idioma; era capaz de escribir un gran poema y convertirlo después en copla publicitaria para un aviso de pasta de dientes.”
Libro extraño, inclasificable y, por momentos, de humor delirante Viaje alrededor de mi cráneo es un libro de rescate y una intensa experiencia de lectura. El libro forma parte de la colección rara avis que Forn tiene a su cuidado en Tusquets. Hermosa colección de títulos en los que brillan, entre la mejor literatura, obras notables como ésta.