Barack Obama cumplió con su promesa de reaccionar contra el ciberataque sufrido en la campaña presidencial. Lo había responsabilizado al gobierno de Vladimir Putin en una conferencia antes de Navidad. Decidió que dejen el país en las próximas 72 horas 35 diplomáticos rusos repartidos entre la embajada en Washington y el consulado en Los Angeles.

La sanción no se queda ahí: el gobierno de Obama, a dos semanas de concluir su mandato, decidió cerrar dos edificios que Rusia tiene en Nueva York y Maryland. Los acusan de funcionar como centros de inteligencia.

Obama se escudó en las facultades del presidente para responder operaciones de espionaje informático.

El gobierno comenzó a  apuntar a Rusia como responsable del ciberataque a comienzos de octubre, y tras la derrota de Hillary Clinton, quedó la sensación en la administración demócrata, de que el objetivo había sido allanar el camino de Donald Trump a la Casa Blanca.

El ciberataque se centró en la campaña de Clinton, difundiendo su proximidad al sector financiero de Wall Street y que el aparato demócrata la había favorecido en la interna frente a Bernie Sanders. El impacto de la difusión de los mails hackeados llevó a una crisis en la campaña de la ex Primera Dama. John Podesta, jefe de su campaña, que también fue hackeado, arguyó abiertamente que Trump era el beneficiario directo de la operación.

Ayer, un grupo de senadores liderados por el candidato presidencial republicano John McCain había pedido sanciones a Moscú. Se descartó una respuesta similar, en forma de ciberataque, para evitar una escalada mayor.