En marzo pasado, grandes fondos de inversión internacional le habían recomendado al ministro de la Deuda, Luis Caputo, que la mejor opción para el gobierno de Macri era acudir al FMI. El consejo vino después de asegurarle que no pida más dólares en Wall Street porque no los tendrá. La respuesta de Caputo fue que el financiamiento lo conseguiría en el mercado local y que, por lo tanto, no era necesario tocar la puerta del Fondo Monetario, además les explicó que esa opción no era viable políticamente porque pondría en riesgo el plan reelección Macri 2019. La crónica de esa exigencia de la banca y el rechazo oficial fue publicada por Bloomberg, agencia con acceso privilegiado al mundo de las finanzas. Wall Street cerró el grifo de dólares, Caputo no aceptó la sugerencia de sus amigos financistas y la corrida cambiaria comenzó un par de semanas después, cuyo desenlace posterior fue el abrazo agobiado de Macri al Fondo Monetario Internacional. Wall Street quiere que el monto del salvataje sea de 50 a 60 mil millones de dólares, bastante más de los 20 a 30 mil millones que trascendió. El blindaje financiero de la economía macrista se armará con el crédito del FMI junto con aportes del Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo y de la Corporación Andina de Fomento, con préstamos de emergencia de grandes bancos internacionales denominados Repo (con garantía de títulos públicos) y con líneas contingentes de bancas centrales de países desarrollados.
La velocidad fulminante de la caída de la ilusión macrista derivó en una reacción desesperada: volver a pedir un crédito, con condicionalidades y auditorías periódicas, al Fondo Monetario. Opción que no estaba en la agenda del Gobierno ni del FMI. En la estadía de casi una semana en el país, en marzo último, motivada por la reunión de los ministros de Economía del G-20, la directora gerente del Fondo, Christine Lagarde, negó que Argentina fuera a solicitar un acuerdo de auxilio financiero y elogió el programa económico.
El Gobierno aspira a completar el salvataje con la operación de swap de monedas con China y buscaría una con la Reserva Federal (banca central estadounidense). El primer paso en esa estrategia fue dado a mediados de la semana que terminó, con 2000 millones de dólares del Bank for International Settlements (Banco Basilea). Esta última línea de asistencia, como el swap de monedas con el Banco Popular de China, fue utilizada por la entidad monetaria durante el último gobierno de CFK para sumar reservas, como así también un crédito contingente del Banco de Francia. Ahora intenta hacer lo mismo la conducción del BCRA de Federico Sturzenegger.
La ansiedad por abultar con dólares del FMI y de otras fuentes financieras la caja de las castigadas reservas del Banco Central tiene su origen en las dudas que empezaron a recorrer Wall Street y la city argentina: si el Blindaje que se está armando contra reloj servirá para tranquilizar a las fieras dolarizadoras, superando así la actual crisis de liquidez (falta de dólares), o será insuficiente para evitar una crisis de solvencia, que implicaría una nueva renegociación o default de la deuda. En caso de que la situación de inestabilidad financiera se acercara peligrosamente a esta última instancia, uno de los caminos para contenerla podría ser una megadevaluación, que arrojaría a la economía al combo dos hiper: inflación y recesión.
Paquete
En esa misma crónica de Bloomberg, del 28 de marzo pasado, de Pablo González con la colaboración de Ignacio Olivera Doll, se señala que un gerente de cartera (de inversión) le dijo a Caputo que Argentina, si solicita asistencia financiera al FMI, podría aspirar a conseguir 50 mil millones de dólares. El financista insistió con que Argentina podría obtener un préstamo similar al que tiene México, que fue pactado en 2009 y hoy suma 88 mil millones de dólares, línea de crédito que se renueva cada dos años y que, hasta ahora, no fue utilizado. Sólo actúa de paraguas de protección. El artículo asegura, en base a tres fuentes de acceso directo a ese intercambio, que la propuesta fue analizada por Caputo y sus más estrechos colaboradores en la semana del 4 de marzo, en reuniones privadas en el marco de un encuentro más amplio de unos 50 inversionistas en Nueva York. La respuesta oficial fue que era una opción inviable políticamente.
A partir de la suplica mendicante de Macri al FMI, ese monto de 50 mil millones de dólares ahora es reclamado abiertamente por uno de los principales bancos de inversión de Wall Street. Alberto Ramos, analista de América latina de Goldman Sachs, le dijo a Clarín que le parecía una cifra razonable los 30 mil millones de dólares que trascendió, pero si fuera más elevada, entre 50 y 60 mil millones de dólares, “daría un poco más de confort al mercado”. Lo mismo dice el último reporte del Credit Suisse enviado a sus clientes: “los 30 mil millones de dólares mencionados en la prensa son el monto del rango inferior de lo que creemos es necesario para llevar calma a los mercados”, ubicando el rango superior en 50 mil millones de dólares.
La magnitud de este auxilio sería necesaria porque, según evalúan en Wall Street, el mercado percibe que el Banco Central tiene un nivel de reservas relativamente limitado. Ramos señala que se necesita una suma que cubra no sólo las necesidades de financiamiento hasta el final del mandato de Macri (esos 30 mil millones de dólares), sino que tenga “un margen razonable para llevar tranquilidad al mercado”.
El Blindaje que demandan para la economía macrista tiene el objetivo de que los grandes fondos y bancos del exterior no huyan con sus capitales y, en el mejor de los casos, vuelvan a prestar o a subirse a la bicicleta especulativa de las Lebac. El crédito del FMI actuaría como la vía para reabrir el mercado de deuda argentina en Wall Street. Esta es la apuesta para abordar el actual escenario de turbulencias entendido como un problema de liquidez, pero que se puede convertir rápidamente en uno de insolvencia. En este último caso, los dólares del Fondo sólo facilitarían la fuga de capitales y los pagos cercanos de intereses de la deuda.
Stand by
Para alcanzar uno u otro monto en el préstamo contingente del FMI se necesitará una decisión política del directorio, que es dominado por Estados Unidos. La línea stand by que empezaron a negociar los técnicos del Fondo y el equipo de Hacienda no puede superar los 20 mil millones de dólares, de acuerdo a la cuota que le corresponde a la Argentina. El Gobierno pretende habilitarla bajo el mecanismo denominado “alto acceso”, que elevaría el monto y aceleraría los plazos de desembolsos.
Que vaya a haber seis semanas de idas y vueltas entre los técnicos fondomonetaristas y el equipo económico refleja el grado de improvisación y desesperación del gobierno de Macri. En los varios acuerdos pasados con el FMI, las tratativas eran secretas y luego el ministro de Economía anunciaba el cierre de la negociación con el monto del préstamo definido. Ahora todo fue decidido bajo la urgencia de una corrida cambiaria, de un día para el otro, con un llamado telefónico a Lagarde e informado a la población con un nervioso discurso presidencial de 2.47 minutos.
El margen de Argentina en Washington es así muy estrecho porque la negociación fue comenzada sin red y, por lo tanto, tendrá que aceptar condiciones que en otras circunstancias serían más livianas, puesto que rechazarlas implicaría correr el riesgo de que no haya auxilio. Macri anunció el inicio de las tratativas con el FMI sin tener el acuerdo cerrado. Es lo mismo que hizo con los fondos buitre, con el saldo conocido, que no fue otro que la aceptación de las condiciones exigidas de la contraparte.
Como en todos los pactos con el FMI, la definición final será política, y en esa instancia la posición de Estados Unidos es dominante. Quienes estudian y conocen la estructura de poder del Fondo saben que es importante el director gerente, que siempre le corresponde a Europa, y hoy ese cargo lo ocupa la francesa Lagarde, pero el funcionario clave es el número dos, el estadounidense David Lipton.
El respaldo de Estados Unidos al gobierno de Macri es el único activo importante que tiene el equipo económico en esta negociación. Esa carta será jugada mañana cuando Macri intente comunicarse con el presidente Donald Trump.
En ese marco de fragilidad económica y política, Argentina fue hacia los brazos del Fondo.
Tiempos
La convocatoria al FMI fue la movida de emergencia para frenar la corrida cambiaria, que fue gatillada por grandes bancos y fondos extranjeros cuando abandonaron las Lebac y compraron dólares, en un contexto de grifo de dólares cerrado de Wall Street. Pero en estos últimos días, la corrida continuó porque la demanda de billetes verdes se intensificó en pequeños y medianos ahorristas. Pasado mañana es un día clave en el mercado porque se produce el megavencimiento de casi 674 mil millones de pesos en Lebac (ver nota aparte).
El precio del dólar continuó avanzando pese a la batería de medidas lanzada por el Banco Central: subió la tasa de interés, siguió liquidando reservas y vendió dólares a futuro (lo hizo a un precio más bajo que el cierre del viernes, y no es una decisión que merezca la apertura de otra ridícula causa judicial como la que está en instancia de juicio oral). Ni la decisión de inclinarse ante el FMI está teniendo efecto tranquilizador en la plaza cambiaria.
Un factor clave en este escenario de inestabilidad cambiaria es cuánto durará la negociación con el FMI. Pablo Nemiña, sociólogo e investigador de la relación Argentina-Fondo Monetario Internacional, explicó en su cuenta de Twitter que, según los últimos cuatro programas suscriptos por Argentina (excluyendo la compleja negociación durante el gobierno de Eduardo Duhalde), el tiempo hasta tener lista la Carta de Intención del préstamo es entre 4 y 5 semanas, y para la aprobación definitiva por parte del directorio del FMI, entre 1 y 4 semanas más. O sea, entre 5 y 9 semanas hasta que se produzca el primer desembolso. Nemiña precisa que el anuncio de la Carta de Intención implica el acuerdo político, mientras que la aprobación del directorio la ratificación formal y entrada en vigencia del programa.
Otra observación oportuna fue la del abogado especializado en temas financieros Sebastián Soler, quien escribió en su cuenta de Twitter que “pensar que esto se arregla con una línea de crédito de unos 20/30.000 millones de dólares a desembolsar en cuotas semestrales de 5000 millones, empezando recién, y en el mejor de los casos, a mediados o fines de junio, es de una ingenuidad que asusta”.
Devaluación
Otra enseñanza de la historia de los acuerdos stand by es que, además de la obsesión por la cuestión fiscal con la consiguiente exigencia de reducción del gasto público, el FMI se involucra también en la cuestión del déficit de las cuentas externas. Para abordar ese desequilibrio siempre recomienda una fuerte devaluación. Para achicar la brecha del 5 por ciento del PIB de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, la depreciación del peso es el primer paso que reclama.
(Aclaración: El cálculo del porcentaje de la devaluación es diferente al del porcentaje de aumento del tipo de cambio. Nunca una devaluación puede ser del ciento por ciento, porque significaría que desaparece la moneda –no hay que caer en la burrada Lombardi de una caída del 600 por ciento–. En cambio, sí puede subir 100, 200 o 300 por ciento el tipo de cambio. Veámoslo con números: El dólar sube de 100 a 125; el tipo de cambio avanzó 25 por ciento ((125/100-1)x100); en cambio, la devaluación fue de 20 por ciento ((125-100)/125x100)).
Ahora analicemos números reales: desde el golpe cambiario del Día de los Inocentes pasado, cuando la paridad subió de 17,60 (11 de diciembre) a 19,46 (28 de diciembre), para luego describir el salto de 20,54 (23 de marzo) a 24,24 (cierre de anteayer), la devaluación acumulada es de 27,4 por ciento. La economía macrista lleva anotada una depreciación del peso de 59,6 por ciento desde el tipo de cambio oficial que recibió en 9,785 pesos. Y el salto del tipo de cambio entre puntas alcanza al 147,7 por ciento.
La magnitud de esta devaluación pulveriza salarios y jubilaciones reales por el shock inflacionario que provoca, si no hay mecanismos compensadores impulsados por el Estado, instancia en la que el gobierno de Macri no muestra ninguna disposición a transitar y ni el FMI a promover.
¿Este fuerte ajuste cambiario será suficiente para que el Fondo Monetario firme el crédito stand by o pedirá todavía más para habilitarlo?