En el memorando del subsecretario de Planificación Sanitaria de la Ciudad describiendo el futuro Polo Hospitalario Sur, no se menciona un aspecto que, después de diez años al frente del gobierno porteño, el macrismo considera central. Concentrar cinco hospitales en uno significa disponer de cuatro edificios para la venta, habilitar más espacios para la industria inmobiliaria, que la conducción del PRO considera tropa propia y a la que cuida especialmente. Tanto el actual presidente Mauricio Macri como el actual jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta privilegian la privatización de tierra pública como una manera de hacer “progresar” la ciudad. Desde la Villa Olímpica, que deja un resto de lo que fue un parque público muy abandonado entre varias manzanas recién trazadas, hasta la masiva venta de terrenos ferroviarios, pasando por la nueva zonificación de la Costanera y la venta de edificios nacionales como la sede del Instituto Antártico, esta verdadera política de Estado busca crear oportunidades de negocios aunque se reduzca la ya muy escasa cantidad de verde por habitante de Buenos Aires. El cierre futuro de cuatro hospitales tiene también que ser entendido en este contexto.

El proyecto de concentración de centros de salud fue anunciado por Macri en 2010, su tercer año al frente del gobierno porteño. En ese entonces se limitaba al cierre del Udaondo y el María Ferrer, y su traslado al Muñiz. El actual anuncio agrega el Marie Curie y el Instituto de Rehabilitación Psicofísica, aumentando todavía más la incoherencia de la iniciativa: en 2010 se habló de concentrar hospitales de la zona sur, un traslado medible en cuadras, pero en 2018 se agregaron uno en Parque Centenario y otro en Núñez, a kilómetros de distancia. Quien mire un mapa de los centros de atención públicos en la ciudad, nacionales o municipales, verá un claro intento de crear una grilla que cubra el tejido urbano, similar a la de las escuelas. Crear un polo de salud contradice este inteligente planeamiento.

Más allá de las consecuencias para la atención médica y la llegada de pacientes, que se detallan en la nota principal, el aspecto inmobiliario de la iniciativa dejaría disponibles cuatro propiedades en cuatro barrios muy disímiles, centros de salud generados en dos momentos históricos cruciales para la creación de un sistema de hospitales. Buenos Aires comenzó a construir un sistema moderno de atención pública a fines del siglo 19, usando tierras públicas o comprando lo que todavía eran chacras englobadas en la nueva capital para crear hospitales modelo. De esa fase nos quedan los enormes hospitales-parque en la zona sur y Chacarita, pensados de acuerdo al modelo alemán de cura en la naturaleza, con pabellones pequeños insertados entre arboledas, aire puro y tranquilidad. La siguiente fase fue la construcción de hospitales-torre, insertados en el tejido de la ciudad, puestos deliberadamente “a mano” de los potenciales pacientes y con un fuerte aspecto de atención primaria. La última fase fue la creación de centros especializados con la misma tipología de edificio en altura.

El Marie Curie, el Udaondo y el María Ferrer fueron inaugurados respectivamente en 1931, 1938 y 1936 como centros especializados en oncología, gastroenterología y rehabilitación respiratoria. El Curie es un edificio de porte insertado en el Parque Centenario, un caso temprano de la tendencia de recortar parques para no comprar terrenos que tanto verde nos costó. El Udaondo, sobre la avenida Caseros, y el Ferrer, en Constitución, son edificios más pequeños, de altura. La joya de la Corona, en cuanto a propiedad inmobiliaria, es el Instituto de Rehabilitación Psicofísica, creado en 1949 como la Ciudad Infantil de la Fundación Eva Perón. Es un espectacular terreno arbolado en las calles Echeverría, Dragones, Húsares y Juramento, y un ejemplo del último estilo arquitectónico público que tuvimos, el “chalet peronista”, amable y negador de las teorías de vanguardia.

Algo evidente en la lista es que los cuatro casos son edificios históricos, tres –el Udaondo, el Curie y el Ferrer– anteriores a 1940, la fecha de corte que por ley porteña hace que una propiedad sea considerable como patrimonial y por lo tanto algo a catalogar y proteger. Los especuladores inmobiliarios ya saben de este potencial obstáculo y saben, por experiencia, que este aspecto patrimonial puede frenar sus negocios. Pero en estos tres casos ya se nota un favor de las autoridades porteñas, porque ninguno está en la lista de potenciales Areas de Protección Históricas. La Ciudad mantiene, en su página oficial, una Base APH que permite ver la situación patrimonial de cada edificio. Esta base, que funciona lenta y requiere paciencia, es muy despareja y es actualizada a las perdidas. En principio, ahí se puede ver si un edificio está catalogado y con qué grado, o si fue estudiado y “desestimado” como patrimonio. Pero en los casos de estos tres centros de atención, se pueden encontrar todos los edificios de la cuadra, con la información completa, menos los hospitales. Simplemente, es como si no existieran. Hasta los edificios nuevos vecinos figuran, con las fichas vacías como corresponde a estructuras posteriores a 1940.

Esto augura un posible permiso de demolición de los tres hospitales, o un futuro destino de “edificio histórico reciclado en lofts”, una moda de resultados desparejos. Sólo el Instituto de Rehabilitación Psicofísica, el terreno más atractivo, está protegido con fuerza. El conjunto tiene una catalogación de grado estructural, el más alto disponible, forma un Area de Protección Histórica y tiene una protección “edilicia y ambiental” especial. Este alto grado de protección augura una batalla política de las duras para un futuro emprendimiento y hasta para la misma venta del lugar. Es difícil pensar un negocio para el conjunto del Instituto, pero la creatividad de los especuladores no puede ser descartada: un barrio residencial estilo peronista, con una torre vidriada al fondo puede ser un éxito.