Maia Debowicz y La Diablo
  • Susana Giménez. Vive en un mundo donde los dinosaurios siguen vivos.
  • Pamela David. Para quedar bien con el presidente y su familia no le importa quedar mal con su propia familia y con gran parte de su patria.
  • Matías Garfunkel y Victoria Vanucci. No les entra la bala.
  • Jorge Lanata. Ya harto de descubrir mausoleos llenos de billetes cada tanto ve si puede armar algún escándalo retando en masculino a una travesti. Atrasás cien años, Jorge.
  • Baby Etchecopar. Luego de ajusticiar a un ladrón, arrepentirse y calmarse unos meses, recordó que los negros son unos negros de mierda y lo dice.
  • Monseñor Aguer. De tanto mirar porno gay ha descubierto la masturbación animaloide y el petting. Se le agradece por sus iluminaciones.
  • María Martha Serra Lima. Diosa queer, con su hermosa gordura, su cabello y voz ultra masculina, su romanticismo meloso, la pifió este año haciéndose la mata-lesbiana para ver si sumaba alguna nota en los diarios.
  • El Mozo de La Biela. Echó del bar a dos mujeres por lesbianas y sin quererlo dejó el horno para bollos: preparó el terreno para el tortazo del año.
  • Eduardo Feinmann. Les hace justicia (por mano propia) a los que dicen que encarna la versión mala de su propio apellido.
  • Frank Worthen. ¿Quiere dejar de ser homosexual y no le sale? Llame ya al cura que cura. Restauración asegurada o no le devolvemos su dinero.
  • Alfredo Olmedo. El diputado neolítico denunció que el kirchnerismo ha quebrado la familia y fomentado la homosexualidad en el aula. Sin duda, la más pesada de las herencias.
  • La directora del Saint Patrick College. Le prohibió a un alumno ir a la entrega de diplomas con vestido. Libre expresión de la identidad de género, a marzo.
  • Guardia de tren bajador de tortas. Quiso bajar a dos chicas de las línea Mitre por besarse. No contaba con que los pasajeros las defendieran. ¿Se creerá aún en un tren a vapor?