En el origen de Povorot hay una historia real que conmovió a varias almas: la de una abuela y su nieto. Sofía –tal el nombre de la mujer– “había perdido la memoria y estaba apagada”, relata el actor Andrés Serebrenik. “No me reconocía. Se me ocurrió ir a visitarla con el acordeón, jugar a que era un personaje de Rusia, cantarle canciones que ella podría haber cantado en su infancia y así ayudarla a recordar. Después de varios encuentros, se puso a cantar conmigo y volvió”, dice. Povorot es un homenaje a su abuela y a todo lo que el reencuentro le hizo descubrir sobre sí mismo, entre otras cosas. Actúa junto a Adrián Garavano, con dirección de Agustín Soler.
“Povorot en ruso quiere decir ‘hacer un giro’. Cuando empezamos a juntarnos con Adrián, estábamos los dos en un momento en que necesitábamos transformar algo de lo que nos pasaba en la vida. Un momento de mucho cambio. Yo me sentía solo, alejado de mi familia. Y cuando me encontré con mi abuela, empecé a encontrar un valor en quién era yo. Antes, estaba totalmente inmerso en la idea de ser actor del under, tener una carrera exitosa, llenar el Konex; tener un reconocimiento afuera”, admite Serebrenik, quien durante ocho años trabajó como productor artístico de Telefe. Dejó ese rol en 2009 para abocarse a la música y la actuación. Fue director de Los Sutottos y conformó en 2013 la compañía de teatro físico, música y humor Los Felpa. “Me encontré con algo verdadero. Encontré algo de mi identidad que tenía que ver con lo ruso, el acordeón, el sombrero”, expresa.
El reencuentro con la abuela Sofía fue hace tres años. Serebrenik documentó el proceso: lo filmó y próximamente estrenará con ese material una serie en el canal UN3, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Escribió crónicas en su Facebook y subió fotos a Instagram. De Telefe volvieron a llamarlo: no ya para que sea productor, sino para que su nuevo personaje –el ruso que tocaba el acordeón– integrara un programa de humor (¿En qué mano está?). Antes de que comience la entrevista con PáginaI12, el mozo que le sirve el té al joven lo reconoce. “Empecé a jugar ese personaje también adentro de una orquesta. Y me fui a tocar al subte, a la línea B. Se me instaló fuerte la raíz”, cuenta. Dice que no sabe si su abuela –de memoria frágil desde que enviudó– llegó de Ucrania o de Rusia, pero sí que lo hizo en barco cuando tenía 6 años.
El camino lo condujo entonces a Povorot, propuesta de lenguaje físico y absurdo, la historia de dos rusos que emprenden un viaje en busca de su propia revolución. “Trata de la dificultad de encontrarse uno y de cuáles son las batallas internas. Porque no es gratuito desarmar cosas; atravesar el dolor para encontrarse con algo más real”, sintetiza el actor. La revolución como proceso histórico aparece como excusa y en pos de trazar un “paralelismo con la actualidad”: la pregunta es “¿cómo sería hoy plantear un quiebre?”. “Está sutil y simplemente tratado, no es explícito”, aclara Serebrenik. El proceso de los ensayos, que les exigía a los actores un rotundo compromiso emocional, llevó tres años. En el último comenzó a guiarlos el actual director, Agustín Soler.
“La construcción de los personajes está hecha desde el movimiento. Es como una partitura musical. Está muy elegido cómo nos desplazamos. Con qué peso, con qué dinámica, cuánto tiempo... aparece el discurso cuando es necesario. Aunque el lenguaje es absurdo, no tenemos como primer objetivo divertir. Es fuerte la obra, porque trata sobre los miedos, la soledad, la muerte, la guerra”, describe el músico, discípulo de George Lewis, clown norteamericano referente de la comedia física y de la biomecánica de Meyerhold.
Serebrenik todavía trabajaba en el programa televisivo cuando su abuela falleció. “Tuvo un ACV y estuvo internada durante cinco meses. Fue duro. Yo iba todos los días a hacer el programa de humor y entretenimiento, y a la vez al hospital a estar con mi abuela y a tocarle el acordeón. De ahí, a ensayar. Mi revolución fue no dejar de acompañarla. No perderme”, expresa el integrante de la murga Le puse Cuca. Povorot se presenta por última vez este domingo a las 20.30 en el Teatro del Perro (Bonpland 800, a la gorra).