En medio del desconcierto reinante en el equipo de gobierno que encabeza el presidente Mauricio Macri la consigna, seguramente emanada de sus estrategas comunicacionales, es la de afirmar que pese a todo y con evidencias en contrario, el rumbo en el que insiste el oficialismo es el “camino correcto” y el “único” posible para la Argentina. Una mentira más entre las tantas a las que nos tiene acostumbrados Cambiemos.
Lo dijo Marcos Peña y lo repiten los suyos. “No hay otro camino” y hay que continuar por la misma senda sin detenerse a analizar ni siquiera las alternativas. Varias consideraciones, entre otras muchas que podrían hacerse.
Primera. No es verdad que el gobierno transita la única alternativa, sino que eligió un camino que favorece a un sector de la sociedad en detrimento de otros y está dispuesto a recorrerlo a cualquier precio. Es el costo que le exigen quienes lo llevaron al poder y hasta hoy lo sostienen. Es lo que el gobierno considera que debe pagar. Lo admiten hasta los propios aunque guarden silencio cómplice. Existen otras opciones que aun quienes poco y nada conocen de economía (es el caso de quien escribe) pueden apreciar. Los números no cierran como consecuencia evidente de que el gobierno tomó medidas que produjeron una monumental transferencia de ingresos a los sectores del campo bajando las retenciones, permitiendo la especulación mediante la acumulación de stocks, quitando impuestos a la minería, liberando las importaciones, entre otros muchos motivos.
Segunda. Cuando se reafirma que este es “el camino correcto” (Marcos Peña dixit) lo que se sostiene que esta ruta es la que favorece y seguirá favoreciendo a los grupos económicos aliados de Cambiemos, antiguos y actuales empleadores de gran parte de los funcionarios que hoy ocupan cargos de relevancia. No es un mensaje a la ciudadanía. Es recado para los propios. Se traduce. Es el camino correcto para no defraudar a quienes empujaron a Cambiemos al gobierno, lo sostienen y con quienes hacen negocios. Es el camino correcto para no romper una alianza entre los gerentes instalados en el gobierno y esos grupos de poder. No hay alternativa porque un “plan b” significaría romper un pacto y el fin de una alianza de mutuo beneficio a la que ninguna de las partes quiere renunciar.
Tercera. El “camino correcto” es una versión más del “sí se puede” con el que el macrismo intenta reafirmar la idea de que hay que continuar por la senda del “sacrificio” y el “esfuerzo” supuestamente aplicado a todos y como si los asalariados, los jubilados y las personas vulnerables fueran incapaces de darse cuenta que todos ellos están fuera de esa ruta virtuosa.
Cuarta. El FMI es “nuestro mejor aliado” y la “mejor alternativa”. El camino “correcto” es aceptar sus condicionalidades, que seguramente incluirán baja de salarios, confiscación de jubilaciones y mayor devaluación. El FMI, que antes no era opción ni para los que hoy son funcionarios, ahora es “bueno”, distinto y solidario.
Lo que demuestra todo lo anterior es que el “mejor equipo” está desconcertado, improvisa sobre la marcha, no tiene “plan B”. Su única certeza es que solo puede considerarse “correcto” aquello que favorezca a los poderes económicos a quienes representan los gerentes que hoy operan de funcionarios.
También que lo que Macri, Peña y su equipo consideran “correcto” es que son los asalariados, los jubilados y los pobres los que hoy tienen que pagar con su sacrificio y resignando calidad de vida el enriquecimiento de ricos cada vez más ricos (de aquí y de afuera). ¡Correeectooo!