Una niña desaparecida, un secuestrador disfrazado de Santa Claus. Una corporación mafiosa que tiene comprado a todo el departamento de policía de New York. Un ex detective con pasado oscuro, alcohólico y ultraviolento, reconvertido en asesino a sueldo. Una "extraña pareja" típica de las buddy movies. Hasta allí, los ingredientes habituales en varias series policiales que alimentan el universo de la TV o las plataformas de streaming. La cuestión es que el mafioso viste pulóveres navideños y amenaza con prenderle fuego al perro de la familia "otra vez" si no deja de rascarse. La cuestión es que el killer es el extraordinario Christopher Meloni, de Law and Order: Special Victims Unit y uno de los presos de Oz. Y la cuestión, sobre todo, es que su "extraña pareja" es un unicornio azul alado y dientudo, el amigo imaginario de Hayley, la niña desaparecida. Bienvenidos al delirante universo de Happy!, una de esas apuestas seguras que se agradecen en tiempos de sobreabundancia de opciones audiovisuales.
Basada en un comic del guionista Grant Morrison y el dibujante Darick Robertson, Happy! se estrenó en diciembre del año pasado en la señal estadounidense Syfy, y su tono inhabitualmente cáustico llamó la atención de la crítica y el público. A comienzos de 2018 se anunció la realización de una segunda temporada; en los últimos días de abril llegó a Netflix, y es una opción para poner bien alto en el playlist de usuario. No todos los usuarios, claro: aquellos que no gustan del policial o prefieren evitar la hiperviolencia y el humor negrísimo deben abstenerse, y desde ya que la aparente inocencia del unicornio y el tono de cuento navideño están lejos de alentar la presencia de niños frente a la pantalla. Más bien lo contrario.
La inocencia del unicornio y el tono navideño están lejos de alentar la presencia de niños frente a la pantalla.
Para evitar el spoiler de momentos altamente disfrutables, será mejor no entrar en detalles de cómo Nick Sax termina interactuando con el unicornio Happy (vocalizado por Patton Oswalt, la rata cocinera Remy de Ratatouille), invisible para --casi-- todos los demás pero clave en el desarrollo de la historia. Lo que importa es el aspecto desastrado y el carácter desquiciado de Sax y la hilarante máscara que le pone Meloni; lo que importa es el modo en que terminan trabajando juntos y cómo el unicornio típico de una imaginación infantil naif se gana el título de "partner" del ex policía. En ocho capítulos que llaman a la visión encadenada, Nick y Happy van desovillando una trama donde abundan las vueltas de rosca pero donde sobre todo prima la amoralidad y el desprecio por toda convención social. Hay perversiones desagradables y raptos de violencia irracional; hay un aprendiz de mafioso zombi y onanista y una anciana bruja italiana que utiliza repulsivos ingredientes en sus pociones; hay una madre soltera que parece perdida pero termina revelando tener más agallas que unos cuantos policías; hay un conductor superestrella de programas infantiles con todos los boletos para terminar en el pabellón de pedófilos; hay una descomunal participación de Patrick Fischler (Mad Men, Lost) como un eficiente torturador empleado por la mafia; hay una detective atormentada en búsqueda de redención, un Papá Noel maloliente y terrorífico...
Y hay escenas para colgar en un cuadrito, para volver a ver y seguir riendo al borde de las lágrimas. En el primer episodio, la aparición de Happy en el interior de una ambulancia entrega el segundo gran momento de Meloni y un inolvidable incidente con una cápsula de adrenalina (conviene mantener en secreto el primer gran momento, al minuto de iniciada la serie); en el capítulo dos, una partida de póker termina a los tiros y con el unicornio delirando por un shot de cocaína. Y aunque parezca mentira, es solo el comienzo: Happy! apela a todo un arsenal de recursos audiovisuales que incluyen brotes de ritmo frenético y encuadres que ponen la perspectiva patas arriba, falsas filmaciones de casting y videoclips, pasajes de Sax participando en el set del profeta de la telebasura Jerry Springer y una ronda de confesiones de amigos imaginarios descartados en el que una adusta muñeca echa pestes contra su dueña porque "dejó de interesarse en mí para concentrarse en esos horribles penes". A cada paso, la serie dirigida por Brian Taylor y David Petrarca redobla la apuesta, corre los límites, subvierte lo políticamente correcto y lleva al espectador a un viaje alucinado y alucinante.
Y entre todos esos factores que hacen de la odisea de Nick Sax una opción altamente recomendable del streaming televisivo, está el mismo Happy, que empieza bailando y cantando alegremente y termina recreando la escena de la tortura en Perros de la calle... con un títere de media: un unicornio azul mucho más cercano a la relectura de Leo Maslíah que a los sueños de Silvio Rodríguez o al universo rosa de Mi Pequeño Pony. Jo jo jo, todo el año es Navidad.