Diana Theocharidis, directora artística del Teatro de la Ribera, reunió a cuatro enormes coreógrafos para que trabajaran la idea del striptease y a la compositora Carmen Baliero para hacer interludios musicales entre los cuadros. El resultado es imperdible y se llama Strip + tease= 4 desvelos. Según Diana, el secreto del striptease, al que no se lo considera género artístico, dice, está en cómo se hace y no en lo que se muestra: “No se trata del punto de llegada sino de la manera en que se llega allí”. Los cuatro fantásticos elegidos para coreografiar fueron Maricel Álvarez, Florencia Vecino, Pablo Rotemberg y Carlos Trunsky, quienes entendieron perfectamente la consigna. En ninguno de estos cuadros los streapers muestran todo: juegos de luces, una cinturonga, o simplemente la ropa puesta, son los recursos con que se cubren las zonas pudendas y se trunca cierto vouyerismo de los espectadores (“hay una voluptuosidad inadjetivable en el hecho de comprobar”, escribió Pizarnik). Verlo todo, definir por los ojos, correr detrás de la zanahoria que promete convertirse en la frutillita del postre: eso nunca. Y en el camino, por supuesto, sucede lo interesante. La obra arranca con Ecdisis, la pieza con que Álvarez, tomando el pensamiento del escritor H.L. Mencken, propone cotejar al arte del desnudo con el fenómeno de la muda de piel en algunas especies. Para esto, un cuerpo trans, encarnado por UIrico Eguizabal Catena, se va despojando de un ceñidísimo vestido plástico y alternando performatividades de feminidad y masculinidad extremas (desde una sensualidad gatubelesca a la musculación de un fisicoculturista). El título de la segunda coreografía es todo un aporte al feminismo: se llama Impuesto rosa y se refiere a ese 30 por ciento agregado a los productos consumidos por mujeres (pienso en esas maquinitas de afeitar color rosa, por ejemplo, mucho más caras que las azules tradicionales). Con aire pop y entre elementos escenográficos que traen la presencia mirona de las redes sociales, el cuerpo de Florencia Vecino, también directora, va del de la sexy girl a, por momentos, la androginia. Chicas aparecen también en Burlesque, interpretado por Fanny Bianco y Mariela Anchipi, y dirigido por Carlos Trunsky, que se dedica a coreografiar una relación lésbica entre streappers que a lo sumo se quedan en trajes de baño muy recatados, estilo años 20. Una de negro azabache y la otra de blanco impoluto, las dos terminan gritando alternativamente “Concha - teta - concha- teta”, dejando en el teatro de La Boca un clima ardoroso y en el Riachuelo, que está enfrente, un peligro de desborde. Pablo Rotemberg, director también, entre otras obras, de la sensacional La Wagner, hace de El cisne salvaje, la tercera pieza de Strip + tease= 4 desvelos, algo deslumbrante. No solo por las complejas coreografías que el bailarín Emilio Bidegain lleva adelante - todas con un trabajo físico muy exigido a diferencia del paso fácil y repetido de la mayoría de los streappers-, sino por la capacidad de conmover, hacer reír -en especial cuando baila una canción italiana vestido de cowboy- y a la vez incomodar por sus alusiones a la cultura fascista en mezcolanza con lo abiertamente gay. “Lo que trabajamos con Pablo es cierta ambigüedad –dice Bidegain– que se desprendía un poco de mi físico. Y poner en juego que el baile pueda ser dirigido a un público femenino o gay. Lo ambiguo se juega, a su vez, entre lo niño y lo adulto”. Pero no sólo eso: también el límite entre las especies se desdibuja, porque Bidegain en más de un momento de la obra, además de bailar, como buen cisne, aletea. Aunque fue lector en sus épocas mozas de Hans Christian Andersen, cuenta Pablo Rotemberg que el título que alude al cuento de este autor le llegó después que la obra estuviera terminada. “Me interesó el nombre poéticamente, y es más bien un homenaje a Los cisnes salvajes, pero en singular porque es un unipersonal. Además me pareció que encajaba con el tema del relato, la idea de la transformación, de la metamorfosis. Y la idea de un cuerpo que a lo largo de la obra va sufriendo mutaciones. Pequeños números de striptease, que van modificando al intérprete que finalmente termina desnudo, cuando el cuerpo aparece en su máximo grado de pureza o de verdad (que en el relato de Andersen es cuando los cisnes vuelven a ser personas)”. Ante la pregunta de por qué elegir la figura del streapper masculino, que es una de las representaciones más convencionales del género, el gran Rotemberg responde: “El strip tease nace como un género en el que la que se desnuda es la mujer, con el burlesque en los años 20, pero el streapper masculino es más reciente, se hace visible recién con la liberación homosexual. Dentro de un género desclasado, es el último eslabón en esta tradición y tiene menos pretensiones. También quise poner en escena algo que tiene que ver con la fragilidad de los encasillamientos de género, o de las sexualidades, que es esta idea de que en la vida real un streaper gay trabaja en un club de mujeres o viceversa. Ahí se ve claramente la construcción del estereotipo”.l
De viernes a domingo a las 19, Teatro de la Ribera, Av. Pedro de Mendoza 1875.