Agitadorxs de todas las cuevas se mezclan entre fanzines, pastiches y fotocopias urgentes, recogidas en este archivo invaluable de la vida under porteña y sus más afilados proyectos, programas y gritos. “Errores de máquina, faltas de ortografía, repeticiones, lapsus, voces diversas. Esta revista puede leerse con el criterio de la eficacia formal, la coherencia del diseño, la lógica. Nosotras proponemos otra lectura: privilegiar el sentido por sobre ‘las marcas de fábrica’ de nuestra manera de editar. Una gráfica que mezcle lo ‘subte’ con el diseño ‘moderno’, una organización diferente de poner en circulación las palabras”. Así reza paganamente una reproducción del número cero de Mujeres en movimiento de marzo de 1986, cuyo colectivo de redacción lo integraban Mariana Imas, María Moreno, Mónica Tarducci y Laura Rossi. Esta y otras publicaciones formaron parte de la muestra de tapas de fanzines que el año pasado copó las paredes del Centro Cultural Rojas y ahora inaugura el primer capítulo del libro, conformado por gemas como el número 2 (sin fecha) del fanzine punk queer sobre sexoafectividades sadomasoquistas Eros Errata/Bonzo Baby Doll, que desde su tapa augura los principales contenidos y su línea editorial: “leather, amor libre e imaginación erótico-política”. Le siguen el número 1 de Puto el que lee, creado por el poeta y dibujante Ioshua Marcos Belmonte en 2001 y una edición dedicada al hardcore gay político que incluye crestas tan rígidas como las pijas de sus juguetones protagonistas. Gorda!, de julio de 2013, el fanzine de Laura Contrera que difunde artículos, notas y reflexiones contra la gordofobia y desenmascara pateando fuerte a la industria de la dieta y la parametrización corporal, rechazando desde el vamos la necesidad de aceptación y el agrado de cualquiera. Piezas históricas y fundamentales como la Cerdos & Peces de abril de 1984, su “Sección gay” y la maravillosamente caótica Redacción encabezada por Enrique Symns, agujero de luchas, organizaciones de fiestas y resistencias contra los edictos policiales, también sede de la histórica CRAP, Comisión de Repudio Al Papa, dedicada a recibir a Juan Pablo II en su segunda visita al país en 1987.
Como si algo de esto fuera poco, al inconmensurable tesoro de datos y tapas indexado en el Libro de Fanzines (Ed. Tren en movimiento) se suma un puñado de jugosas entrevistas que contextualizan y definen las múltiples ideologías que subyacen detrás de esas fotocopias pegadas durante largas noches de insomnio, excitación y ansiedades varias. Un diálogo exclusivo con Patricia Pietrafesa, punk pionera, fanzinera, editora de Alcohol & Fotocopias y bajista de Kumbia Queers revela derivas, orígenes y alcances de su fanzine Resistencia, las columnas sobre homocore, fotos de un andrógino Iggy Pop, secciones feministas y notas sobre Michel Foucault. Un texto de Rafael Aladjem, editor de los históricos cuatro números del Homoxidal 500, rememora el zine queerpunk que vio la luz en 2001 y que hasta el día de hoy sigue generando seguidores y debates cruciales sobre la disidencia sexual y el under musical junto a las redes postales que agitó, las experiencias de salidas de closet de sus lectores, sexualidades en el colegio secundario, comentarios de cine, discos, libros o la sección de los chicos más lindos de la escena punk: “Así empezó Homoxidal 500: eufórico, desordenado, sin plan a largo plazo y con la inocente necesidad de ser verdadero”. Rafa traza rápida y contundente la principal motivación de su fanzine y la distribución urgente que demandaba: “la necesidad de ser punk y puto, ruidosamente, sin boludeces”. Entre la sección de fanzines de historieta brillan las absurdas Araca, Cala, Jaca (historietas obvias) con seis números publicados durante 1987 por la pluma desenfrenada de Batato Barea, el travesti clown literario que tanto amamos. Garabatos, trazos deliciosamente infantiles, experimentos con tintas, rayas y rayones, palabras sueltas, el caos como principio de edición y el (des)orden de sus contenidos son solo algunas de sus perlas.
El Libro de fanzines es un compendio fundamental, inagotable e inabarcable de materiales que urgen ser visitados y revisitados, no sólo por un afán nostálgico de conocer en profundidad cómo se movía la contracultura queer en las décadas anteriores plagadas de censura y sin la inexistencia de internet, sino también para reapropiarse y actualizar esas palabras revoltosas y fotocopiadas que, al día de hoy, siguen teniendo mucho por decir, gritar y pegotear.