La genialidad de Malinowski residió en demostrar por primera vez en la historia de la Antropología, que no hay conocimiento científico de la diversidad socio cultural de las poblaciones humanas sin un contacto ceñido y prolongado con ellas. Ese conocimiento etnográfico, resulta de los lazos construidos por el/a investigador/a con esos otros, al aproximarse a sus vidas, valores, hábitos y creencias. Desde Los Argonautas del Pacífico Occidental (1922) hasta Una teoría Científica de la Cultura, libro póstumo (1944), su obra se orientó a demostrar que las técnicas de aproximación esporádica, y de estandarización de los procedimientos de contacto, son en Antropología pseudocientíficas. Este tipo de investigaciones corren altísimo riesgo de quedar prisioneras de visiones etnocentristas sobre el grupo social estudiado. Serán proclives a proyectar sobre los otros, sistemas de clasificación, valores morales, y esquemas de acción, occidentales o dominantes, sin poder contrastarlos en la relación con los nativos. Ninguna será capaz de comprender el modo en que la visión de estos últimos, es constitutiva de sus vidas.
Bronislaw Malinowski descubrió que el método etnográfico, exigía la inmersión en situaciones cotidianas y extraordinarias, una profunda zambullida que fuera más allá de las normas ideales que supuestamente los regulaban. La distancia inicial que este conocimiento demandaba, no era entonces con los nativos sino con los propios, los europeos, plagados de prejuicios como los suyos pero movilizados por intereses políticos, comerciales o religiosos, y desinteresados del conocimiento de los nativos en sus propios términos. Su enunciación del método etnográfico conjuró la idea de que la objetividad se consigue con distancia y protocolos de acercamiento, encuestas o cuestionarios. Lejos de eso, la magia del etnógrafo dependía de estar ahí, captar los imponderables de la vida real, participar sin dejar de observar, para luego registrar, describir o transcribir en la libreta de campo y en el diario, distinguiendo: lo que los nativos hacen, de lo que dicen, de lo que deben hacer, y las interpretaciones del etnógrafo.
Este antropólogo nació el 7 de abril de 1884 en Polonia, entonces territorio del Imperio Austro Húngaro, y murió el 16 de mayo de 1942 en Estados Unidos. Su obra más renombrada, dedicada a comprender el Kula, sigue siendo Los Argonautas. El autor desafía allí la teoría del homo economicus, tanto como la del salvaje sin reglas, o el ser automatizado preso de la comunidad tribal. Fue en su Introducción, donde postuló de una manera clara, exhaustiva y ejemplificadora, las bases del método etnográfico.
La potencialidad del trabajo de campo etnográfico quedó demostrada cuando Malinowski comprendió, a través de una vívida descripción de la dinámica tribal, por qué los conceptos occidentales de: comercio, trueque y moneda, no alcanzaban para dar cuenta de la función social del Kula. Esta institución, así denominada por los trobriandeses, habitantes de un archipiélago en Nueva Guinea, requería de un texto, una etnografía, que permitiese contextualizar la dinámica de los intercambios de objetos ceremoniales, asociados a intercambios de: alimentos, cestería o herramientas, entre personas y tribus. No había otro modo de demostrar su carácter integrador de múltiples dimensiones de la vida. Ese entusiasmo con el cual los nativos le hablaban del Kula era un indicio clave. Así, inscripto en la perspectiva funcionalista sus hallazgos lo impulsaron a discutir argumentos evolucionistas y etnocéntricos, sobre las sociedades tribales, de Emile Durkheim, y aportar al estudio de Marcel Mauss en Ensayo sobre el Don (1924).
Hubo algo más, la integración social a través del Kula era, para Malinowski, una clara muestra de cómo la reciprocidad intertribal contrastaba con el extravío sombrío que por entonces vivían las naciones europeas sumidas en la Gran Guerra (1914-1918) en donde la violencia dominaba el intercambio.
Casi cien años después, su obra es el punto de partida ineludible de cualquier manual de etnografía o curso, sea cual fuere el lugar de la tierra donde se transmitan las bases del conocimiento antropológico. Su vigencia se actualiza cada vez que nos embarcamos a desafiar nuestra visión del mundo, y aportar al conocimiento de los pilares que alimentan la armonía o la intolerancia social.
Sabina Frederic (Profesora e Investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes y CONICET)