El ataque de pánico es un trastorno que se presenta con miedos intensos o terror. No tiene que ver con una enfermedad orgánica ni se debe a factores tóxicos o abstinencia de sustancias. Tampoco responde a amenazas de peligros reales. Los síntomas que permiten dar cuenta de que una persona estuvo atravesando un ataque de pánico son fundamentalmente la alteración del ritmo cardíaco, sensación de ahogo, opresión o malestar torácico, y síntomas cognitivos como el miedo a perder el control y sensación de muerte inminente, entre los más comunes. Suele decirse que el ataque de pánico es un trastorno de esta época. Sin embargo, no es novedoso porque Freud ya hablaba del mismo con otra denominación. “Freud hablaba de crisis de angustia y tiene varias nociones de angustia a lo largo de toda su obra. Esto está descripto por Freud, letra a letra, en lo que llamó crisis de angustia”, señala Juan Carlos Cosaka, médico psiquiatra, psicoanalista, Magíster en Psicoanálisis y autor de Ataque de pánico. Una lectura psicoanalítica (Editorial Letra Viva). “Mi idea parte también de cierta observación de lo que es la crisis de angustia porque entre los ítems que cuentan las personas que han padecido esto, está el hecho de decir: ‘Sentí que me moría’; es decir, la sensación de muerte. Es interesante porque eso no podría estar en la memoria de nadie. Es paradojal. Me llevó a pensar que si bien Freud hablaba de desrealización, eso da la pauta, o por lo menos una sospecha de que lo que está en juego es una salida de la subjetividad”, agrega Cosaka.
–¿Qué diferencias podría establecer entre pánico y angustia?
–Freud llegó, incluso, a decir que la angustia es angustia frente a algo. Ese “ante algo” quiere decir que hay quien se posiciona frente a ese algo. En la angustia hay quien elabora la señal de displacer, como dice Freud, y entonces se posiciona respecto de algo como una respuesta ya sea corporal o la huida, o lo que sea. Pero hay alguien. La angustia es un dato del sujeto. Incluso una señal que siente el sujeto. Es decir, hay un sujeto presente que siente la angustia. Yo lo propuse como un momento fuera de la posibilidad de elaborar la angustia.
–Usted habla de que hay un impedimento de la aptitud discursiva en ataque de pánico.
–Sí. Hay una alusión a Lacan en la idea de que, de alguna manera, todos somos débiles mentales porque la debilidad mental es para dar cuenta de la excitación. A diferencia del animal que tiene el circuito del instinto, el ser humano lo encaja en el ensamble que es la pulsión y, entonces, da una respuesta. Freud dice que hay una prosecución directa de la pulsión; es decir, no hace el circuito pulsional que nos permita dar una respuesta a esta intensidad que nos habita. Entonces, la debilidad mental sería, a diferencia de la debilidad mental orgánica, puntual y reversible. La cuestión del pánico sería, debido a la debilidad mental, elaborar una posición subjetiva como la de la angustia. Después, hay una recomposición subjetiva en la mayoría de los casos en el momento en que pasó, cuando se relata qué pasó: transpiración de manos, palpitación, sudoración; es decir, son todas referencias corporales. Por eso, lo que me parece más original es que el pánico no es mucha angustia.
–Es un más allá de la angustia...
–Sí, es un más allá. O una imposibilidad de elaborar la angustia como una respuesta.
–El ataque de pánico es un trastorno del campo de la neurosis y no de la psicosis, ¿no?
–Uno podría decir que, tal vez, es factible que se den cuestiones en el cuerpo en la psicosis, porque ésta tiene que ver esencialmente con un cuerpo que, a veces, se maneja solo. Cuando los psicóticos tienen locura de angustia, digamos, el cuerpo les responde por todos lados. Estamos hablando de la psicosis clásica, donde aparecían catatonías: un tipo que se pasaba con la mano levantada una semana o no dormía cinco días. Hoy en día, con la psicofarmacología, eso cede. Pero de todas maneras, siempre que hay cosas en el cuerpo, estamos pensando en una psicosis, no en una conversión histérica, por ejemplo.
–¿El ataque de pánico siempre está acompañado por la sensación de muerte inminente?
–Sí, porque esa sensación de muerte inminente es la pérdida de la posibilidad subjetiva. No hay un sujeto ahí.
–¿Tiene causas sociales el ataque de pánico o hay que ver cada caso en su singularidad?
–Uno podría decir que, habida cuenta de la cuestión psicoanalítica, siempre es uno por uno. Creo que lo que puede pensarse desde el campo cultural es la caída no sólo de la autoridad. Muchos dicen: “El lugar del padre”. Al perder la palabra, hay una tensión agresiva generalizada y un eufemismo generalizado. No me voy a meter, pero usted debe saber lo que es vivir en este mundo y en Buenos Aires, donde alguien le pega un tiro al vecino porque discutieron por un perro. O las cosas que pasan en el campo social. Sí podríamos decir que hay determinantes culturales-sociales que logran que haya una tensión agresiva generalizada. Freud dice que en la masa uno pierde la singularidad y la conciencia de sí y, por lo tanto, se hace más agresivo. Podríamos dar el ejemplo de un tipo de familia profesional que está en la cancha de fútbol y le pega un botellazo a alguien que está por ahí. Entonces, estos ejemplos y leer los diarios todos los días dan la pauta de que ya no es que viene la autoridad y todo el mundo se calla la boca. Hoy en día frente a un delito que alguien hizo, la familia va y quema la comisaría. El mando es que alguien lo tiene y todos deben obedecer, mientras que la autoridad te la confiere el grupo. Eso hoy en día tambalea. Basta leer los diarios: “El señor policía maneja un prostíbulo”.
–¿El pánico se produce más en las clases altas y adineradas o es un prejuicio que suele haber en los medios en relación a esto?
–En realidad, se produce universalmente. Alguien que tiene más aptitud discursiva estaría más protegido, pero eso según la fórmula. Uno podría decir que tener un ataque de pánico no es lo mismo que tener hemorroides, por ejemplo. Lo que habría más por un ataque de pánico, en términos de clase social, es la consulta.
–Alguien que no puede acceder a un tratamiento clínico no significa necesariamente que no vaya a tener un ataque de pánico. Simplemente que no lo va a poder consultar ni tener un tratamiento para curarse. O se lo suele confundir con otras cosas, como por ejemplo, con problemas cardíacos, como cuando recién se conoció el ataque de pánico.
–Empezó por problemas de cardíacos. En el siglo XVII, un médico de guerra dijo que habría una especie de taquicardia de los soldados y llamó a eso “pánico”. Se puede dar el caso de que alguien de una clase humilde que tiene eso, va a los evangelistas y le dicen que tiene el demonio adentro o que le hicieron un daño. O la bruja le dice que la cuñada le hizo un daño. Entonces, le da un sentido. Yo tuve un pacientito hace muchos años que iba a estas cosas evangelistas. El evangelismo es una religión respetable como cualquiera, pero que tiene muy en cuenta la cuestión del demonio y de la posesión demoníaca. Entonces, por ahí, el tipo tiene una crisis pánica y le dan otro sentido.
–En su fantasía le generan una lógica del miedo.
–A veces, hasta le acomodan el delirio. Pero en relación a si hay una elección de clase, yo creo que hay más detección en el campo del trabajo clínico.
–En ese sentido, ¿hay más casos de ataque de pánico en esta vida moderna y urbana, donde todos viven como alocados, o ahora se conocen más los síntomas? Mucha gente habla del ataque de pánico como si fuera un fenómeno de época pero, en realidad, lo que puede estar sucediendo es que hay más información al respecto. ¿Cómo lo observa?
–Como múltiple determinado. En principio, se habla de ataque de pánico por un montón de cosas. Es fácil decir: “Tenés un ataque de pánico”. Me mandan muchos pacientes para la consulta y lo que tienen son momentos de angustia. Hoy en día no tendría tanto marketing como la bipolaridad. La psiquiatría pasaría por momentos de modas. Las cuestiones del estrés postraumático, por ejemplo, si los norteamericanos tienen soldados en Afganistán y en otros lados, vienen todos los papers para la psiquiatría con “estrés postraumático”. En otra época, sería el ataque de pánico. Atento a lo que usted dice, en la vida moderna y en una ciudad como ésta, la gente se encuentra con momentos de atención de demandas múltiples. Suelo decir que si el personaje de Michael Douglas en Un día de furia llegara a vivir en Buenos Aires se moriría. O mataría más. Hay gente que se desborda porque no hay algo que le haga borde.