“Buena Vista fue algo único en la vida. Sabíamos que habíamos hecho un disco especial, pero nadie podría haber imaginado todo lo que vino después.” Las palabras de sus protagonistas definen el trazo grueso de lo que fue uno de los proyectos más exitosos de la última etapa de la industria de la música, como tal. Con la muy particular característica de haberse basado en ritmos e intérpretes que parecían olvidados, los de la música tradicional cubana. Veinte años después, aquel éxito planetario que fue Buena Vista Social Club sigue dando tela para cortar. Esta vez, volverán a la Argentina algunos de su protagonistas: Omara Portuondo, Elíades Ochoa, Manuel “Guajiro” Mirabal y Barbarito Torres revivirán las canciones de aquel suceso, y sumarán otras, hoy a las 21.30 en el Luna Park. Allí también se proyectará el documental que recrea la histórica reunión.
A fines de los 90, en tiempos en que aún se vendían discos, Buena Vista ocupó todas las bateas de “world music”. El éxito pronto atrajo a Wim Wenders a hacer una película sobre el fenómeno, también muy recordada y clave para ampliar el alcance de Buena Vista. Desde entonces, todos los que van a Cuba reconocen en cualquier esquina eso que esta juntada ayudó a redescubrir: el “sabor”, la potencia de canciones como “Chan Chan”, “Dos Gardenias” y “Candela”. El proyecto original iba a ser bastante diferente: el plan era hacer un disco híbrido experimental que reuniera músicos africanos y cubanos, pero resultó que los africanos nunca llegaron a Cuba, por problemas de visados. Así terminó siendo un disco, y no dos como se había planeado originalmente, y el proyecto se reorientó, dadas las circunstancias, a celebrar la vitalidad de la época de oro de la música cubana, los años 40 y 50, y a sus intérpretes históricos. Eso que terminó siendo el gran acierto de Buena Vista.
La mayoría de los músicos que se reunieron a grabar en el estudio Egrem en La Habana, en 1996, no estaban por ese entonces precisamente haciendo música. El cantante Ibrahim Ferrer, como contó en las cientos de notas que le hicieron de allí en más, se ganaba la vida vendiendo boletos de lotería. Elíades Ochoa, el gran guitarrista y cantante, aportó las raíces rurales de Santiago. Omara Portuondo fue la gran voz femenina y Compay Segundo, de 89 años, fue el vínculo directo con la herencia musical más profunda de Cuba. “Conocía las mejores canciones y sabía cómo hacerlo porque había estado haciéndolo desde la Primera Guerra Mundial”, como señaló Ry Cooder. A ellos se sumaron otros grandes músicos cubanos, como el bajista Orlando “Cachaíto” López.
Varias estrrellas del grupo, incluidos Compay Segundo, Rubén González e Ibrahim Ferrer, ya no están. Pero la formación original llegó a dar varios conciertos históricos y los integrantes comenzaron a grabar y girar también por separado. Portuondo, por ejemplo, sumó dos discos exquisitos, uno junto a María Bethania. De aquí en más, cuenta en diálogo con PáginaI12, todo lo que quiere seguir haciendo es música.
–¿Qué recuerda de Buena Vista Social Club? ¿Qué experiencias le dejó?
–Muchas. Y todas ellas buenas. Fue un proyecto que salió del corazón de todos, creo que eso es lo que lo hizo diferente y especial. Y creo que por eso pronto llegó al mundo entero, aunque eso es algo que nunca dejó de sorprendernos. Personalmente, he vivido muchas experiencias maravillosas con este proyecto, pero lo más bello son las personas que lo han formado: mi querido Ibrahim Ferrer, Compay, Rubén González, Manuel Galbán... Guardo un profundo amor y respeto por todos ellos. Y un profundo respeto por esta profesión y todo lo que me ha dado.
–¿Y qué recepción tienen estos conciertos actuales con la Orquesta Buena Vista Social Club, qué le devuelve la gente, qué es lo que atrae?
–Bueno, estamos hablando de clásicos cubanos, y eso es lo bueno, que los clásicos nunca mueren. Son canciones que llegan al corazón porque hablan de muchas cosas profundas, de esas cosas que nos toca vivir en nuestras vidas. Por eso es inevitable llegar al corazón del público. En ese sentido, estas grandes canciones nos hacen la tarea más fácil...
–Usted sigue manteniendo una intensa actividad, con muchas giras, y avisó que no piensa despedirse de los escenarios. ¿Qué le atrae de esta vida de gira?
–Usted tiene razón. Es así: seguiré cantando. Pisar los escenarios, ver el público, recibir ese cariño, es lo que me mantiene el cuerpo en forma y llena de energía. Disfruto mucho de mi familia, de mi nieta, de mi hijo, pero los escenarios me llenan de vitalidad. La verdad, no se me ocurre otra cosas mejor para hacer el resto de mi vida que no sea seguir cantando.
–¿De qué se enorgullece, cuando mira hacia atrás en su carrera?
–Quizá de ver a la distancia que todo el esfuerzo ha valido la pena. Que no piensen que esto ha sido un camino de rosas. Todo lo contrario: hay que ensayar, madrugar, estudiar y trabajar muchísimo. Luchar por tu sueño pero con una gran dosis de esfuerzo. Estar lejos de los tuyos, extrañarlos... En ese balance, diría que me enorgullezco de ver cómo se fue armando mi carrera en su totalidad, y todo lo que me ha dado y enseñado, todas las colaboraciones, los escenarios, personas y vidas que he conocido en todos estos años.
–¿Le queda algún sueño por cumplir?
–Muchos. Por eso quiero seguir cantando: para seguir soñando.