“El amor me angustia. Como una pesa en el pecho que deviene mariposas, y de nuevo pesa. Plomada. Yunque. ¿Qué carajo es el amor? Ese amor que me enseñaron. El de la tele y los cuentos. Ese amor que me hizo mal, como el de la familia Ingalls. Me cago en Laura, en Mery y en Carolain. Me cago en el romance, tijera infame que cortó mi molde cuando era libre de mente, de cuerpo, de emociones” escribe Paz Ferreira, alias Miss Bolivia, en el apartado sobre el amor que le dedica en su primer libro Ni cabida. Cómo sobrevivir a la gilada. Pero mientras esta nota es publicada, la Miss recorre China de la mano de su pareja, con quien se casó legalmente el año pasado y a quién le dedica el libro. De él habló en la mesaza de la Legrand, así como del amor lesbiano y los anillos geniales que se consiguen en Once frente a los ojos fascinados de la diva. Y de esa contradicción que la habita cuando se trata de narrar las penas y pasiones que nos dejó la crianza centrada en el romanticismo, el sacrificio, los celos y la posesión. “Nos sale muy caro a las mujeres fumarnos esos cuentos. La familia Ingalls nos cuesta mucha plata de terapia. Pero bueno, también es verdad que cuando estoy bien no me salen las canciones” dice y vuelve sobre los temas que despliegan la locura del desencuentro. “En el mar” cuenta la historia real de un amor de verano al que ella vuelve a buscar y “ya estaba con otra sirena”, “Cagón” es la trama que se desenvuelve con un tipo comprometido que le da bola pero no se juega nunca (“Sigo esperando y no me llamás. Pero yo creo, bien en el fondo, que eso nunca te va a pasar”) y su clásico “Tomate el palo”, donde la infidelidad separa a una pareja y lo deja a él con la cama helada pero ella ya está empoderada como para perdonar. En la vida real, la Miss habla de su matrimonio con el brillo en los ojos de quién sufrió lo suficiente para entender que esta es una vuelta más, que no tiene por qué ser la definitiva pero sí es digna de disfrutar como si fuera la última. “El matrimonio es lo más. Eso sí: hay que trabajarlo mucho, y en eso estamos” cuenta de su relación con Emmanuel Taub, a quien conoció en una cata de vinos.
Pero vos decís que el amor siempre te hace sufrir…
–Creo que también en las parejas hay un laburo de espejeo todo el tiempo. Lo que duele a veces es verse reflejado en el otro y la pareja es un trabajo de evolución constante. Nosotros lo re hacemos. Cada uno tiene su mambo. Los dos laburamos en casa por momentos y está buenísimo compartir mundos y no: a mi estudio hay que tocar para entrar por más que esté en casa. Esa barrera de lo laboral me ayuda. Y a las giras él viene cada vez que puede. Creo que desde un principio me quiso fuerte, empoderada, al frente. Igual es un laburo estar conmigo pero yo creo que él admira eso de mí. Y yo lo admiro a él, eso es un motor. Es mi marido feminista. ¿Será posible decir eso? No sé qué término usar pero algo así es y acompaña mi militancia.
¿Te topás en la convivencia con machismos de los que creías ya estar a salvo?
–A veces sí y supongo que tienen que ver con la herencia, pero al toque identificamos y corregimos. Yo tengo deadlines, tengo que grabar y él se ocupa de nuestra casa, cien por ciento. Los roles de lo que sería proveedor/a van cambiando. El dinero es re importante, es un circuito de poder y en nuestro caso no hay rollo con eso pero entiendo que eso no es lo más común.
¿Cómo surge la idea de hacer este libro álbum?
–Yo venía haciendo una compilación de lo que eran para mí mis mejores tuits. Los estuve compilando como un año y los fui separando, tipo tratado, por contenidos. Al ver todo eso empecé a identificar los temas: el amor, el odio, la muerte, el tiempo, etc. Al año se contactaron de Planeta para ofrecerme hacer un libro con ellos y yo tenía dos cosas: esto de los tuits y también estaba empezando a escribir cuentos infantiles. Todo iba por la mitad y bueno, decidimos ir con este primero. Ya publicaré los infantiles.
Tenés uno sobre el aborto, y en este momento que circule ese tipo de relatos es muy importante.
–Sí, es uno de mis preferidos. Lo más loco es que si me pasara eso ahora, que pasaron 22 años, sería lo mismo. Cada año posteo el mismo párrafo en las redes, le voy cambiando el “hace tanta cantidad de años” pero siempre la reflexión es que sería igual. Ahora tengo esperanzas de otra cosa, estamos en un momento de efervescencia total, que el aborto esté en agenda y con la participación de tantos actores sociales y tan diversos me encanta pero hasta hace poco no era así y es muy loco. Está buenísimo que haya gente que cambió su visión, haber encontrado otro tipo de posiciones que no son las polarizadas. Hay una evolución y eso me da mucha esperanza.
¿Desde cuándo te enunciás como feminista?
–Fue decantando. Si miro para atrás, toda mi producción, incluso la previa a Miss Bolivia, dando clases o escribiendo papers, en todas está mi feminismo. Desde que fui una estudiante universitaria me empecé a sentir feminista pero durante un montón de tiempo decía que no lo era, pero sí vivía como feminista. También me hago la pregunta de qué es ser feminista porque hay un montón, un abanico enorme, y lo que hay son feminismos. A mí la rigidez no me gusta, en cambio pensar en la multiplicidad me relaja. Tal vez por eso yo no quería meterme en esa categoría conceptual, pero cuando empecé a darme cuenta que hay múltiples formas de ser y devenir feminista, hace seis años más o menos, soy feminista. En estos años pensé, aporté y fui crítica para poder terminar con la desigualdad social vinculada al género. Esa para mí es la pregunta fundamental, por qué la desigualdad. Y después deconstruyendo los propios guiones, creo que eso me hace feminista. Y pensando en Miss Bolivia, yo hablo de todo en mis canciones, pero siento que puedo asumir la responsabilidad como comunicadora de priorizar esos contenidos por sobre otros y la visibilidad que te da el micrófono. Poblar esos espacios en forma activa es mi modo de militancia.
En esa línea es que decidiste sentarte a la mesa de Mirta por más que sea la gilada.
–Sí, me lo re criticaron. Yo pienso que está buenísimo sentarse a charlar con quienes pensamos igual, lo hago todo el tiempo. Pero ir a sentarte con la otredad, ese también es un re laburo. No digo que todos los artistas lo tienen que hacer, pero salir del loop y utilizar el prime time para generar ciertas preguntas críticas, eso para mí es arremangarse.
Creo que además la fascinaste a ella…
–A las dos horas de irme me mandaron un whatsapp que decía “la señora está encantada, quiere volver a agradecerte porque estuvo buenísimo”. Y es verdad porque hablamos de identidades sexuales, de violencia policial, de monogamia, de amor universal, y después estuvo la perfo de la ropa, y eso también me pareció abrirme y decir “soy esto y está todo bien”. En un momento ella me dijo qué bueno que me animara a contar que era homosexual, y yo le dije que no sé de etiquetas, que las formas de nomenclar al amor no me van. Ahora tengo un marido que es varón pero no sé, me encantan las mujeres, ahora me encanta él pero no lo puedo categorizar. Y ella dijo “qué bueno, gracias por abrirnos la cabeza”. Yo no me siento a hablar en la mesa con un genocida pero puedo hablar con la señora.
¿Qué dirías de esta vuelta tuya al amor y a la pareja estable un poco más reparada? ¿Es posible disfrutar o sigue siendo sufriente?
–Siento que el amor tiene al dolor en su paquete, y eso es parte de arrastrar guiones muy pesados, mochilas que tienen que ver con formatos de cómo amar. Pero haciéndonos preguntas yo creo que se puede ir mejorando, o desprogramando lo heteropatriarcal que tiene el amor y esa cuestión de la complementariedad que también es re tóxica y desempoderante. Para mí el amor es del orden del exceso porque no es que hay algo que te falta, vos ya estás completa, entonces lo que da el otro o la otra es plusvalía. Yo creo en el amor multiplicador, no en el de las novelas y con el que crecí, que es un amor donde el poder juega un rol protagónico, por más que siempre se juegue el poder, no creo en el poder que crea desigualdad en los vínculos. Y cuando es así también es violencia de género. Creo que esa forma de amor dominadora es muy funcional al capitalismo y bueno, en el capitalismo vivimos, por eso es tan complejo desarmarlo. Para nosotras es muy caro.
Aun como feministas empoderadas. Por eso, calma y respira, como dice tu tema…
–Sí. Siempre hay huellas, sedimentos. Yo creo que identificarlo ya es un montón, porque podés negarlo, o entrar en la vagancia de naturalizar el control, pero si hay disposición de ambas partes de hacer ese laburo, está buenísimo.
Vos decís “a los que se reían de mí, ahora yo me río”. ¿A quiénes te referís?
–Es un interlocutor más genérico. Yo la pienso como un big brother a la gilada. La gilada tiene que ver con el deber hacer, que para mi siempre fue coercitivo, por eso el arte es en si mismo un poco anti gilada, pero también creo que al principio de mi carrera, como le debe pasar a un montón de gente, y más si venís a romper un poco el patrón de circulación más mainstream, había un montón de resistencia, y hubo una subestimación. Siento que diez años después miro para atrás y veo que siempre laburé como una hormiga, me encuentro en lugares que me generan orgullo, y eso es también para la gilada. No desde el resentimiento, pero sí como posición de dejar de criticar y mirarse.
Para mí la gilada es el varón heterosexual que no quiere perder privilegios. Y por eso la violencia machista va en aumento, al mismo tiempo que aumenta nuestra resistencia.
–Sí. Desde un piropo a un femicidio, el abuso de poder existe y desenhebrando todo eso creo que hay que empezar desde lo más chiquito. Yo creo que ellos tienen mecanismos de defensa, los mismos por los cuales nos dicen feminazis o nos desestiman. Y se sube la vara de la violencia. Yo como psicóloga no puedo evitar pensarlo como un cuadro psicopatológico social al patriarcado. Y creo que, como en cualquier psicopatología, con el trabajo te vas acercando a los síntomas más enmarañados, y se recrudecen los síntomas. Es muy profundo lo que se está moviendo, y eso se traduce en violencia, en ninguneo. Pero igual hay que seguir. Si pensás en el cupo femenino en recitales, se están rescatando un poco pero los directivos de las altas esferas de la música son varones. También quienes salen en la radio. Pero yo creo en la reparación y eso está cambiando.
En el video de “Paren de matarnos” incluís representantes históricas de la música con jóvenes actrices y activistas que vienen denunciando y luchando como feministas. Es muy hermoso verlas a todas juntas, cantando lo que ya es un himno de todas. ¿Cómo surgió la canción?
–Por las mendocinas asesinadas en Montañita, Ecuador (María Jose Coni y Marina Menegazzo). Yo estaba muy atenta a la búsqueda, la repliqué y cuando finalmente dieron la noticia de la aparición de los cuerpos, tan violentados, me generó una angustia especial, directa en el cuerpo. Para mí fue la gota que rebalsó el vaso, yo ya venía re angustiada porque siempre me involucro pero esta vez me quedé dura de la ciática, no me podía mover, me tuvieron que llevar al hospital. Estuve en reposo absoluto dos días y ahí pensé si “no escribo acá me va a pegar más en el cuerpo”. Entonces escribí “Paren de matarnos”. Y decidí escribirla en esa primera persona, desde el lugar de víctima. Me preguntaba ¿quién soy yo para relatar esto? pero me inspiró para seguir el hecho de que cada vez que matan a una nos están matando a todas, a cada una de las que quedamos.
En la canción decís “me matan y conmigo se muere mi mamá”, y justo murió la mamá de María José Coni…
–Sí, y yo eso lo viví en Cromañón, esa escena, ese shock. Y es muy difícil de simbolizar, de escribir. Así que “Paren de matarnos” la recité durante un año pero sin música, como un relato. Lo empecé a decir en mis shows. Después lo grabé y lo publiqué en las redes y lo levantaron de un montón de medios, se hizo viral. La gente me agradecía. El año pasado, cuando estaba cerrando el track list de Pantera dije “esto tiene que ser canción”. Empecé a probar ritmos y estilos, era muy difícil el contenido: la cumbia no va, el reggae le ponía buena onda, así que fue volver un poco a mis orígenes de punk rocker e ir con las violas distorsionadas, con las baterías potentes y así salir con la canción. Estoy súper contenta porque refleja la emoción que yo sentía cuando la escribí.
¿Se te ocurrió a vos la idea de convocar figuras? Están Calu Rivero, Teresa Parodi, Nancy Dupláa, Celeste Cid, Mariana Baraj, Sandra Mihanovich, Hilda Lizarazu, entre muchas otras…
–Sí, yo soy muy controladora y necesito estar encima de todo. Así que hay una identidad audiovisual de Miss Bolivia: la luz, la coreografía, la locación, pero esta vez necesité incorporar dos registros más. Uno era el documental y el otro el testimonial. Siento que esa canción ya no es mía, no me pertenece. Eso me llena de orgullo y me motiva. Así que la cedo y para eso, para decir que es de todas, convoqué a esas otras voces y yo diluirme un poco. Entonces elaboré un protocolo tipo instructivo de un minuto para que cada una se grabe a si misma. Así que le asigné a cada una unas líneas y cada una lo hizo sola. El laburo artesanal fue la post producción, hacer dialogar los registros de lo nuestro y lo de las chicas, y cuando fuimos juntas a la marcha del 8M. Se hizo en diez días.
“Calma y respira” es un himno feminista, un “estamos juntas” en momentos en que estás quebrada y te sentís sola.
–Sí, de hecho yo la compuse cantándomela a mí misma. He pasado momentos de mucha oscuridad y la música y la respiración me han sacado de las peores oscuridades. Hay muchas letras que me las canto a mi misma, de un modo medio mántrico, y después se convierten en canciones.
¿Qué te gustaría que pasara con el libro?
–Es mi primogénito. Me gustaría que a la gente le sirva y pueda identificarse. Me gustaría que lo agarren, lo abran en cualquier página al modo I ching y les cambie el día. Y volver a ser principiante me encanta. Siento que este libro me abre una nueva puerta. Ya vi cosas que cambiaría porque soy una obsesiva pero fue el puntapié inicial, salí de la zona de confort, y seguirá esa dimensión nueva que se abre.
¿Cómo son esos relatos para niñxs que dejaste de lado por ahora?
–Son cuentos que justamente tratan de deconstruir los guiones heredados que nos transmitieron en los cuentos tradicionales. Hacer estallar esas categorías del príncipe y la princesa. Hablo de infancias trans, de familias con dos mamás... Si pasa en la realidad, ¿por qué no va a estar documentado?