El Fondo Monetario Internacional encendió su modo Unicef. A la espera del exigente programa de ajuste fiscal y reformas estructurales asociado al crédito stand-by que solicitó el gobierno argentino, las autoridades del organismo multilateral presentan al acuerdo como un mecanismo para proteger a los sectores vulnerables. “Estamos aquí para apoyar el esfuerzo de Argentina en lo que ellos determinen qué va a ser lo más útil y lo que fortalezca aún mas su economía, para poder así proteger los estándares de vida y a los más vulnerables”, expresó ayer el vocero del FMI, Gerry Rice, al celebrar las declaraciones del presidente Mauricio Macri. Al respaldo matutino de las autoridades del Fondo se sumó un contundente mensaje vía Twitter del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. “Apoyo su visión para transformar la economía de su país y liberar su potencial”, escribió en su cuenta el mandatario estadounidense al referirse a la conversación telefónica que mantuvo con Macri a comienzos de la semana.
Los pormenores del acuerdo comenzaron a negociarse la semana pasada y el diálogo continuó esta semana. Funcionarios de Hacienda y Finanzas se encuentran en Washington desde el miércoles, donde mantuvieron distintos encuentros con los técnicos del Departamento para el Hemisferio Occidental. El staff del organismo que encabeza Christine Lagarde presentará hoy el caso ante el Consejo Directivo del FMI. Ese encuentro es un paso informal pero necesario para avanzar en las negociaciones del acuerdo de “alto acceso” que, según informaron las autoridades argentinas, podría extenderse hasta mediados de junio aunque en ambos frentes pretenden acortar los tiempos.
“Celebramos los comentarios del presidente Macri. Este programa le pertenece totalmente a la Argentina, el FMI apoya las prioridades de Argentina”, enfatizó el vocero de Lagarde al referirse a la decisión de la Casa Rosada para profundizar el ajuste fiscal. “En estas semanas el mundo decidió que la velocidad a la que nos habíamos comprometido a reducir el déficit fiscal no es suficiente. Por eso tenemos que acelerar”, fue la expresión del mandatario argentino que renovó el entusiasmo en el organismo multilateral. “Estos episodios de turbulencia financiera pueden disparar incertidumbre y preocupaciones. Es importante enfatizar que la situación en Argentina es totalmente diferente a la que tenían hace 15 o 20 años cuando la salida de la convertibilidad fue un episodio extremadamente difícil. Hoy tienen un tipo de cambio marcado por el mercado, instituciones fortalecidas y un esquema de metas de inflación”, sostuvo el vocero del Fondo durante la conferencia que se extendió durante 45 minutos. Las preguntas sobre Argentina insumieron la mitad del tiempo. El resto estuvo dedicado a preguntas sobre Grecia y Ucrania, dos países donde los programas del Fondo profundizaron las crisis.
Tradición de Fondo
“Nosotros también cambiamos, nos adaptamos al cambio de nuestros miembros. Nos enfocamos más en la protección social, le damos mucha atención a las cuestiones sobre inequidad y a la necesidad de crecimiento inclusivo”, aseguró el vocero del Fondo al referirse a la supuesta flexibilización en las exigencias del organismo. Los cambios que proliferaron en el discurso de las autoridades del FMI a partir del estallido de la última crisis financiera internacional de 2008 no tuvieron su correlato en las condicionalidades del organismo. Una investigación realizada por el Center for Economic and Policy Research (CEPR) expuso que 31 de los 41 créditos otorgados en aquel momento a economías de bajos ingresos incluyeron exigencias de políticas fiscales y/o monetarias que exacerbaron las recesiones. Como se trataba de Burkina Faso, Jamaica, Pakistán, Nigeria y Lituania, entre otros, no fue sino hasta el estallido de la crisis de la Eurozona que se reveló la voracidad permanente del FMI por el ajuste.
La recurrencia también observa en la veintena de acuerdos firmados por Argentina donde las exigencias más habituales fueron de índole fiscal. O sea, reducción del gasto público nacional, provincial y municipal. Con esa meta se fijaron, por ejemplo, “límites al nivel de déficit federal” como compromiso frente a los préstamos de 1967, 1968, 1976, 1977, 1983, 1989, 1991, 1992, 1996, 2000, 2001 y 2002. También fueron contempladas distintas “reformas estructurales” que apuntaban a reducir la carga del Estado en la economía. “La pregunta fundamental sigue girando en torno a cuál ha de ser la magnitud del ajuste que los países aún deben realizar en el futuro”, afirmó el FMI la semana pasada al presentar sus perspectivas para América Latina, donde precisó que Argentina figura en el grupo que tiene la “necesidad de un esfuerzo fiscal importante y sostenido”. Los stand-by no incluyeron exigencias explícitas en materia de tipo de cambio aunque previeron medidas vinculadas a la liberalización del mercado que estuvieron acompañadas por fuertes devaluaciones o buscaron sostener artificialmente apreciado el valor del dólar. Los préstamos del FMI no evitaron crisis externas pero garantizaron los fondos para los acreedores externos.