Lo primero que aclara Penny Cherns sobre su versión de La tempestad –que estrenó el jueves en el Teatro San Martín– es que no ofrece una lectura en clave poscolonial, que era una de las posibles. En este sentido, tanto ella como Malena Solda y Osqui Guzmán están sorprendidos por el revuelo que generó en colegas y algunos periodistas el hecho de que Guzmán haya sido el elegido para interpretar a Próspero, el depuesto duque de Milán. “Cuando tenía 28 años y empecé a ganar premios, me empezaron a hacer notas. Resaltaban que era morocho y que actuaba en el Cervantes. ‘Te pueden llamar para ladrón o violador’, me decían. Yo respondía que el teatro no tiene physique du rol, sino que habla de los problemas de los hombres y responde de alguna manera cuál es el sentido de nuestra existencia. Eso no tiene que ver con lo que parecemos”, dice el actor en la charla con PáginaI12, a la que se suma, también, Abigail Kessel, responsable del movimiento en escena y colaboradora artística de Cherns.
“En una fiesta, se me acercó un actor y me dijo ‘qué raro que hagas de Próspero. Me pone mal por mí, porque se me instaló esa pregunta’. ¡Y lo pusieron en Twitter! ‘Si Osqui hace de Calibán, voy’. Y eso que cuando hice una audición para la versión de Alfredo (Alcón) no quedé para ese papel”, continúa Guzmán. Más allá de la polémica, lo que reina entre los actores, la directora británica y su colaboradora es un notable entusiasmo. Al encontrarse para esta y otras notas en el hall del segundo piso del San Martín, se abrazan. “Tienen que volver”, propone el actor. “Sí, hacemos Enrique V”, le responde Cherns, quien pondera el “trabajo colectivo” que impregnó el proceso de creación. El espectáculo, que se podrá ver en la sala Casacuberta, se presenta en colaboración con el British Council. “Shakespeare Lives”, programa desarrollado en 2016 para celebrar el 400 aniversario de la muerte del autor, motivó una serie de intercambios artísticos entre la Argentina y el Reino Unido. Así es como Cherns llegó a Buenos Aires para dirigir el clásico considerado la despedida de Shakespeare (de miércoles a domingos a las 20.30, en Avenida Corrientes 1530).
Actualmente es directora del Programa de Actuación Clásica para el Teatro Profesional en la London Academy of Music and Dramatic Art (Lamda). En el cine, distintas versiones de La tempestad han propuesto lecturas en clave poscolonial, feminista e incluso queer, hipótesis que no tienen cabida en esta propuesta. La versión se centra especialmente en “cómo se puede crear un futuro entre los seres humanos”, según define la artista. “Hay un hilo en la obra, que habla del futuro. Todos los personajes aprenden que hay otra manera de comportarse. Para mí, es el tema más importante. El aspecto de la organización de la sociedad. De que no hay que ser de esta manera. No hay que dominar, mandar, gritar, tener esclavos ni un rango tan fijado. En Inglaterra es un tema muy importante. Aún tenemos soberanos”, remarca Cherns.
“No se ve en la sociedad tan claramente, pero tenemos clases, rangos muy fuertes, enraizados dentro de nuestro espíritu, nuestra manera de ser. Hay muchas maneras de pensar en la manera de existir entre nosotros. Yo no digo que es (una obra) poscolonial o feminista, porque ése no es el mundo de Shakespeare. Y no se puede imponer. Sí hay semillas de muchas preguntas porque es un escritor con mucha imaginación, que escribe en una época de muchos cambios políticos y descubrimientos. La pregunta fundamental, para mí, es ‘¿es ésta una manera de gobernar?’”, desliza. La de Cherns será, entonces, una versión que invitará a reflexionar sobre “el poder, la gobernabilidad y la supremacía de la ley”.
La traducción es de Marcelo Cohen y Graciela Speranza. El elenco lo completan Martín Slipak, Alexia Moyano, Gustavo Pardi, Iván Moschner y Marcelo Xicarts. La violonchelista y percusionista es Belén Echeveste. Varios de los actores interpretan a dos personajes. Solda, que encarna a Ariel, el etéreo sirviente de Próspero, estuvo en Londres entre 2005 y 2006 haciendo un posgrado en teatro clásico en la institución en la que trabaja Cherns. Así se conocieron. Guzmán, por su parte, tiene en su trayectoria otra obra de Shakespeare, Sueño de una noche de verano, con dirección de Alicia Zanca, en 2005, también en el San Martín.
Fueron ocho semanas de ensayos. Durante las dos primeras trabajaron con la conducción de Kessel en torno al movimiento en la escena, hasta la llegada de Cherns. “Mi intención fue empezar la búsqueda con el elenco. Empezar por la conexión con el cuerpo, para después meternos en el texto, y que así sea más fluido. Es un texto súper difícil y se puede perder la capacidad de expresar de forma más natural”, sugiere la joven. Para Solda fue imprescindible esta parte del proceso: “Lo que pasa con este tipo de autores, tan difíciles, es que como actor te aparecen todas las tensiones que normalmente tenés pero manejás. El texto es tan difícil que pone en evidencia todos nuestros malos hábitos. Y una de las formas de superar eso es a través del movimiento. Desestructurando, desolemnizando”.
El eterno descubrimiento del clásico
“Mi proceso fue muy interesante”, destaca la actriz. “A la dificultad de hacer un teatro con texto poético, se sumó el hecho de que Ariel no es un personaje humano… tenía que buscar un comportamiento distinto al de cualquiera de nosotros. Me servía más mirar pájaros que personas. Y varios pájaros, porque cambia mucho Ariel, según lo que le pida Próspero: es una ninfa marina, un gorrión, una luciérnaga… puede ser lo que quiera. Así que el trabajo con el cuerpo me sirvió muchísimo.” Luego, con Cherns trabajaron sobre “el ansia de libertad”, que es el objetivo de Ariel en la obra.
Por su parte, Guzmán aclara que no piensa en términos de “personaje”. “Primero quería escuchar a Penny, entender qué era lo que imaginaba. Me fui dando cuenta, por su respuesta y la de Abigail, que en realidad estaban viendo el Próspero que yo podía tener. Cuando pasaron varios ensayos, empecé a generar material. Se fue armando. Recién ahora, a punto de estrenar, siento que tengo expuesto el personaje con todo lo que le pasa. Sus relaciones, virtudes, defectos, logros y esperanzas. Recién está apareciendo. Es lo último, siempre. Es alguien a quien realmente no conocés, y tendrá que defender su propia existencia en el momento de la función”, explica.
El trabajo se centró también en las elecciones de los personajes, detalla Kessel. “Shakespeare plantea que hay dos opciones, y que uno elige”, dice Solda. “No es lo mismo venganza que justicia” es una de las ideas presentes en la obra, sostiene Guzmán, en torno a la transformación de Próspero. “Lo fascinante de Shakespeare es que puede llegar al corazón de los que no pueden escuchar o no saben ver. Habla de voluntades precisas, concretas de los hombres, no del azar, de cosas que se arman porque sí. Fuimos a un lugar apasionado del material”, agrega el actor.
Para la directora, los clásicos siempre dejan lugar para el descubrimiento. Y una de las premisas que planteó al elenco es que encarara la obra, en cada ensayo, como si fuera la primera vez que la pasaba. “He visto tantas obras de Shakespeare… cada vez que hay una versión cambia, según lo que ofrecen los actores o el énfasis, el subrayado. Cambia el camino para todo. Cuando escucho a los actores, a veces pienso: ‘nunca he oído esta palabra antes’. Siempre es un proceso de descubrimiento”, concluye.