La defensa de los seis prefectos imputados, tal vez ante la imposibilidad de encontrar huecos en el relato de Iván Matías Navarro, apeló al viejo recurso leguleyo de poner nervioso y chicanear abiertamente al testigo. El ejemplo más grotesco fue una pregunta que intentó uno de los letrados y que, como la mayoría, fue rechazada por el Tribunal Oral 9. “Quiero preguntarle al testigo si sabe la diferencia que hay entre un arma y una bala”, fue uno de los insólitos interrogatorios que recibieron una firme negativa. La línea defensiva derivó entonces hacia tratar de presentar a la Villa 21-24 como un lugar peligroso, donde es preciso que las fuerzas de seguridad actúen con violencia y prejuicio.
“¿Conoce el testigo el lugar donde se encuentra la estatua del Gauchito Gil y conoce lo que ocurre en esa zona?”, fue otro de los intentos fallidos, en la búsqueda de estigmatizar al barrio, a sus habitantes y por qué no, a los que circulan en sus alrededores. Para colmo, cuando encontraban un hueco para preguntar algo que pudiera servirles en el futuro inmediato del juicio, el fracaso venía del testigo: “Los operativos de control son normales, habituales y siempre hay golpes, cuando interviene la Policía Federal y más cuando la que actúa es la Prefectura”, dijo Iván ante una de las preguntas.
Después quisieron saber si es habitual que Iván “duerma hasta las once de la noche”, como el sábado del terror, si estudia (está terminando el secundario), si trabaja y cuántas veces fue al psicólogo, para “evaluar” de esa torpe manera si es muy grande el daño que le hicieron sus defendidos.