¿Cómo dice que le va, lector? ¿Cómo imagina que le va, lectora? ¿Qué hiciste tú en la hiper, papá? ¿Quién le teme a Cristina Wolff, perdón, quise decir a Christine Lagarde? Ahora que viene el 25 de mayo ¿A cuánto habrá cerrado el maravedí? ¿Será el refrán nacional? “¿El que se quemó con Letes, cuando ve una Lebac llora?”
¡Cuántas preguntas para una sola nota, ¿verdad?! Es que así estamos últimamente, lectores, con tantas tesis, antítesis y síntesis sobre lo que pasó, lo que pasa, y lo que va a pasar, que ni siquiera nos ha quedado tiempo para festejar lo que de festejable haya.
Y nos pasaron cosas buenas:
- El viernes pasado conseguí 100 gramos de queso, al mismo precio que tres días antes, y como luego logré depositarlo en la heladera tres días más obtuve una importante diferencia.
- Mi tía Oferta, por su parte, logró convencer a sus dos hijas, Promoción y Ansiolítica, de que dos novios era mucho para una misma familia. Consiguió que despidieran a uno y compartieran el otro.
- Mi vecino don Ajustino se asoció con otros tres jubilados, y usan la misma tele, el mismo lavarropas y la misma memoria a la hora de decidir por quién votar.
- En la cuadra teníamos un serio problema de seguridad y entre todos nos compramos un caniche toy, temible guardián en la noche oscura. Ya hubo tres intentos de robo fallidos porque los ladrones tropezaban con él.
Pero más allá de lo lindo de dar buenas noticias, tal como decía Fernando de la Almohada en el pasado ¿o futuro? 2001, estamos en fechas muy especiales, y a los argentinos, si algo nos gusta, es tener fechas especiales.
¡En serio, nos festejamos todo! Desde las nuestras, como el 25 de mayo, día en que asumió la Primera Junta de Mercado, hasta el 9 de julio, día de la angustia de nuestros próceres por tener que luchar contra la propia madre… patria. Y también, las fechas extranjeras. También el San Valentín, el Halloween, y si seguimos por este rumbo, muy pronto será fecha patria el día de la Creación del FMI
Entonces ¿cómo no festejar los 50 años del Mayo Francés? ¿Cómo no celebrar aquel tremendo movimiento estudiantil y obrero, que proponía “prohibido prohibir”, que gritaba “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, que promulgaba “La imaginación al poder”, y que jamás llevó entre sus banderas un “El que puso dólares, recibirá dólares”, ni “estamos condenados al éxito”, ni mucho menos “Acá hay que dejarse de robar por dos años”?
Cierto es que muchos de los que en esos tiempos encabezaban la protesta, ahora solamente entonan canciones de próstata, pero lo que pasó, pasó.
Y el Sumo Maurífice no va a dejar pasar la oportunidad de sincerar, tergiversar o posverdear algo. Que nada pase así porque sí, sin pena ni gloria ni represión ni tarifazo.
Como están las cosas, es un poco tarde para llevar “la imaginación al poder”. Quizás uno de sus mejores intentos en ese sentido puede haber sido imaginar que esos tarifazos tremendos, más cierres de industrias y despidos, masivos, pudieran ser interpretados como “gradualismo”. Decir que “las tarifas no son caras”, o cuando hablaban de que en un año terminarían con la inflación merced a la lluvia de inversiones ¡Eso es “la imaginación al poder”!
¡Y ni que hablar de cuando Esteban B, seguramente conmovido por el slogan, se imaginó un futuro en el que todos los argentinos piloteemos drones mientras artesanamos cerveza, a la vez que nuestros joven se universitan duramente para fabricar hamburguesas con mucha pasantía, ya que no paciencia.
Pero poder, lo que se dice poder, la imaginación no pudo. Duele, pero es necesario, imaginar una escena casi cruel, donde Cristina, no la del Frente sino la del Fondo, casualmente francesa como el mayo, lacera la delicada piel del Sumo Maurífice, latigando un “no, no se puede, no, no se puede, no no se puede”, contrarrestando así el “Sí, se puede” con el que latían los corazones al son de la batuta de Esteban. Ése “ sí, se puede” con el que nos globotizó Don Jaime, aquel a quien Lilitazepam recomendara, en uno de sus ya clásicos momentos de lesa cordura, enviar en un cohete ya no a la luna, sino al infinito y más allá.
Y si falla el “Sí, se puede”, y gana el “No, no se puede”, entonces, el Mayo Francés, devenido Mauricio argentino, tendrá como lema “La imaginación al no poder”, o bien “seamos realistas, pidamos un crédito al FMI”
Y a las ollas populares, que seguramente algún cerebro meritocrático denominará “ollas populistas” con el fin electoral de ganar más votos en alguna junta de acreedores, opondrán, siempre imaginativos al no poder las “Ollas neoliberales”.
Allí, al grito de “Y ya lo ve, y ya lo ve, somos deudores otra vez” “Soy, del buitre, soy del buitre soy, del buitre, yo soy” y “¡Oh, vamo a devolver, a devolver, a devolver, vamo a devolver!” multitud o al menos una cantidad razonable de CEOs yuppies y gente especialmente cool tendrá su necesario plato lleno, con un menú equilibrado entre bonos, divisas y letras
Quizás dolaricen la economía, pero lo que es seguro es que la van a dolorizar, porque con “la imaginación al no poder”, los argentinos tenemos que entender que somos ese “Nadie” al que se refería el Sumo Maurífice cuando era candidato y nosotros cándidos, y nos decía: “Si me votan “nadie” va a perder lo que tiene.
@humoristarudy