Desde Caracas
Las calles de Caracas tanto las del Este opositor como las barriadas chavistas transcurren con cierta normalidad. Por supuesto, como dice el refrán, la procesión va por dentro, y todos se preparan para la jornada electoral. Están los que tienen todo listo para caminar durante la madrugada hacia los centros de votación para apoyar al presidente Maduro. Pero también lo hacen aquellos que respaldan la estrategia de la oposición más radicalizada de no votar y hacen “campaña” para forzar la deslegitimación del gobierno chavista.
La tranquilidad que reina en estas últimas horas previas a las elecciones presidenciales recuerda a los momentos previos de calma que dicen que anticipan una tempestad. “¿Más tempestad? Nooo, en todo caso será más chavismo”, aseguró a PáginaI12 el conductor de un remís de la capital venezolana y tras cartón lanza una carcajada. Otro, que trabaja en el “sector seguridad”, expresa sus dudas sobre enfrentar la máquina donde se imprime el voto. “Estoy seguro que Maduro gana y por eso creo que no tiene sentido hacerlo”, dice mientras enciende un cigarrillo. Luego de una bocanada de humo amplía su respuesta y afirma que “la oposición no sirve, se dividen entre ellos, hacen sus negocios y nosotros seguimos acá trabajando por nuestros reales (dinero)”.
Las calles del centro caraqueño mantienen su actividad y allí se puede ver cómo el venezolano intenta escabullirse de los costos de la crisis económica. La venta callejera permite a algunos hacerse de algo de efectivo que escasea y, si puede, de algún billete de dólar que los especuladores pueden cambiarlo casi a 700 mil bolívares. Mucho dinero si se tiene en cuenta que un salario básico ronda los dos millones y medios de bolívares. La oposición busca profundizar esta situación porque entiende que eso terminará con el gobierno chavista pero por ahora no parece estar haciendo efecto. La queja está a la orden del día pero no muy diferente al de cualquier otra ciudad de Latinoamérica.
Pero sin duda que esa calma previa llama la atención. No era así antes. La efervescencia estaba a la orden del día y por eso hace dudar: ¿Está seguro el triunfo? ¿Los opositores están resignados a perder?. Dos preguntas que se irán resolviendo con el mismo comienzo de la jornada electoral. El chavismo tiene como si se tratara de un ritual pagano realizar “la diana”, una ruidosa y alegre convocatoria a votar a partir de las tres de la mañana. Curiosa estrategia que logra el efecto buscado porque luego es posible ver a los votantes caminar hacia los centros electorales.
Si bien es poca la propaganda electoral que se ve en las paredes de Caracas, el que sigue estando presente es Hugo Chávez. El rostro del “comandante eterno” está por todos lados y en la boca de muchos porque hasta los que todavía repudian a Chávez tienden a reconocerle algún logro para minimizar a Maduro.
Mientras tanto, hay otra guerra electoral que se desarrolla a pesar de la veda y que transcurre en las redes sociales donde pululan noticias de dudosa proveniencia, amenazas o llamados falsos de Henrique Capriles a votar por Henri Falcón. A la oposición más radical todo esto le sirve para evitar el voto con el que sueñan deslegitimar a Maduro. Una estrategia que ya se usó con Chávez en 2005 cuando no participaron de las elecciones legislativas y no tuvo el efecto esperado.
Pero las redes no sólo son de los opositores. Ayer, Maduro transmitió un video en vivo a través de Facebook. Se cuidó de no pedir el voto para él pero buscó desarticular la estrategia abstensionista de la oposición e insistió con retomar el diálogo con los sectores que lo combaten.
Por las calles también es posible ver rostros extraños. Son los acompañantes internacionales que llegan desde todos los rincones del mundo y forman parte de la estrategia del oficialismo para romper el cerco comunicacional y, sobre todo, quebrar el intento por deslegitimar la votación. Ayer, visitaron el lugar donde se arman, se testean y se distribuyen las máquinas de votación. Ya están instaladas las más de 47 mil que se utilizarán durante la jornada de hoy y que, a pesar de lo que suele decirse, han sido revisadas y probadas por fiscales informáticos de la oposición.