Ahora estos tipos pretenden que el desastre que han hecho, y el despiporre en que se metieron y nos metieron a casi 50 millones de habitantes, fue un éxito.
Raro éxito de las bestias; triunfo estúpido si los hay. Rifaron como 11 mil millones de dólares de las reservas, devaluaron el peso en un 20 por ciento y la inflación se disparó hasta más allá del 30 por ciento anual. Fenómeno alucinante, sólo ellos se lo creen y hay imbéciles que los aplauden.
Ni con las tasas más altas del mundo, que elevaron hasta el 40 por ciento, consiguen sostener un techo que se les cae encima. Pero que no les importa porque los aplastados no son ellos, que en todo caso tienen refugios en Miami, en Punta, en Nordelta y otros zoológicos exclusivos y jolibudenses pero en versión mersa.
Los aplastados somos nosotros, los laburantes, los decentes, los “todos y todas” para decirlo en clave de hace unos años. Esos mismos años que más de un votante pelotudo al que le lavaron la cabeza en 2015 ahora anda extrañando.
No deja de ser gracioso: todos o casi todos los taxistas porteños que hicieron campaña por estos bandidos ahora protestan o la van de new-opos y afirman con caras de piedra “yo no los voté”. Igual que la caterva de charlatanes de la tele y los diarios, y el mundillo de “los artissstasss”, que tiene tanta gente digna como tiene una farándula vomitiva.
Y el riojano canalla acaba de destapar al Sr. Pichetto como su candidato a presidente. Buenísimo. Su mufa sigue intacta y se comprende porque cuando casi lo desafueran fue el rionegrino el que lo protegió. Hoy para vos, mañana para mí. Esos modos despreciables de la política que es lo único que aprendieron los de Cambiemos y el PRO.
El éxito para el Presidente y su séquito, e incluso para los dos o tres inteligentes de su gabinete, es de argumentación imposible. Como un trabalenguas, con perdón de los trabalenguas, con cosas que dice sigue tomando al pueblo por idiota.
Y así en medio de la retranca generalizada, o sea la crisis imparable, el retroceso social y el pisoteo de la dignidad nacional que conlleva la bajada de calzones ante el FMI, dicen y cacarean que fue un triunfo y que “al final no pasó nada”.
“Pasó lo peor”, parlotea el Presidente sin saber lo que dice, como siempre, mientras sus achichincles, del Sr. Peña Braun para abajo, intentan desvirtuar la verdad de la situación pintando bonito lo que es un desastre político, económico, social, jurídico y sobre todo moral.
La República Argentina está arruinada, en primer lugar porque desde el poder político se niega que está arruinada, y porque quienes la conducen (es un decir, “conducen”) mienten de la mano de sus capataces, que son los dueños de los grandes multimedios que son el verdadero gobierno que se ejerce desde los diarios, la tele y todo el cablerío, y que son también los mayores mentirosos y los peores inmorales de la historia de la comunicación.
La guita los vuelve locos. Entonces a la información, la distorsionan. A la comunicación, la pervierten. A la Justicia, la acomodan. A la policía, la corrompen. Y al dinero se lo roban en pala y en las narices de una ciudadanía atontada, que los votó y no reacciona, y si llegara a reaccionar la van a moler a palos.
La República Argentina está arruinada, fundida, porque la fauna dirigencial está inficionada de corruptos de todo pelaje que formalmente pueden ser ministros, empresarios, banqueros, jueces, fiscales, legisladores, economistas, abogados, contadores, periodistas, sindicalistas y otras especies que se amuchan en empresas y corporaciones corruptas y dejan chiquito a Víctor Hugo. Al original, claro, o sea aquel enorme narrador francés del siglo 19 que escribió esa novela fundamental de la literatura universal: Los miserables.
Cuando semejante fauna se hace del poder, no hay república que aguante. Estos especímenes –todo latrocinio, voracidad y violencia–, saben aprovecharse de ingenuos y despistados, y saben cultivar el resentimiento de los desclasados como saben lucrar con la impotencia de necios e ignorantes. Por eso apuestan a liquidar la educación pública. Por eso degradan los Derechos Humanos y facilitan que los chacales del genocidio vuelvan a andar sueltos, burlándose de un pueblo sufrido y ahora condenado, en gran parte, a un pesimismo reaccionario.
Por eso censuran, reprimen y matan de diversas maneras, entre ellas de hambre. Esa violencia que generan es el peor modo de quebrar el pacto social que es una Constitución.
Cierto que gobiernos anteriores hicieron lo suyo para profundizar la grieta y partir en dos a la sociedad. Pero lo que estos tipos están haciendo es incomparablemente peor. Porque es perverso y de psicópatas, y se llama abuso. Esto también es violación. Colectiva, de masas. Distorsión máxima del arte superior de la Política. Es lo que hacen estos tipos.
Por eso, por la Paz y la Justicia Social, y para sanear la República y la Política, son urgentes el reclamo y la militancia por una nueva Constitución Nacional.