PáginaI12 En Gran Bretaña
Desde Londres
El Reino Unido no quiere salir del cuento de hadas de la boda real de Harry y Meghan, ahora duque y duquesa de Sussex. Más de 18 millones de británicos siguieron la boda por televisión, muchos de ellos festejando también con espumantes y los tradicionales sandwiches de pepino, curiosamente infaltables en eventos aristocráticos.
Hoy el show continúa con la chismografía que la prensa y la televisión buscan prolongar el mayor tiempo posible, con ese ataque de cholulaje que les agarra siempre con la familia real.
El Palacio alimenta la ola cholula publicando de a poco las fotos oficiales y algunos detalles sobre la pareja, por ejemplo, que están ansiosos por empezar sus tareas oficiales y han pospuesto irse de luna de miel para más adelante, parte de la imagen que se busca proyectar de una monarquía consagrada al deber público.
Mientras tanto, el pueblo de Windsor se desviste de la pompa de las pancartas, banderines y flores como si fuera desmontando poco a poco la tienda de un circo ambulante.
Entre los detalles seguramente apasionantes se menciona que el velo de tul de seda de cinco metros tenía bordadas las flores nacionales de los 53 países de la Mancomunidad de Naciones, el Commonwealth, una amapola de California y “wintersweets” del palacio de Buckingham, todos símbolos multiculturales.
Ese ha sido uno de los caballos de batalla de la monarquía: celebrar su modernidad a través de una reivindicación de lo multicultural. Cuando esta cronista le preguntó a Ronque Omotosho, bailarina nigeriana, sobre los toques de color en la boda, Ronque fue terminante: “No nos engañemos, por supuesto que me alegro por los novios y espero que sean muy felices, y creo que son bienintencionados en su labor humanitaria, pero la monarquia como institución es la pura representación de la desigualdad y el privilegio inmerecido. Nigeria es parte del Commonwealth, fuimos colonia, esclavizados y explotados por la monarquía. Para mí la boda fue como un aviso de Pepsi o Coca Cola, donde aparece gente de todas las razas para venderte la idea de un mundo justo y unido”.
Otro de los detalles simbólicos de la boda es el ramo de la novia y todas las flores que engalanaron la capilla, el pueblo de Windsor y los banquetes. Todas provenían de jardines británicos (abundaban las peonías y las flores de saúco) y eran flores de la estación. Según la prensa, este detalle es ¡un guiño a los verdes! y a muchos que consideran inmoral usar las tierras de países en desarrollo para cultivar flores exóticas para el consumo europeo.
En los medios no faltan testimonios de los que dicen leer labios. Según ellos, Henry le dijo a Meghan “¡Estás espectacular!”, Meghan fue la que le dijo “bueno, ¿nos besamos de una vez?”, y ya en la carroza, un Harry más relajado y con ganas de que se terminara el show, “lo que necesito ahora es un buen trago”.
Y así continúan los comentarios de los comentarios, ya cada vez más banales, mientras el cuento de hadas comienza a desvanecerse, y aparecen algunas voces críticas sobre el gasto de la boda, cuando todavía no se terminó de indemnizar a las familias que perdieron seres queridos en el terrible incendio de la Grenfell Tower un año atrás, y la sombra del temido Brexit reaparece en las noticias.
Meghan declaró muchas veces ser una feminista militante, y la magnánima Reina le otorgó el permiso de continuar con su actividad como parte de su rol. Consultada la asociación feminista Filia UK, que tiene 4000 socias y organiza una megaconferencia mundial de mujeres en octubre, su vocera, la doctora Heather Brunskell Evans, dijo a PáginaI12 muy prudentemente que Filia “aprueba que toda mujer en una posición pública se declare feminista y hable de nuestro problema real y global de desigualdad. Esperamos sinceramente que Meghan Markle continúe hablando de la opresión que sufren las mujeres ahora que se ha casado con el príncipe Harry. Seguiremos el tema muy de cerca”.
Por otra parte, el republicano periódico The Guardian, ante ciertas críticas recibidas por lectores y lectoras que vieron mal su extensa cobertura de la boda, afirma que es muy interesante observar todos estos esfuerzos de la monarquía de modernización e integración, si tenemos en cuenta que nos vamos acercando a una era postisabelina. A fin de cuentas, la monarca tiene 92 años y piensa en su futuro.