Las reservas cerraron 2016 en 38 mil millones de dólares. A fines de 2015 eran de 25 mil millones y a mediados de ese año se ubicaban en 30 mil millones. Federico Sturzenegger, el presidente del Banco Central, celebró como victoria personal esta suba de reservas y aseguró que fue el resultado de eliminar las regulaciones en el mercado cambiario. ¿La gestión de la autoridad monetaria fue un éxito para recuperar confianza? ¿El problema eran los controles sobre la compra irrestricta de divisas? Los argumentos del funcionario sorprenden al revisar los principales números de la economía este año. 

El Gobierno emitió 50 mil millones de dólares de nueva deuda, en particular en mercados de Nueva York, mientras que el blanqueo de capitales, descontando la parte que siguió depositada en el extranjero y las propiedades, generó entradas por 15 mil millones (unos 8 mil en depósitos y cerca de 7 mil en multas). El Central tuvo la posibilidad de acumular el equivalente al 15 por ciento del PIB (65 mil millones de dólares) en nuevas reservas por el ingreso excepcional de dólares financieros, pero los datos duros indican que sólo lo hizo por el 1,5 por ciento. La desregulación cambiaria, que provocó una de las fugas de divisas de grandes empresas e inversores privados más elevada de los últimos diez años, impidió acumular el resto (ver nota central).

El Gobierno anunció a principio de este año la llegada de una lluvia de dólares en inversiones productivas de las firmas multinacionales. El ex ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, precisó incluso a comienzo de 2016 que las grandes empresas se habían comprometido a traer en unos pocos meses divisas para asegurarle un colchón de entre 15 y 25 mil millones de dólares a la economía y transitar “la salida del cepo tranquila”. 

Además de declaraciones de los funcionarios, se creó un área especial del Estado para fomentar el ingreso de nuevo capital productivo. Se trata de la Agencia Argentina de Desarrollo de Inversiones, un organismo que depende en forma conjunta de Cancillería y del Ministerio de Producción. En la entidad promocionan “anuncios” de inversión por 59 mil millones de dólares para el período 2016-2019. En los hechos, no obstante, hubo entre enero y noviembre una inversión extranjera directa de 2 mil millones de dólares, que no alcanzó para compensar lo que las empresas giraron de utilidades al exterior (3 mil millones).

La dificultad para atraer dólares productivos aumentó las necesidades de emitir nueva deuda externa y forzó al Gobierno a lanzar a partir de octubre el blanqueo, cuando a principio de año varios funcionarios habían descartado avanzar en un proyecto de exteriorización de capitales. Gracias al endeudamiento, y sin computar las emisiones de bonos de provincias y empresas privadas, el Tesoro embolsó dólares por el equivalente a 10 por ciento del PIB. Gran parte de estos recursos fueron utilizados para cubrir erogaciones en moneda local del sector público, lo cual llevó al Gobierno a vender divisas en el mercado.

La capacidad del Central para recomprarle al Tesoro estos dólares –a cambio de pesos destinados a gastos corrientes– fue limitada, por la suba constante de la demanda de divisas del sector privado tras la desregulación de los controles cambiarios. Por caso, la compra bruta para ahorro sumó 24 mil millones de dólares este año, cuando había sido 11 mil millones en 2015. La diferencia se explica por el permiso de compra de grandes inversores (ver aparte). El turismo, al igual que el giro de dividendos, fue otro de los canales de fuerte salida de divisas de la economía. La adquisición bruta de dólares de los argentinos para realizar viajes en el exterior se ubicó en 9 mil millones de dólares en los primeros once meses del año.  

Las reservas internacionales, pese a los autoelogios de Sturzenegger, acumularon sólo la décima parte de los dólares que ingresaron al mercado interno por deuda y blanqueo, en tanto que el resto fue a financiar la fuerte salida de capitales. Este ha sido uno de los efectos más perversos de la política económica en 2016, que desperdició la posibilidad de utilizar divisas del endeudamiento para destinarlas a transformar la matriz productiva y agregar competitividad a distintos sectores estratégicos como las economías regionales. 

El impacto para la actividad económica de la llegada de estas divisas ha sido nulo, debido a la filtración de los dólares por la desregulación de los flujos de capitales. El 2016 se cierra, según las estimaciones del mercado, con recesión del 2,6 por ciento del Producto Interno Bruto. El nivel de consumo, en tanto, marca baja del 2,3 por ciento, la inversión un desplome del 2 por ciento y el nivel de desempleo orillando el 10 por ciento.