Creado en 2010, la Palma Queer de Cannes se convirtió, con menos de una década de existencia, en una de las estrellas del festival gracias a que el año pasado 120 pulsaciones por minuto fue ganadora simultáneamente de este premio y del premio mayor, la Palma de Oro. En la edición 2018 varias coberturas destacaron la gran cantidad de películas Lgtbiq que Cannes incluyó en su programación y la Palma Queer brilló como el Oro. Pero a juzgar por los resultados del premio, el fenómeno particular de este año fue el éxito de las películas sobre niñez y adolescencia Lgbtiq. Porque el largometraje que se llevó la Palma Queer fue Girl, película belga dirigida por Lukas Dhont, que estuvo en la sección Una cierta mirada. Cuando tenía 18 años, y aún estaba no había hecho pública su orientación sexual, Dhont leyó en el diario la historia de Nora, una adolescente trans de 15 años que visibilizaba en los medios su sueño de ser bailarina. Dhont se contactó con Nora, conoció a fondo su historia y, después de estudiar cine, le propuso hacer un guion sobre su experiencia. En la ficción, Nora será Lara, adolescente que ingresa en un nuevo colegio con el deseo de convertirse en bailarina profesional. Pero la frustración se cruza en el camino porque al ser una niña trans, su corporalidad parece no responder tanto a la estricta disciplina institucional como a las fisonomías autorizadas en la danza. Pareciera que el cuerpo adolescente es el espacio donde la cámara apunta su mirada queer, en un cine que desarrolla ese momento donde los rasgos físicos del desarrollo se perciben y viven como marcas genéricas que son barreras, estigmatizando sobes los cuerpos que impiden seguir viviendo la identidad como fluida, para seguir gozando de la libertad mutante de la pubertad. Girl convenció en su compromiso de ver la intimidad de todo lo crítico que el cuerpo trans adolescente plantea y no solo fue recompensada en Cannes con la Palma Queer, sino que también obtuvo la Cámara de Oro el Premio Fipresci de la Crítica y Víctor Polster, quien interpreta a Lara, fue Mejor Actor en su sección. La película no solo tuvo consenso en distintos jurados, sino que tras ese éxito de Cannes, la plataforma Netflix compró la película para América Latina y Norteamérica. Un boom queer a gran escala.

Pero también la Palma Queer para el Mejor Cortometraje de Cannes fue para el brasilero Un huérfano (O orfão), quinto corto de la cineasta Carolina Markowicz. La trama sigue a un niño afro adoptado por una familia que decide devolverlo al orfanato por ser afeminado. Como Girl, también se basa en una historia real, según contó la directora: “Tengo una amiga que trabajaba en un refugio y me contó la historia de uno de los niños que fue adoptado y devuelto. Como nunca había oído algo así, me llamó la atención y acabé conociendo al muchacho a través de ella, en la época ya un hombre de 20 años, gay asumido. Le pregunté a él si creía que el hecho de ser gay habría influido en la decisión de la pareja. Dijo que no sabía con certeza, pero desconfiaba que sí. Consternada con la historia, investigue más al respecto y vi que no era un caso aislado, por desgracia. La historia en sí no es de una persona real específica, pero el hecho de que un joven regresado por tener tendencias homosexuales, sí es algo que ocurrió.” La infancia como lugar de libertad genérica que muestra Markowicz se enfrenta a la moral de parejas que adoptan niños para imponerles un modelo de conducta reaccionario. La directora ya había trabajado desde el humor crítico sobre las convenciones sociales sobre género y sexualidad en otros cortos, como Edificio Tatuapé Mahal, donde desde la animación cuenta la historia de un muñeco de maquetas de arquitectura que decide cambiar de sexo. El Palmarés del festival pareció este año celebrar ciertas miradas que tienen una mirada crítica profunda sobre la forma en que la cultura contemporánea y sus formas disciplinarias sobre los cuerpos desde muy tempranas edades.