Hasta hace unos diez años todavía era común tocar el timbre de alguien por sorpresa, pero hoy la costumbre resulta casi marciana. Pareciera que la sociedad ha perdido la capacidad de encontrarse,en una esquina o hasta en una casa, sin usar el celular para avisar “estoy yendo”, “en camino”, “llegué”. Da cierto vértigo, incluso, ir al lugar y hora previamente pactados sin rechequear vía whatsapp. La misma falla de modernidad tecnológica se produce en la intrínseca relación porteña entre el hecho de hacer las compras en el supermercado y la entrega, paga o gratuita, de bolsas descartables en las cajas.
Desde el domingo 1º de enero entra en vigencia la Resolución 341/16 de la Agencia de Protección Ambiental porteña (APRA), que prohíbe dar las bolsas plásticas livianas que se entregaban hasta ahora. O sea: ya no corren más las blancas tradicionales que dan en los autoservicios chinos ni las verdes y negras que se cobran 0,65 centavos en los híper y supermercados. Y entonces, inexplicable y desmemoriadamente, muchos se preguntan cómo van a hacer, qué peripecias tendrán que sortear para llegar con sus fideos, leche y demás desde el comercio hasta su casa.
Había una vez, hace no tanto tiempo, un objeto llamado changuito, en donde muchos humanos a lo largo del siglo XX guardaban desde un kilo de azúcar y paquetes de arroz hasta botellas de gaseosa, entre otros productos. Por medio de un sistema tradicional de ruedas, luego podían transportar su compra desde el supermercado hasta su casa. De bonus, no perjudicaban el medioambiente con plástico ni generaban basura extra. Tan práctico era que alrededor del año 2000 apareció una versión modernizada tipo mochila y con diseños vistosos. Muchos, actualmente, los usan.
Igual, el terror al cambio sigue poniendo el grito en el cielo. “¿Qué tengo que hacer si quiero pasar a hacer las compras cuando salgo del trabajo, ir con el changuito o la bolsa de tela por las dudas?”, pregunta consternado un vecino a la cajera del supermercado chino, que se escuda tras su aparente desconocimiento del castellano para sonreír y decir “feliz año nuevo”. En realidad, la respuesta es “no, caballero, va a poder seguir comprando bolsas descartables, pero le van a salir más caras”.
Resulta que la norma impulsada por el gobierno porteño establece, literalmente, que sólo se podrán dar en la línea de caja “bolsas plásticas gruesas (con una medida de 50 micrones) y bolsas plásticas biodegradables certificadas”. Eso deja afuera a las blancas, las negra y las verdes, que son de 18 micrones. Por eso, la mayoría de las grandes cadenas ya están abastecidas con las nuevas bolsas, que van a costar entre $ 1,20 y $ 1,50.
La resolución se publicó hace cuatro meses en el Boletín Oficial, por lo que los comercios tuvieron tiempo para deshacerse de las ahora vetustas bolsitas. Los que no lograron deshacerse de todas, si tienen sucursales en el interior, donde en la mayor parte las normativas son diferentes, pueden reubicar sus sobrantes. Y los autoservicios y locales más pequeños, mediante la inagotable picardía porteña, seguramente puedan seguir ofreciendo bolsas camiseta liviana un tiempo más, pero fuera de la línea de cajas, algo que la normativa no prohíbe específicamente.
Así que, amas y amos de casa, encargados familiares de ir a hacer las compras, si de todos modos esto sigue causando inconvenientes, siempre hay otras soluciones a mano. Acá dos, de regalo de fin de año: podrán reutilizar las bolsitas en las que vienen las verduras para ponerle algunas otras cositas (hay que comprar al menos un tomate para hacerlo) o aprender a hacer un tetris de productos en carteras o mochilas.