Guerra y revolución, metáfora y realidad, definen el comienzo de la obra: amanece, luego de una sangrienta revuelta en el chiquero contra la opresión de los matarifes que dejó como trágico saldo a una sola chancha en pie, enfrentada con el único chacinero que ha sobrevivido. Mientras él quiere convencerla a toda costa para ponerla a parir como una máquina y así repoblar su bolsillo y su granja, ella, súbitamente dotada de habla, ya no quiere obedecer, ni parir, ni volver a escuchar al patriarca manipulador. La Chancha quiere justicia chancha, venganza y libertad chancha, rebelión para reivindicar a todas las cuerpas que han sido brutalmente asesinadas por los patrones de estancia. Alza un grito que clama redención por todas aquellas que ni cuerpas tienen a causa de tanta crueldad y persecución chacinera. Y así, entre cuchillos, enfrentamientos y amenazas, súbitamente llega al chiquero un seductor Lobo extranjero, mitad yanqui, mitad chino: Sam, entrador, simpático, elegante y con un marketinero mensaje de pacífica unión entre quienes sobrevivieron la oscuridad de la noche anterior. El lobo Sam, un vendedor de soluciones mágicas para saldar las diferencias y tejer negociaciones en tiempos de crisis en las que, como ya bien sabemos, todos pierden excepto el gestor de esa paz, arma un revuelo de apuestas, canciones, corridas, bailes y manipulaciones varias que cruzan la obra acorde a su ambicioso plan de dominación, junto a las conveniencias políticas y financieras del patriarca matarife y la resistencia inquebrantable de la Chancha corajuda.
La obra, apropiándose de la retórica de la fábula, los cuentos infantiles y la estética y actuaciones de los dibujos animados clásicos (incluyendo impecables ilustraciones de Luciano Vecchio) traza, cual historia de granja rebelada a la Orwell pero ambientada en los tiempos que corren y nos corren, una historia que denuncia ultrajes, violaciones, especismo y violencia de género, pregonando la libertad de los deseos y el derecho a decidir sobre el propio cuerpo y desenmascarando, a su vez, la falacia de la unidad pacífica de la población bajo un contexto capitalista, en el cual todo aquel que acepta las reglas del juego del lobo pierde de inmediato.
Chancha coraje es todo eso y más, pero nunca pierde el humor, la risa y las pinceladas surrealistas con las que rompe la solemnidad de todo discurso: basta presenciar la increíble coreografía pop dirigida por Ángeles Ruiz, en la cual los tres personajes lo dejan todo, literalmente todo, sobre el escenario, transformado en disco revolucionaria y chiquero de baile, sudor y lágrimas a puro swing. Tal como señala Patricio Ruiz, director y dramaturgo de la obra, en su representación se instala la emergencia de hablar sobre la injusticia, la miseria y la mezquindad de estos tiempos. La pieza fue concebida como un manifiesto contra las vejaciones que sufren los cuerpos e identidades en un sistema que nos trata como carne picada de guerras ajenas. Claro está, hasta que las chanchas digamos ¡basta!
Sábados a las 22.30 en La Gloria Espacio Teatral, Yatay 890