Las relaciones del diseñador y artista Leo Battistelli con la naturaleza son infinitas. Si bien trabaja con tierra, barro, el protagonista de la mayoría de sus piezas y obras es el agua.
Mucho tiene que ver su pasado de guardavidas en su Rosario natal y eso de vivir de cara al río Paraná seducido por las vetas de la arcilla de las islas. También su amor por el mar, donde se sumerge diariamente ahora que desde hace unos años se radicó en Río de Janeiro. Pero sobre todo su compromiso y el empleo de su oficio para generar conciencia sobre problemáticas de las que da cuenta a través de su enorme sensibilidad como el mal manejo de los recursos hídricos, la tala indiscriminada de árboles y el descarte.
Trabajos reunidos en un foto-libro –Marca de agua–, impreso en papel absolutamente reciclable y biodegradable, sin presencia de metales pesados, y celulosa obtenida por prácticas y fuentes sostenibles, que presenta hoy a las 19 horas en la Isla de Ediciones de ArteBA y el 30 de mayo en la biblioteca del Museo Malba.
Así, desde los inicios de su carrera al presente, ondas, olas, cascadas, dan vida a sus creaciones. Agua dulce y salada que acaricia pero que también arrasa. Impresiones, realidades, imágenes, que descubrió nadando en Rosario o cuando llegó a Brasil y un alud tapó parte de la fábrica de porcelana donde trabajaba.
Battistelli estudió Bellas Artes con especialidad en escultura en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y cerámica en el taller del artista Leo Tavella. “Nunca me había planteado el tema de los objetos hasta que surgieron de la manera más espontánea. Enseñándole cómo hacer moldería a una alumna, se me ocurrió trabajar con los vasitos de plástico de cumpleaños. De ahí vino toda una avalancha de descartables. Enseguida me atrapó la facilidad, la simpleza, pero sobre todo me encantó eso de rescatar al descartable”, cuenta. De inmediato también decidió que la colección estaría hecha de arcilla extraída de los desprendimientos naturales de las islas del Paraná. Así nacía su primera línea de utilitarios: la colección de vajilla Plast.
“En el año 2002 comencé a crear mis obras en la fábrica de Porcelanas Verbano. Durante estos 16 años aprendí todos los saberes con el equipo de maestros-trabajadores de la fábrica. Así conseguí realizar esculturas, reconstruir vajillas, transformar desechos en objetos que hoy siguen en uso. Trabajando durante todo este tiempo en todas las etapas de producción, pude estudiar todos los desechos que se generan en cada etapa, y analizar el modo y el como, para poder transformar toda esa energía desperdiciada en material nuevamente utilizable”. Allí nace Flota, un conjunto de objetos para la mesa que encuentran su propia belleza y singularidad mediante un teñido artesanal por flotación en baño de soluciones con sulfatos en una gama de colores azules, verdes y ocres.
A la que se suma Salvavidas, otra línea que recuerda su pasado de guardacostas, que en este caso se ocupa de dar vida a piezas que por tener algún quiebre o fallas de color (un granito oscuro en la prístina porcelana las lleva directo al cadalso), la empresa descarta y Leo recupera. En una acción, o mejor dicho una causa, que irá repitiendo en el tiempo por los más diversos motivos. “La colección Salvavidas se dio de forma natural, fue automático. Ni me detuve a pensarla. Entraba en la fábrica y comenzaba a ver los cajones de desechos de la producción de vajilla y empezaba a salvar las piezas que se habían escapado del golpe terminal. El proceso no era tan simple, había que observarlas detenidamente para que no tuvieran rajaduras graves, retoques, lijado a seco y a agua y un secado lento. Las pobres tenían que recuperarse lentamente después del rechazo en el camino hacia la perfección. Es que estos pequeños defectos en la producción masiva y fabril generan, sumados al golpe/caída dentro del cajón, formatos y texturas únicas que dan carácter y personalidad a cada pieza. La pieza que logró sobrevivir al golpe final que la mirada homogénea descarta sobrevive y muestra otra posibilidad de imagen de vajilla. Vajilla con defectos, vajilla con vida”, cuenta. En estas condiciones y durante ocho años de trabajo nacieron y se desarrollaron otras de sus colecciones Guachos, Gajos, Onda, Rama, Chinos y Floricultor. Nueve maneras de reciclar porcelana utilitaria. “Todas estas líneas las desarrollé en un intento de producir algo bello y útil a partir de un desecho”, suma.
Mientras tanto, el amor lo ancló en Brasil. Corría el 2007,e instalaba su laboratorio experimental en otra fábrica de porcelana –Luiz Salvador– de Petrópolis. Allí crea Romance, donde elige como compañero de aventuras a otro material, el hilo de cobre; Lúcidos, intervención sobre jarrones, vasijas y ánforas producidos en la fábrica entre los años 1950 a 2007 y la Yuyo, sutiles pinceladas en finas líneas rectas crean un delicado vegetal reptante, entre otras.