“Es la primera vez que voy a tocar en la Ballena Azul presentando mi propia música”, dice con entusiasmo Juan Cruz de Urquiza al comenzar la charla con PáginaI12. El trompetista, uno de los músicos más apreciados y solicitados del jazz argentino, tiene un nuevo disco y lo va a mostrar el sábado a las 20 en el Centro Cultural Kirchner. Lentes se llama el trabajo publicado por Club del Disco. Se trata de la grabación en vivo de músicas escritas y arregladas por Urquiza para un septeto que tanto en el disco como en la presentación se forma con Juan Filipelli en guitarra, Sergio Verdinelli en batería, Sebastián de Urquiza en contrabajo, Lucas Goicoechea en saxo alto, Pablo Moser en saxo tenor y Franco Espíndola en trombón, además de Juan Cruz en trompeta y fluguelhorn. El concierto del sábado es parte del ciclo La escena del jazz, que por estos días da cuenta de mucho de los bueno que produce el género en la actualidad.
En un oficio como el del músico de jazz, en el que tocar con todos y para todos es un hábito profesional y musical, culminar un proyecto con música propia es un momento muy especial. “El jazz es un medio en el que se coopera continuamente entre los músicos. Muchos de nosotros tenemos nuestra propia propuesta, pero colaboramos con proyectos de colegas, es la manera de sostener nuestro trabajo. A partir de ahí se arman sociedades y todo intercambio es enriquecedor. A diferencia de otros géneros, el jazz exige una constante retroalimentación entre los músicos”, describe De Urquiza. Su trabajo lo corrobora: es parte de la orquesta de Mariano Otero, del ensamble del Proyecto Real Book Argentina y toca en trío con sus hijos, Sebastián, que es contrabajista del septeto además de impulsar su propio quinteto que cuenta con la participación de su padre, y Tobías, baterista.
Ahora le llega el momento de presentar un disco a su nombre, pensado, compuesto y arreglado desde ideas en las que abundan arrojos modernistas, sostenidos en una incorruptible conciencia de que el jazz debe ser una tradición en movimiento. “En las músicas que forman parte de Lentes hay un punto de partida común, que tiene que ver con el jazz acústico y con la tradición del jazz. Pero también hay una tendencia a promover improvisaciones más libres, que incluso vayan por fuera de la estructura del tema. Por momentos se desintegran las secuencias armónicas y por momentos se plantean otras pautas que me interesó que de alguna manera tuvieran una vinculación directa con la composición. Por momentos la improvisación sale de una secuencia de notas que trabaja como guía, por momentos se produce en el diálogo con otro instrumento. Son distintas maneras de trabajar la libertad”, define el músico. “En el concierto del sábado tocaremos lo mismo que grabamos, con la misma formación. Pero será todo distinto, porque con el pasar de las tocadas vamos encontrando situaciones nuevas, que se van instalando como parte de la composición y generan nuevos lugares que a su vez van mutando hacia otros”, asegura.
Temas como “Trapos colgantes”, “Vulnerabilidad y confusión”, “Luminarias del engaño” y “pH” –acaso el más logrado de un disco notable– se articulan a partir de la manera de distenderse y tensarse en el tiempo. Además de promover amplios espacios para la improvisación y poner en juego un gusto por los tiempos medios y las melodías intrincadas y angulosas, dan cuenta de un arreglador que explota con criterio la riqueza tímbrica del septeto. “La búsqueda tímbrica fue un objetivo puntual para la parte escrita de este trabajo. Me interesó aprovechar al máximo las diferentes posibilidades instrumentales y los colores, eso empezaba a sonar en la cabeza ya desde la composición”, asegura De Urquiza, que a los 53 años cuenta con una discografía variada, en la que se suman colaboraciones con Fernando Tarrés, Guillermo Klein, Fernando Huergo, Ligia Piro y Hernán Merlo, entre otros, y trabajos como líder como los tres discos del Quinteto Urbano, además de Indómita luz –en el que versiona canciones de Charly García–, o el más reciente Convivencia, en cuarteto con su hijo Sebastián en contrabajo, Tomás Fares en piano y Carto Brandán en batería.
– El intercambio generacional es también parte de la música de Lentes. ¿Fue algo buscado?
– Los músicos que forman parte del septeto son de una y hasta dos generaciones sucesivas a la mía. Salvo Sergio (Verdinelli), a quien conocí a mediados de los 90, el resto son muy jóvenes. Los elegí porque me encanta cómo tocan, no solamente porque son jóvenes. En Argentina hay músicos que están entre los 20 y los 30 que tienen una gran formación. Para mí es enriquecedor poder trabajar con gente que llega con frescura, con otras inquietudes e incluso con otro manejo del lenguaje.
– ¿La suya es la generación que le dio un perfil distinto al jazz en Argentina?
– Argentina tiene buen jazz desde hace mucho. A partir de finales de los 90 se empezó a consolidar una movida, en busca de un sonido propio, con una propuesta que no solo tenía que ver con las cualidades del solista en sí como improvisador, sino también con las posibilidades de la composición. Proyectos como el Quinteto Urbano aportaron lo suyo. Fui parte de ese momento y me pone muy feliz haber podido aportar a lo que hoy es el jazz argentino, que muestra un crecimiento constante y conserva siempre la capacidad de sorprender con nuevas propuestas.