Hoy comienza una nueva edición de Argentina ComicCon, ese evento multicolor de cultura pop donde, paradójicamente, el cómic es apenas un condimento de la propuesta. En el centro de la escena de Costa Salguero estarán, hasta su conclusión el domingo, algunos actores internacionales (la encantadora Nathalie Emmanuel y Danny Trejo entre los más destacados). Habrá dibujantes internacionales –con Howard Chaykin a la cabeza–, pero la historieta argentina tendrá menos representación que de costumbre. Sucede que el Artist Alley, tradicional espacio que el evento le reservaba a los artistas locales, en esta ocasión es pago. Y, naturalmente, muchos dibujantes pegaron el portazo, indignados por lo que, entienden, es un abuso. ComicCon usa su presencia e imagen como contenido para vender entradas, para promocionarse, ¿y encima pretenden cobrarles por ello? Así las cosas, será una edición rara y de transición para la historieta local. Lo más interesante pasará por la presentación en sociedad de Rootinks, una nueva plataforma de cómic digital que aspira a convertirse en una suerte de Netflix o Spotify del noveno arte.
Rootinks¸ explican sus responsables, surge del encuentro de dos experiencias: la de Nicolás Lizewski en desarrollo de software (“entretenimiento mobile”, puntualmente) y la de Mariano Taibo como historietista. Taibo trabajó bastante tiempo para Estados Unidos, por ejemplo, entintando cómics para Marvel, aunque eventualmente colgó esas páginas pagas en dólares para dedicarse a sus historietas de autor (por el momento, A tu rojo ruta, Rondador y nocturno y Motordrome) y meterse con su amigo a desarrollar una app que pusiera en las tablets y celulares de los lectores la posibilidad de acceder fácil y barato a la historieta independiente argentina.
“Yo venía más del mainstream –reconoce Lizewski–, pero cuando él me empezó a meter en este mundo me encontré con cómics completamente diferentes y de una calidad impresionante, hasta mejores de lo que vemos en el circuito comercial”. La idea cristalizó, dos años más tarde, en una plataforma con un modelo de negocios muy similar a Spotify o Netflix, donde la suscripción Premium abre muchas puertas al usuario (como descarga para lectura offline, seguimiento de autores y acceso a noticias del ambiente). “La idea es cohabitar con el circuito”, explica el dibujante. “Por eso, en las notificaciones la idea es no sólo comunicarnos con el usuario por lo que tengamos en la plataforma, sino también todo lo que tenemos adentro y que genera cosas afuera. Quiero ver la plataforma como una aliada y no una enemiga del papel”. Para aplacar posibles resistencias, la interface dominada por una “R” roja y gigante extiende una rama de olivo a las editoriales y colectivos autorales al establecer categorías o “colecciones” que agrupan el material según el sello en el cual aparecieron originalmente en papel. Un gesto que sugiere al lector por dónde volver a buscar esa historieta que tanto le gustó y que quiere tanto en su celular como en su biblioteca.
Aún más, se entusiasman con –en el futuro– ampliar la app e incluirle un apartado de e-commerce, que funcione como punto de venta para las editoriales locales que tengan su material subido en la red. “No está cerrado, pero les interesa, porque imagínate que tenés miles de personas leyendo, que compran, y sólo tenés que imprimirlo y enviarlo”, plantea Lizewski. Por el momento, sin embargo, se concentran en ampliar su catálogo. Arrancan con un stock de 60 libros que aumentará cada semana y que más adelante incluirá también autores del resto de América latina, Europa y Estados Unidos, pero siempre del circuito independiente.
Un circuito que, cuentan, tiene sus propios tiempos (y resistencias) a la hora de charlar contratos. El modelo que Rootinks propone a los autores es solo de una cesión de derechos para el medio digital, sin exclusividad ni restricciones para su salida en papel. “Nosotros no compramos el contenido, no somos sus propietarios. El autor sigue siendo el dueño y comparte ganancias con nosotros de lo que lea la gente. Creo que cuando los autores empiecen a ver cómo funciona todo eso va a generar más confianza en nuevos autores”, reflexiona Taibo, quien usó su experiencia con los contratos leoninos que imponen las grande empresas en el exterior para acercar soluciones que dejaran satisfechas a las dos partes. “Lo que les explicaba a ellos (señala a Lizewski), que vienen de afuera del mundo del cómic, es que el autor en todo el mundo es bastante castigado y bastardeado. Yo no quería esos contratos usureros que se firman en Francia u otros lugares”, plantea.
El desafío, según explican, es dotar de prestigio a la plataforma. Del mismo modo que las producciones de Netflix tienen tracción por “pertenecer”, o que un libro recibe más atención si sale en tal o cual editorial, ellos buscan lo mismo para su marca. “Muchas veces el autor relega poder sobre su obra por el prestigio que le da publicar en tal lugar. Bueno, nosotros ahora tenemos que demostrar que esto también tiene prestigio, que es un trabajo más para los que dibujamos”, señala Taibo. “No tenemos que olvidarnos de que los autores están trabajando y de que el lector entienda que esa guita que pone en la plataforma también está yendo a los autores”.