El presidente Mauricio Macri reiteró ayer que uno de los errores de su gobierno fue no haber dejado lo suficientemente clara la situación que habían heredado en diciembre de 2015. “La autocrítica que me hago es que siempre he sido muy positivo. Tal vez puse metas ambiciosas para todos y no dijimos el diagnóstico duro”, aseguró en la reunión de gabinete ampliado que se realizó en el Centro Cultural Néstor Kirchner. La declaración sorprende porque si hay algo con lo que el gobierno insistió en estos dos años y medio fue con “la herencia recibida”, a la que le adjudicó todos los males que sufre el país.
El propio Macri dedicó gran parte de su primer discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso en marzo de 2016 a hablar de los supuestos problemas que le dejó el kirchnerismo. “Quiero ser claro sobre el punto de partida, ya que venimos de años en los que el Estado ha mentido sistemáticamente, confundiendo a todos y borrando la línea entre la realidad y la fantasía. Así, la credibilidad y la confianza fueron destruidas. Encontramos un Estado desordenado y mal gestionado, con instrumentos de navegación rotos, se ocultó información, faltan documentos, no hay estadísticas, cuesta encontrar un papel”, sostuvo entonces. Incluso en junio de ese mismo año la Casa Rosada publicó en su web un informe de 223 páginas titulado “El estado del Estado” que compila una serie de supuestas irregularidades encontradas área por área.
Esas denuncias permanentes se complementaron con producciones periodísticas de numerosos medios oficialistas que aún hoy siguen hablando más del pasado que del presente y con el accionar de un grupo de jueces federales y camaristas que manejaron las causas contra los funcionarios del gobierno anterior de acuerdo a las necesidades políticas de la Casa Rosada.
En todo momento, se apeló a una versión funcional del pasado para intentar explicar el presente y condicionar el futuro. También se buscó aprovechar la crisis de Venezuela para mostrar en qué se hubiera convertido la Argentina si Cambiemos no hubiese ganado las elecciones, lo que constituye un ejercicio contrafáctico imposible de ser corroborado.
Ahora la estrategia consiste en seguir hablando del pasado y de Venezuela, pero lo llamativo es que se lo quiere presentar como algo novedoso surgido de una supuesta autocrítica motivada por la reciente crisis cambiaria. “Y sí, pude haber negado o no haber expresado con toda profundidad y claridad lo mal que estaba la Argentina, pero es difícil ir a pedir plata prestada diciendo que estás quebrado”, remarcó ayer Macri. A su vez, reiteró que “íbamos derecho a repetir lo que están sufriendo nuestros hermanos venezolanos”. Minutos antes el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, había presentado un Powerpoint donde detalló que en el país caribeño la pobreza es del 87 por ciento, el déficit fiscal del 32, el desempleo de 27,1 y la inflación anual de 2818 por ciento. “Estamos mejor que Venezuela”, podría haber sido el título de una presentación realmente difícil de explicar.
Más allá del relato oficial, el problema es que en los últimos dos años este gobierno tomó deuda por más de 200 mil millones de dólares para financiar fundamentalmente la fuga de capitales, que desfinanció el Estado con la quita de retenciones y la reducción de otros impuestos progresivos, que frenó la construcción de obras estratégicas como Arsat III, Atucha III y la central termoeléctrica de Río Turbio y que ahora vuelve al Fondo Monetario Internacional para seguir hipotecando al país con los préstamos de un organismo controlado por Estados Unidos que suele tratar a sus deudores como si fueran colonias.