Las fiestas de Navidad, Año Nuevo y Reyes del mes de diciembre responden a tradiciones arraigadas en la sociedad. La primera "fue propiciada por la Iglesia Católica en el año 325 para unir los ritos paganos del pueblo con el dogma y así establecer un hábito", explica la directora del Centro de Estudios Canadienses de la Universidad Nacional de Rosario, Olga Corna. Aclara que la celebración del 25 correspondía al Dios Saturno, el de la agricultura, la comida, y el regalo estaba relacionado con el beneficio que ofrecía la tierra. Por otra parte, ese día se conmemora el nacimiento de Jesús, que puede interpretarse como el nacimiento de la esperanza, cualquiera sea el credo.

"Dios tiene muchos nombres y voluntades escribiendo sobre su propia historia, pero en realidad el mensaje de Jesús, de Jehová, del Mesías, de Mahoma y de Alá no tiene nada que ver con lo que hacemos cotidianamente los seres humanos al enfrentarnos o pensar que el otro es peor", reflexiona la docente de Comunicación Social.

Estas reuniones eran familiares en un concepto amplio, colectivo, por lo que participaban los abuelos, bisabuelos y primos que llenaban largas mesas y escuchaban cantos típicos de la Edad Media como los villancicos.

La mesa arreglada, las velas encendidas, la comida y los colores tienen un significado para los grecolatinos occidentales católicos y cristianos. El rojo, la cura de la envidia; el verde, la esperanza, y el dorado, la prosperidad. "Todas las cosas que cromáticamente marcan lo que uno coloca en ruta tienen que estar iluminadas para que su observación sea instintiva", afirma la investigadora.

La figura de Papá Noel vestido para altas temperaturas se debe a que el solsticio del 25 coincide con la culminación del invierno. Este señor regordete, con muchos años, que es atemporal, hace grandes recorridos y está en muchos lugares al mismo tiempo, "parece más digital que analógico", sostiene Corna. "Se trata de una gran creación del pueblo estadounidense para sintetizar una interesante idea: que la experiencia y los años deben mantener el espíritu joven con posibilidad de cambio".

Aquí no interesa que Papá Noel tenga calor, "lo que importa es el calor que trae, la ilusión. Más allá del regalo, la ilusión de creerse lo increíble es lo que nos condiciona como seres humanos y en esa trama afectiva, está la posibilidad de ser a futuro".

La profesora afirma que se pueden distinguir muchos Papá Noel que no están disfrazados, como el Papa Francisco, Mahatma Gandhi o aquellos presidentes que abolieron la esclavitud. También todos los hombres comunes que día a día construyen el pesebre. "En ese espacio de amor y contención, se rescata la pobreza en la dignidad de un ser humano", analiza.

"Lo ideal sería que en vez de arremolinarnos frente a las casas para comprar objetos, lo hagamos más entre nosotros para saludarnos y querernos. Despojarnos del objeto de consumo material para transformarlo en un objeto de consumo afectivo, sentarnos a charlar con quien no lo hacemos desde hace tiempo y realizar un rastreo en la memoria, pensar a quien llamaríamos en estas fiestas".

En este sentido, una de las tradiciones era el saludo a través del correo tradicional. La primera tarjeta se imprimió en Inglaterra en 1843 y tuvo su auge en 1870, pero luego se fue perdiendo esa costumbre. Si bien hoy se volvió a recuperar a través de internet, "nos damos cuenta de que hace falta vernos, tocarnos, saludarnos", enfatiza Corna.

Las reuniones que continuarán en el año nuevo serán más distendidas porque ya tienen el resguardo del que nació. "El proyecto de hombre que de alguna manera va a poner las cosas en orden ya vino y ahora llegan los reyes a dar, sin necesidad de decir por qué. Las ofrendas no son riqueza sino incienso que limpia, mirra y paz, así como una estrella que guía. En cada familia hay un guía, la madre, la abuela, una tía, un hermano, un primo, un amigo que está solo y nos necesita".

"Adorar en un pesebre a un niño recién nacido de una mujer común y de un carpintero, que es el hacedor del Universo, significa que podemos ser mejores personas, sin olvidarnos de aquellos que hicieron algo por nosotros. Lo más importante de las fiestas es el agradecimiento frente al desagradecimiento", finaliza.