Esa mirada de José Luis Cabezas fue, es y será una de las más potentes de nuestra historia política. Junta dos aspectos simultáneos. Transmite la impresión de un tipo sencillamente querible, y desde los ojos que representan eso nos dijo que se averiguara quiénes lo asesinaron. Sin parar. Cayere quien cayese. Y pasó, quizá contra todos los pronósticos. Alfredo Yabrán, cercado por las evidencias, tuvo que salir de su invisibilidad y fue a un almuerzo de Mirtha Legrand. Casi inmediatamente, una encuesta hoy caída en el olvido reveló que la inmensa mayoría de la gente no le había creído a “la mirada de Yabrán”. No había importado lo que dijo, en absoluto. Simplemente, sus pérfidos ojos celestes tenían la profundidad del que miente. La mirada de Cabezas, desde esa foto que recorrió el mundo, al menos logró el ínfimo consuelo de que se hiciera justicia.
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