Por algo andábamos viendo películas de zombies y apocalipsis, mirando a nuestros chiquitos, que eran chiquitos, y pensando no en qué país les íbamos a dejar sino a qué país los tendríamos que llevar. Fue Fernando de la Rúa huyendo en helicóptero, fue una semana en que la presidencia era una papa caliente que pasaba de mano en mano, fue Eduardo Duhalde que tuvo que llamar rápido a elecciones. Y ahí apareció el Flaco, que con el veinte por ciento de los votos se hizo cargo del desastre mayor de nuestro movido país. Entró pateando puertas, dando órdenes, mandando como el dueño de una mayoría. Realmente, como en el chiste y la canción, mandó parar y al que no paró le dejó un buen dolor de muelas. En el recuerdo quedará para siempre el primer presidente que le dio órdenes a los empresarios, que pidió disculpas por el terrorismo de Estado, que giró la idea de política pública hacia los que nunca les daban bola, que consideró las tarifas un costo de estar vivo y no un negocio. Néstor Kirchner, hace quince años, nos cambió la cabeza y nos salvó cuando parecía que no podía haber más una Argentina.
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