10 de diciembre de 2011. Cristina Fernández de Kirchner asume por segunda vez como presidenta de la Nación. Un año y dos meses antes se había quedado viuda. En el medio de la tormenta política incesante y el bombardeo mediático plagado de operaciones que fueron sus dos mandatos, Cristina perdía a quien más la protegía. Con Néstor todavía presente en su propia imagen pública a través del luto, ese año la acompañó el 54 por ciento del electorado. Su marido había sido su compañero desde los veinte años y su principal interlocutor político. La máscara del dolor le maquilló la cara mucho tiempo. Pero no dejó de gobernar ni un día. No se dio tregua. En ocho años no se tomó vacaciones. En sus dos gobiernos y pese a los ataques personales y las ofensas a su vida pública y privada, no tomó ninguna medida contra ningún medio ni contra ningún periodista. Hubo absoluta libertad de expresión. En la foto, con Florencia, la hija menor.
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