Fue una de esas tragedias que combinan de manera fatal el desastre natural –un diluvio como pocos– con las responsabilidades humanas: las obras hídricas que sucesivos gobiernos no hicieron. Y también de ésas que desnudan las miserias políticas montadas sobre el drama ajeno. Las inundaciones en La Plata de abril de 2013 arruinaron miles de hogares y provocaron otras tantas polémicas. Una se centró en la cantidad de víctimas fatales, que un juez saldó en 89: algunas decenas más que las reconocidas oficialmente y muchas menos que las señaladas por rumores y versiones interesadas. La otra discusión intentó desacreditar el trabajo solidario que había encarado una organización política con los afectados. Fue imperdonable que los militantes usaran pecheras identificatorias. Se sabe, mezclar política y solidaridad no puede ser otra cosa que clientelismo. Aunque quienes sostengan esa concepción usen luego ese mismo tipo de tragedias para juntar votos. La mujer de la imagen no chapotea en el agua para una foto de campaña.
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