Asumió el 20 de enero de 2017 como el presidente número 45 de su país prometiendo cambiar las cosas para poner a “Estados Unidos primero”. Hasta ahora el magnate Donald Trump que le ha puesto su nombre a hoteles, edificios y campos de golf ha logrado su cometido a medias: puso a Estados Unidos primero en xenofobia y chauvinismo al emprender la construcción de un muro en su frontera sur para prevenir la llegada de inmigrantes de México y centroamérica, al restringir la entrada de personas provenientes de siete países de origen musulmán y al tildar de “países de mierda” a naciones africanas y del Caribe. También puso a Estados Unidos primero en asesinatos masivos gracias a su apoyo incondicional al lobby de las armas y primero en oponerse al Tratado de París para frenar el calentamiento global. También fue el primero en poner a Estados Unidos al borde de una guerra nuclear desde el fin de la Guerra Fría al trenzarse en un intercambio infantil de insultos con su par norcoreano Kim Jong-il, con quien espera reconciliarse en una cumbre pactada para el mes que viene en Singapur. En casi todos los demás temas su promesa viene un tanto rezagada.
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