Cuidan a los niños, los abrazan, los contienen, les prestan el hombro a sus familiares, los escuchan; colaboran en las salas de internación, terapia y consultorios, orientan a los pacientes ambulatorios, entregan ropa, pañales, libros, juguetes, juegan con ellos y también les enseñan diferentes tareas, manualidades. Esto es sólo una parte de lo que hacen las voluntarias del Hospital Gutiérrez cada día, todos los días, los 365 días del año.
“Nosotras los asumimos como nuestros hijos del hospital y esa es la idea que les transmitimos a todas las voluntarias”, definió Cecilia Gallardo, jefa del Servicio de Voluntarias del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez el vínculo que establecen con cada uno de los niños y niñas.
Son solamente mujeres las voluntarias y son poderosas. Y son poderosas porque tienen el poder de transformar los momentos más difíciles de los chicos y de sus familias en momentos de amor y contención.
El Servicio de Voluntarias que funciona dentro del hospital está compuesto por unas noventa mujeres de todas las edades, la mayor tiene 89 años y hace más de 40 que le dedica horas de su día a esta tarea. Hay maestras, abogadas, diseñadoras, periodistas, amas de casa y jubiladas.
Gallardo explicó que las voluntarias tienen “una obligación y un compromiso porque tienen una responsabilidad”, ya que tienen un horario y horas asignadas que cubrir. “Trabajan seis horas a la semana con horarios fijos y lo hacen sólo por amor”, subrayó en diálogo con PáginaI12.
“Cuando las mamás se tienen que ir porque tienen que hacer algún trámite, buscar una medicación o ir a ver a sus otros hijos o familiares, les lleva todo el día, entonces el chico se queda solo y la única manera de que esa madre pueda irse tranquila a hacer lo que tiene que hacer es sabiendo que la enfermera se va a quedar con una voluntaria”, explicó.
Las voluntarias son mujeres que están al servicio de los chicos, los acompañan, los ayudan, los cuidan y los protegen como si fueran propios. “Siempre estamos al tanto de lo que tiene el chico y lo que necesita. Les llevamos juguetes, cuentos o un juego de mesa para acompañarlo a pasar las horas y entretenerlo. Como haríamos nosotras con cada uno de nuestros hijos”, precisó Gallardo.
Ella tiene 54 años y desde hace dos años que lleva la jefatura del servicio, pero desde el año 2000 que es voluntaria en el hospital. Era analista química biológica y trabajó en un estudio de abogados con su esposo durante nueve años. Pero desde que pertenece al servicio de voluntarias su vida cambió rotundamente. En un hospital con casi 360 camas y pacientes ambulatorios, se atienden alrededor de 1500 chicos por día. Muchos con enfermedades graves como cáncer, leucemia o trasplantados en proceso de recuperación. Las historias que viven las voluntarias en el hospital son tan duras como sensibles y son infinitas.
Para Gallardo, los momentos más difíciles se viven en terapia intensiva porque “ahí todo está como muy a flor de piel, es todo al límite”.
“Hay chicos que están ahí mucho tiempo y muy graves, los ves pasar infinidad de veces por el borde de la muerte, entonces te toca la fibra. Esa es una de las cosas que más me conmueve”, aseguró.
“En ese momento en el que esa mamá o ese papá está pasando por un gran dolor, poder ponerle el hombro y acompañarlo es fundamental”, relató Gallardo, quien además también explicó que hay mucha gente que viene del interior y que está muy sola y necesita la presencia de alguien en los momentos más duros.
Antes, durante y después. Las voluntarias acompañan a los chicos y a sus familias en todos los procesos de las internaciones, los controles y las consultas con los médicos. Ellas son una mano para sostener, un hombro donde llorar y un abrazo para contener y muchas otras veces para celebrar la recuperación, el alta de los niños y de las niñas.
“Lo bueno es que muchas veces, a lo largo de los días, los chicos van saliendo de esa gravedad y ver esa evolución cuando salen de la terapia, se ponen bien, es una fiesta. Es increíble verlos salir, y después cuando se van del hospital vuelven a saludarte y los ves crecer. El bebé ya dejó de ser bebé porque ya camina, es lindo, es muy gratificante el agradecimiento de la gente desde el cariño que generás con la criatura y con los padres. Sea crea un vínculo para siempre, después te vas enterando de cómo siguen sus vidas”, destacó Gallardo, quien asegura que este es el motor de todos los días para ellas.
Para formar parte de este equipo de mujeres hay que sentirlo. Elena Pittaluga tiene 82 años y hace cuarenta que es voluntaria. Y la motivó una experiencia que tuvo mientras su marido estuvo internado por una enfermedad. Ella entendió que existía una franja de la internación que no podían cubrir ni los médicos, ni las enfermeras. Cuando ella empezó tenía 42 años y en esa época había internos que no tenían, por ejemplo, la posibilidad de que alguien les llevara una carta al correo para que fuera enviada. A este tipo de necesidades se refiere Elsa cuando dice que no las pueden cubrir ni los médicos ni las enfermeras, y para eso están ellas, para cumplir ese y otros roles.
“La satisfacción que es el dar. Está muy trillado decir que lo que uno da lo recibe pero podemos decir que el servir al prójimo hace bien, es bueno para la salud, por eso nosotras tenemos voluntarias de tanta edad que se mantienen en condiciones óptimas. Está comprobado, porque el voluntariado no sólo funciona en países pobres, sino más en países desarrollados como Alemania y Estados Unidos porque realmente es un beneficio para el que se entrega al servicio”, aseguró Pittaluga durante la entrevista con PáginaI12.
El trabajo que realizan las voluntarias por las salas de terapia, las salas de neonatología y por el resto del hospital es intenso, por eso Elsa desde hace un tiempo lleva desde una computadora la tarea de hacer pedidos para cuando se necesita ropa, pañales o juguetes pero sobre todo lleva la tarea de agradecer a quienes colaboran y ayudan.
Ella se define como la relacionista pública del equipo y remarcó que además “es muy interesante la relación entre las voluntarias”.
“Tener un objetivo en común nos identifica a las unas con las otras. Somos muy compañeras y a veces se necesita contención porque hay momentos muy difíciles. Y también tenemos una psicóloga que nos ayuda porque las voluntarias hemos sido testigos de cuadros muy graves y muy tristes, entonces es necesaria esa contención”, contó.
Son un equipo, trabajan codo a codo, se contienen entre ellas, se ayudan y hasta tienen una relación de amistad dentro y fuera del hospital, pero principalmente cada una de ellas tiene tareas que son fundamentales en todos los procesos de atención de los chicos.
Blanca Aran tiene 65 años y hace ocho que está en el servicio de voluntarias del hospital. Era maestra jardinera y hoy trabaja junto a otra compañera con chicos adolescentes. Además de su tarea diaria, ella les enseña a los chicos a crear con diversos materiales cosas como llaveros, pulseras y aros. Los chicos idean y crean objetos que después los usan para hacerse regalos entre ellos o para vendérselos a las enfermeras del hospital.
“Hay chicos que han trabajado tanto que hasta han puesto en la puerta de su habitación un cartel con la leyenda -se venden llaveros-”, contó orgullosa Blanca.
“Nosotras les damos todos los materiales. Yo trabajo los martes y los jueves, entonces les dejo material para que trabajen el resto de los días también, entonces una vez que ya empiezan a aprender empiezan a crear solos porque una vez que ya tienen la base empiezan a inventar lo que quieren con sus propios gustos y sus ideas. A veces hasta los padres se enganchan a hacer bijouterie. Por ahí hay madres y padres que tienen a sus hijos en terapia y como pasan muchas horas acá dentro, la ocupación les viene muy bien, así que les enseñamos y trabajamos con ellas y así pasan mejor el tiempo que tienen que estar”, explicó.
El servicio de voluntarias del Hospital de niños Ricardo Gutiérrez va a cumplir 57 años en agosto. Su historia comenzó en 1956 durante la epidemia de la poliomielitis, cuando el hospital se encontró en graves problemas por la falta de personal y un grupo de señoras presentaron su ayuda desinteresada. Años después, el entonces director Carlos García Díaz, les propuso integrarse en equipo de trabajo quedando organizado así el Servicio de Voluntarias. Este servicio fue uno de los pioneros y su reglamento interno sirvió como base para la formación de otros voluntariados y la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene incorporado oficialmente como personal estable, no remunerado, al voluntariado hospitalario.
El Servicio de voluntarias es clave en la institución y así se las reconoce: “Este es un servicio de voluntarias y tenemos el total apoyo de Cristina Galoppo la directora del hospital, tenemos una excelente relación con la dirección, nos reconoce en cada evento y habla de nosotras, aunque muchas veces no debería, pero siempre nos menciona y está muy agradecida con lo que nosotras hacemos acá. Tratamos de trabajar estrechamente con la gente de la cooperadora porque estamos todas en lo mismo y la idea es que el chico que pase por acá reciba la mejor atención y además se sientan bien. Y no sólo los chicos, también los padres. Que en su pasaje por el hospital, si bien es doloroso, tratamos de que sean contenidos, que no tengan la necesidad de pensar que no tienen ropa o juguetes. Todos estamos en pos de que el pasaje de ese chico por el hospital sea lo más óptimo posible. Ya sea desde la necesidad básica o desde la afectiva. Tenemos el apoyo de todos los servicios del hospital, tenemos mucha gente que colabora con nosotros, haciendo donaciones o trayendo cosas que nos faltan. Si necesitamos algo siempre hay una entidad pública o privada que se hace eco de lo que se necesita acá”, concluyó la jefa del Servicio de Voluntarias del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.