El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, aclaró que “no hubo corrida” tras un mes donde la compra de dólares redujo en 15 por ciento el stock de reservas, elevó la tasa de las Lebac del 26,3 al 40,0 por ciento anual, devaluó el peso en casi 20 por ciento y llevó al gobierno a un pedido de auxilio al FMI. Sin explicitar si se refería a la acepción española del término, prefirió denominar a los sucesos de abril y mayo como una “turbulencia”, pasada la cual “se consolidará el proceso de desinflación”. Al respecto, afirmó que la meta inflacionaria para 2018 continúa siendo del 15 por ciento. “La pauta es la que es; la inflación va a ir para abajo, estamos convencidos”, alentó Sturzenegger. Por último, en un rapto mesiánico, indicó que “en las últimas semanas el mercado habló, fue un mensaje para el Ejecutivo que nos hizo reflexionar”, describió cual espiritista capaz de interpretar los mensajes del más allá mercantil y, además, marcar la cancha en el marco de las internas palaciegas del macrismo.

La proyección de una inflación del 15 por ciento anual cuando en sólo cuatro meses acumula una suba de 9,6 por ciento tiene menos realismo que Platón. Demostrando que algunos seres vivos son incapaces de modificar su conducta tras golpearse una y otra vez la cabeza contra la misma pared, Sturzenegger insiste en la idea de que la inflación es un fenómeno monetario. Así, la suba del costo del dinero (tasa de interés) debería reducir la demanda agregada y, por ende, la tasa de aumento de los precios. Pero el proceso inflacionario argentino actual no es monetario, hecho que explica el fracaso de la política de Metas de Inflación, sino un proceso inercial donde la inflación pasada se proyecta hacia adelante a través de la indexación implícita en los contratos de alquiler, de crédito y las expectativas de reclamos salariales. Un piso inercial de aproximadamente el 20 por ciento que crece con tarifazos y devaluaciones. 

Para explicarlo en forma sencilla, es imposible que un empresario que ya debía afrontar aumentos de alquileres del 30 por ciento, de salarios del 15-20 por ciento y de tarifas del 45 por ciento, y ahora recibe el adicional de una suba de los insumos dolarizados del 20 por ciento y del costo de financiar el descubierto de la cuenta corriente al 60-80 por ciento (cuando hace un mes rondaba el 30-40), no acelere el incremento de los precios. Hasta las consultoras amigas del gobierno empiezan a percibir esa realidad y dejan de lado sus antiguas proyecciones de una inflación por debajo del 20 por ciento, para acercarse a las proyecciones entorno al 26  para 2018.

Por otro lado, atribuir la corrida al cambio de metas impuesto por la Jefatura de Gabinete al Banco Central en diciembre de 2017 es un uso extorsivo del esquema hiper especulativo montado con las Lebac. Un esquema Ponzi que descansa sobre la “confianza del mercado” amenazando a la estabilidad de la economía si se cuestiona el poder de alguno de los alfiles del establishment financiero en el gobierno, tal como enseñara Jorge Schvarzer al analizar la “lógica política de la política económica” de Martínez de Hoz.

@AndresAsiain