El Sí triunfó en Irlanda. El 66,4 por ciento de los votantes sufragaron en el referéndum de ayer por la abolición de la Octava Enmienda de la Constitución, que prohibía el aborto salvo en casos de riesgo para la madre.
Simon Harris, ministro de Salud e impulsor de la reforma, describió lo ocurrido como “un día muy emotivo” y recordó a las mujeres irlandesas que “han padecido crisis durante sus embarazos”. En referencia a las miles de mujeres que cruzaban a Gran Bretaña para abortar al no poder hacerlo en su país ante la amenaza de la cárcel, Harris manifestó que “en vez de decirles que tomen el barco, ahora les damos la mano y les decimos que cuidaremos de ellas".
La Octava Enmienda se introdujo en la Constitución de Irlanda en 1983 y convirtió a la legislación del país, uno de los más fervorosamente católicos del mundo, en una de las más restrictivas de Europa junto a la de Polonia. Hace tres años, y también en referéndum, los irlandeses habían aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo.
El primer ministro Leo Varadkar, hijo de indios y gay, fue quien dio luz verde al referéndum. “Hemos hecho historia”, afirmó tras la votación. “Esta es la democracia en acción”, agregó. Tres décadas y media atrás, en proporción inversa, el 68 por ciento había votado a favor de la Octava Enmienda, y el divorcio fue legalizado en 1995 tras un referéndum en el que el Sí se impuso por apenas 9 mil votos.
El Parlamento debe armar la nueva legislación en base al resultado del referéndum. El trámite podría coincidir con la visita, en agosto próximo, del Papa Francisco, que concurrirá al Encuentro Mundial de las Familias en Dublín. La capital irlandesa fue elegida por el propio Jorge Bergoglio para esa cita que se extenderá entre el 21 y el 26 de agosto.