Y la palabra del año es… La escena podría desplegar los indispensables segundos de misterio que preceden al momento de un anuncio importante. Pero al escuchar la ganadora viene un ramalazo de perplejidad e inquietud, un malestar que no se termina de disipar fácilmente. “Populismo” es la palabra del año para la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA), que ha considerado que este 2016 ha sido un año populista. El 2015 la palabra elegida fue “refugiado”, en 2014 “selfi” –castellanizada, sin la “e” al final– y en 2013 “escrache”. Se habla de populismo para referirse al presidente electo de Estados Unidos Donald Trump, al presidente de Rusia Vladimir Putin y al ultraderechista austríaco del Partido de la Libertad (FPÖ), Norbert Hofer, recientemente derrotado en las elecciones presidenciales. Populista, en España, es Pablo Iglesias y Podemos. Pero también se inscribe como populismos a varios gobiernos latinoamericanos como el Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, Evo Morales y el MAS (Movimiento al Socialismo) en Bolivia, Cristina Fernández y el kirchnerismo en Argentina y a Hugo Chávez en Venezuela, entre otros. El populismo anda gambeteando en el barro de la lengua por derecha y por izquierda. El coordinador general de la Fundación, Javier Lascuráin, dijo que “parecía claro que en un año tan político como este, con acontecimientos de importancia global como el Brexit, la victoria electoral de Donald Trump y los diferentes procesos electorales y plebiscitarios en América y España, la palabra del año de Fundéu tenía que venir de ese ámbito”. 

Varias de las palabras candidateadas están relacionadas con la política, como “sorpasso” –un término italiano que significa “adelantamiento” y que la Real Academia Española no recoge en su diccionario, pero que es muy usado por la prensa en España en relación a la posibilidad de que los partidos a la izquierda del PSOE lo superen en las elecciones–, “abstenciocracia” –neologismo de uso poco frecuente para referirse a la decisión de muchos ciudadanos de no votar en las elecciones– y “posverdad”, traducción del término inglés post-truth, que se refiere a la situación en la que los hechos objetivos influyen menos a la hora de modelar la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal. También figuraban términos como “youtubero” –la adaptación propuesta del anglicismo youtuber– y “ningufonear”, una alternativa al inglés phubbing, que se usa para definir la actitud de quien solo presta atención a su dispositivo móvil mientras desatiende a quien tiene delante. Otras, de entre las doce seleccionadas, comparten el hecho de que sus significados también se han ido ampliando con el uso que hacen de ellas los hablantes, como “bizarro”, “cuñadismo” y “vendehúmos”. 

Lascuráin, de la Fundéu BBVA, –creada por la agencia EFE y el banco BBVA, que trabaja asesorada por la Real Academia Española con el objetivo de promover el buen uso del español en los medios de comunicación– comentó que la palabra populismo “ya lleva algún tiempo en el centro del debate político y que desde el punto de vista lingüístico está viviendo un proceso de ampliación y cambio  de significado, cargándose de connotaciones a menudo negativas”. Esa evolución, que el coordinador general de la Fundación advierte que no es nueva, se ha acelerado en los últimos tiempos. El coordinador general de la Fundéu BBVA explicó que en los últimos meses han recibido muchas consultas sobre el significado real de populismo. “Parece evidente que el uso que se le da en los medios y en el debate político va más allá de la simple defensa de los intereses populares que mencionan, con distintos matices, la mayoría de los diccionarios –planteó Lascuráin–. Ese es uno de sus sentidos, aunque seguramente el que menos se use en la actualidad. También hay quienes prefieren definirlo como la tendencia política que pretende devolver el poder a las masas populares frente a las élites. No obstante, en los medios de comunicación parece estar imponiéndose una visión negativa del término, que suele aplicarse a políticos de todas las ideologías pero que tienen en común la apelación emotiva al ciudadano y la oferta de soluciones simples a problemas complejos”. Quizá la victoria del “Si” en el referendo por el cual los británicos decidieron salir de la Unión Europea, el triunfo de Trump y el vigoroso avance de los partidos de derechas y ultraderechas en distintas naciones europeas hayan alimentado la creciente connotación negativa de populismo.  

Ernesto Laclau (1935-2014) se apartó de la corriente que reduce al populismo a la demagogia e irresponsabilidad –que tiene en el premio Nobel de Literatura, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, a su principal adalid a la hora de denostar los movimientos nacionales y populares latinoamericanos– para articular una compleja reivindicación del populismo en uno de sus libros más emblemáticos La razón populista. El populismo no es el demonio para Laclau, sino una forma de pensar las identidades sociales, un modo de articular demandas dispersas, una manera de construir lo político.