Juan Carlos Schmid no oculta que su ciclo en la conducción de la central obrera ha finalizado. Incluso reconoce, a modo de autocrítica, que en este último tiempo la CGT corrió por detrás de los hechos políticos y económicos. Sin embargo, no cree que todo se solucione con la sola renovación de autoridades sino que exige la elaboración aunque más no sea de una agenda para enfrentar al gobierno de Cambiemos. Apuesta a la unidad del movimiento obrero y reitera su reclamo de un paro nacional lo más pronto posible.
–La situación económica se ha complicado cada vez más y la CGT parece estar corriendo desde atrás de los acontecimientos.
–Y la CGT ha corrido desde atrás gran parte de este último tramo del mandato producto de las diferencias de opiniones que hay al interior de su Consejo Directivo. Y corrió desde atrás porque esos matices le impiden reaccionar con mayor velocidad. Ahora hay que considerar que estamos al final de un mandato porque se va a renovar el próximo 22 de agosto. Y al final de los mandatos los hombres en los partidos políticos, en las organizaciones vecinales, sociales y gremiales, los dirigentes pueden tomar decisiones que no siempre son las mejores. Dicho esto, estoy convencido que nuestra responsabilidad expira ese 22 de agosto y a partir de ese momento debemos tomar las decisiones que correspondan.
–¿Y en este contexto cuál sería esa decisión?
–La decisión que corresponde ahora es que se convoque a una medida de fuerza lo más pronto posible.
–¿Cuándo debería ser?
–Recuerdo que cuando sucedieron los famosos acontecimientos del atril (se refiere al acto del 7 de marzo de 2017), cuestión que después hubo un paro, pero ese hecho fue frenando a la CGT en la velocidad de la toma de decisiones. Hubo un hito, en el 22 de agosto hicimos una movilización una semana después de las PASO. Recuerdo que en ese momento el análisis político de los grandes medios fue que era una barbaridad hacer eso porque ya se había expresado la ciudadanía, que no respondía a las necesidades del momento y que el sindicalismo reaccionaba bajo una lógica vetusta. Pero el reclamo incluía un aumento de emergencia para los jubilados, paritarias sin tope, fin a las intervenciones de los sindicatos y cuestionamos el trazado económico de aquel momento. Temas que después dramáticamente tuvieron certidumbre como fue la reforma previsional. Entonces, cuando se toman medidas de fuerza se realizan en un determinado contexto y, por lo tanto, lo importante es que además de los cuadros sindicales nos acompañe el resto de la ciudadanía.
–Pero la CGT quedó inmersa en una pelea interna donde los costos los pagaron los trabajadores.
–Sí, fue un costo porque la CGT no tuvo la capacidad de reflejo para actuar en el momento adecuado. En esos términos lo hablé como paso previo a este congreso de agosto. Yo ya dije que el ciclo está agotado y hay que barajar y dar de nuevo. Y en eso lo más importante no es quién es el secretario general sino definir para qué queremos esta renovación, cómo lo vamos a hacer y qué tipo de relación vamos a tener con el gobierno. Este gobierno ya pasó su mitad de mandato con señales claras que van contra nuestros intereses. Tal vez algún sector se vea menos impactado pero todos sufrimos el ajuste y la angustia de gran parte de la población. Eso es tan importante como la renovación de autoridades. Si no podemos armar un proceso de unidad de criterio y un programa o una agenda con temas concretos. Pero luego las decisiones que se tomen sean respetados por todos. Uno debe saber que cuando se llega a la CGT no se hace lo que quiere sino lo que debe.
–¿Y hoy qué debe hacer la CGT?
–Es preciso encabezar la protesta social y canalizar el descontento porque ese descontento va más allá de los cuadros sindicales e incluye otros sectores de la sociedad como las organizaciones populares cuyos reclamos también preocupan a la CGT. Son cuestiones de la coyuntura pero de carácter estratégicos y también son problemas del sindicalismo. Digo ahí hay tres o cuatros cuestiones que debemos tener en nuestra plataforma para discutir con este gobierno y el que venga después. Tengo 67 años y mi bautismo de fuego fue en el Rosariazo y en esa época peleábamos por la vuelta a la democracia, contra la destrucción de la industria nacional, contra la reforma laboral de entonces y contra los monopolios. 50 años después me di cuenta cuando estábamos frente al ENRE reclamando por las tarifas estamos peleando por lo mismo que cuando tenía 18 años.
–Usted señala este regreso conservador y destaca las protestas pero, insisto, le falta el acompañamiento de la CGT.
–Bueno, eso del ENRE lo hizo la CGT y es cierto que a lo mejor hay que abarcar más pero la intención es que también nos comprendiera la ciudadanía. En esos dos días vi que la gente salía de los negocios y nos aplaudía o nos miraba con otros ojos y eso hacía rato que no ocurría.
–Usted habla de paro y lo exige pero ¿qué dicen sus compañeros de la conducción de la central obrera?
–Yo hablé con los compañeros y todos coinciden con el diagnóstico pero los problemas están en la administración de los tiempos.
–¿De los tiempos, de las conveniencias o de los compromisos?
–(Ríe) Usted está en condiciones de analizarlo pero la administración de los tiempos en el sentido de tratar de encolumnar la masa crítica tiene que ver con el diálogo que se realiza con legisladores, gobernadores, la iglesia e incluso algunos empresarios pero es indudable lo que piensa el trabajador es que hay que tomar el toro por las astas en forma inmediata.
–¿Habrá que esperar qué hace el gobierno si se sanciona la ley que frena el tarifazo para ver la reacción de la CGT?
–Hay muchos elementos en danza y en pugna. Hasta unos días atrás eso tenía una fuerza importante pero ahora está la presencia del FMI en el país o la pauta salarial donde todos los sindicatos van a pedir la reapertura de las paritarias porque la inflación va a trepar aproximadamente hasta el 30 por ciento. Pero además el hecho de haber evitado un mayor cimbronazo financiero no quiere decir que el error cometido no provoque efectos negativos sobre una economía que ya está paralizada.
–Hay dirigentes de la CGT que dicen que la confrontación con el Gobierno la debe protagonizar la política y no los gremios. ¿Coincide?
–Es un error. Yo creo que debe ser al revés pero estamos en un Consejo Directivo donde se deben respetar todas las opiniones. Yo me enrolo en el hecho de que si conducimos el conflicto social tendrá un efecto en la política pero hay que tratar de convencer a todo el mundo. Hay que tener paciencia y hacer todo el esfuerzo para acordar una decisión y que no se quiebre porque favorece al poder económico.
–¿Está desilusionado por su paso por la conducción de la CGT?
–No estoy desilusionado, sé en lo que me metía. Yo jugué buena parte de mi prestigio acá adentro y sé que me han zamarreado de lo lindo pero no soy de los que se quedan detrás del escritorio de su sindicato ni soy de los que no dan testimonio en tiempos difíciles. Siempre intenté asumir los desafíos que tengo por delante. Estoy convencido de que debemos y podemos resolver estas dos realidades que tiene el país, una pobre y sin oportunidades y otra que cada vez concentra más.
–¿Qué opina sobre el retorno al FMI?
–Me produce una desesperanza y una angustia muy fuerte. El FMI podrá haber cambiado el enfoque porque ya no está el Consenso de Washington en boga pero sus funcionarios están formateados en el pensamiento neoliberal y ya sabemos cuáles son los resultados.
–Este gobierno implementa políticas neoliberales antes de que llegue el Fondo.
–Sí, lo sé pero estimo que se dará cuenta que la resistencia que provoca será cada vez más fuerte y le aviso al gobierno que la lógica del escudo y el bastón nunca resuelven las cosas.
–En estos días Pablo Moyano y Sergio Palazzo lanzaron sus candidaturas para conducir la central obrera.
–Están en el bolillero. Estamos todos en esas condiciones.